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OPINIÓN DE SAMUEL PALMA CÉSAR

Con las inmediaciones para el inicio del proceso electoral que comienza en los próximos meses, se resolvió renovar la dirigencia del PRI en Morelos. Los indicios muestran que, precisamente, se buscó que no fuera Rodolfo Becerril, quien encabezara ese proceso, situación que se relaciona con los intereses de los grupos que buscan prevalecer en tales designaciones o nominaciones.

Nada hay de sorprendente en el hecho de que los grupos al interior del partido, tengan la intención de proteger y promover sus intereses, así es en todas partes. La polémica está en que los grupos que se acreditan como dominantes, no han podido acreditar su capacidad política en los últimos 17 años, y nada hace suponer que ahora sí pueden alcanzar los resultados que se les han negado en casi dos décadas.

Más bien habría que pensar las razones por las cuales se les han negado los resultados anhelados. Todo indica que sus prácticas, el desgaste de sus métodos de negociación, los costos y el desprestigio que han acarreado, son parte de la explicación, y que nada indica que sus nuevos emisarios o representativos ahora sí puedan ser el factor para alcanzar las metas que se buscan.

El dilema que parece plantearse es si la renovación de la dirigencia representará o no una renovación del PRI en Morelos. La idea es que una renovación lleve a la otra, pero en caso que no sea así, el mensaje será que los grupos de siempre han logrado mantener su dominio, mostrando a la sociedad que no se ha entendido el reclamo que ella plantea, y así difícilmente se podrá superar la crisis que el PRI experimenta.

La renovación de la dirigencia del PRI en Morelos, debe ser ocasión para generar la renovación que demanda el partido, y no sólo producir el relevo de las personas de los mismos grupos que han mantenido un predominio, que no se ha reflejado en las elecciones. Esto quiere decir que tales grupos están sobredimensionados.

La red de los conocidos operadores de candidaturas, negociadores de procesos, las cooperaciones para las encuestas, los circuitos paralelos de los cercanos para resolver candidaturas, está lista para el abordaje. Llevan tiempo haciéndolo y ahora buscarán repetirlo.

Habría que revisar la nómina del PRI y los nexos de aquellos que cobraban, la multa que se nos aplicó y la identificación de sus responsables, los grupos que financiaron las tomas del partido, para identificar los grupos que se apropian del partido para explotarlo en provecho personal.

Quienes han explotado la franquicia del PRI en Morelos, se han acostumbrado a ganar aunque el PRI no gane, y por esa razón no quieren abandonar su presencia y control dentro del partido.

Renovar al PRI de Morelos como el gran objetivo de la renovación de su dirigencia, debe ser el gran propósito para así establecer nuevas prácticas que, en los hechos establezcan lo que el partido pretende a través de su Asamblea, en cuanto a su Código de Ética. Pues más allá de textos se debe recuperar la ética política porque representa la forma de rescatar a la política para transformar el país y para transformar Morelos.

La paradoja es muy sencilla, está en juego si se renueva la dirigencia sin renovar al PRI; o si se renueva el PRI a partir de la renovación de la dirigencia. Ese es el dilema, y eso es lo que está en juego.

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