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SERPIENTES Y ESCALERAS

 

 

Eolo Pacheco |
2017-07-03

Comenzó el proceso de renovación en el PRI. Las reglas del juego son simples: dirigente de tiempo completo, no habrá elección interna y acuerdos de unidad avalados por el comité nacional. El tiempo dirá si lograrán ponerse de orden y en condiciones para recuperar la gubernatura.

 

El proceso de renovación en el PRI Morelos ya comenzó. La semana pasada el Comité Nacional llamó a los seis aspirantes de entre quienes saldrá el próximo dirigente estatal. Ahí estuvieron los diputados federales Rosalina Mazari y Matías Nazario, la senadora Lisbeth Hernández, la ex candidata Marisela Velázquez y los diputados locales Alberto Martínez y Mario Chávez Ortega. Uno de ellos, dicen, será el próximo presidente del Partido Revolucionario Institucional en Morelos.

Ya son varias las reuniones que sostienen los grupos, los sectores, las corrientes y los aspirantes del PRI en Morelos de cara a la renovación de su dirigencia; el acuerdo alcanzado por unanimidad es que sea el CEN quien conduzca el proceso y defina al próximo comité, incluyendo la forma para elección; los morelenses no confían mucho en la inteligencia de Enrique Ochoa, pero desconfían más de ellos mismos.

Bajo ese acuerdo es que comenzaron las entrevistas con los seis aspirantes a la dirigencia estatal; juntos y por separado, los priístas se han reunido aquí y en México con quienes tienen la encomienda de ir armando el rompecabezas local. La línea que envía México es clara: unidad; la orden simple: rápido.

Un requisito muy claro ha establecido el comité nacional tricolor a los aspirantes es que quien aspire a la presidencia del PRI en Morelos debe renunciar a cualquier otra pretensión electoral. No hay cabida para un dirigente temporal que utilice el partido como trampolín o busque ese espacio solo para acomodarse en otra posición. La indicación es inobjetable.

La meta del comité nacional, dicen, es procesar el cambio a la brevedad, pero también hacerlo sin poner en riesgo el próximo proceso electoral del 2018. El llamado que se ha hecho al interior del priísmo morelense es a la unidad, con la advertencia de que de no existir condiciones para un acuerdo así, será el CEN quien en base a sus facultades tomará la decisión final. En castellano: no habrá elección interna.

Vista la determinación con la que está actuando el comité nacional del PRI en Morelos pareciera que ahora sí tienen interés de recuperar el gobierno estatal. A diferencia de hace seis años, cuando se dejó en absoluta soledad al priísmo, pareciera que ahora se trata de construir el andamiaje necesario para romper con su maleficio electoral morelense y el canibalismo local.

Las primeras señales que envió el comité de Enrique Ochoa con el nombramiento de Fernando Charleston mostró algo diferente; la designación de un personaje fuertemente cuestionado por su participación en el gobierno de Javier Duarte en Veracruz y su cercanía con el gobierno de Graco Ramírez en Morelos no anticipaba más que la entrega de la plaza. Unas horas después, luego de una severa crítica nacional a la decisión sobre la dirigencia nacional en Morelos, el CEN designó a Víctor Hugo Andraca como delegado especial, con la encomienda de recomponer la plana y sobre todo, generar las condiciones necesarias para que el proceso se lleve en orden y sin sobresaltos.

Lo que viene ahora en el proceso interno del PRI no será muy tardado y quizá, será hasta más sencillo de lo que hubiésemos pensado. Los grupos y los aspirantes tienen clara la línea del partido y entendido que el dirigente estatal no podrá participar como candidato en la próxima elección. Tomando eso como base es posible pensar que habría un acomodo más o menos simple de las piezas si a cada uno de los aspirantes, de acuerdo a sus características y capital político se le ubica en un lugar en donde forme parte del proyecto.

Especulemos un poco al respecto: si la decisión del partido es que quien presida al comité estatal no sea candidato a nada en el 2018, automáticamente se descalifican a tres de los seis aspirantes. Matías Nazario busca la candidatura al gobierno estatal con la esperanza de que le acomoden en la primera posición al senado; el diputado bajo ninguna circunstancia se quedaría solo en el partido y no fue capaz de poner ningún nombre más en la mesa, por eso ha quedado descalificado. Un buen espacio para él podría ser el senado en la segunda posición.

Rosalina Mazari también tiene aspiraciones políticas que le sacan de la jugada; al no poder reelegirse en su distrito, el espacio natural para la legisladora es el Senado de la República y por cuestiones de género estaría en la condición de ocupar la primera posición. Lisbeth Hernández pide una curul federal plurinominal, aunque su capital político y rentabilidad social apenas le alcanzaría para una diputación local por la vía directa.

Veamos a los tres personajes que podrían quedarse en el partido o eventualmente ser candidatos del PRI en la próxima elección: Marisela Velázquez quiere tomar las riendas del tricolor, pero su cercanía con el gobierno de Graco Ramírez y particularmente con el dirigente estatal del PRD le coloca en una posición sumamente incómoda entre los priístas, que no la acaban de ver como la mujer madura e independiente que puede conducir el rumbo del partido. Marisela podría ser una buena candidata a diputada local y quizá coordinar al grupo parlamentario.

Mario Chávez es un joven que repentinamente apareció en el escenario de renovación priísta como el tercero en discordia. Con un apellido que pesa en el partido y se respeta en el estado, Mario sería una cara nueva para la institución, aunque le faltaría mostrar mucho más carácter del que hasta ahora ha dejado ver como representante popular. Mario es un joven priísta que poco a poco comienza a forjarse un nombre propio, si le dan la oportunidad de tomar las riendas del PRI deberá rodearse de un equipo de trabajo que hoy no tiene y asumir un liderazgo que hasta ahora ha evitado. Si no llega a la dirigencia, Mario podría volver a competir en su distrito o buscar la candidatura a la capital.

Alberto Martínez es el último de la lista, pero uno de los que más se mueven en ese juego. Surgido de la corriente de Amado Orihuela, el diputado ha ido construyendo un liderazgo propio en el congreso y entre algunos grupos del PRI, marcando distancia, sin romper, con el grupo que le dio vida y estableciendo puentes de diálogo con las demás fuerzas del tricolor, pero sobre todo tejiendo relaciones con sectores más allá de su partido. Alberto Martínez está explorando la posibilidad de una candidatura ciudadana en el PRI y recuperando relaciones que su partido ha venido perdiendo en el estado con sectores importantes como la universidad y la iglesia. Si no es presidente, Alberto Martínez podría repetir en su distrito local o buscar la circunscripción federal.

La clave para la renovación del partido, ha dicho el CEN, es que el próximo presidente del PRI en Morelos lo será de tiempo completo; no habrá elección interna para evitar un desgaste innecesario y se acatará una línea que vendrá desde México. Localmente el secreto para que el cambio funcione tiene que ver con el acomodo de los aspirantes y la conciliación con los grupos de poder para que todos quepan, todos jueguen y todos tengan motivos para buscar votos.

La reflexión de fondo deben hacer los priístas es básica: ¿Ganar unidos el 2018 o mantenerse separados como oposición seis años más?

  • posdata

A un año de la elección el panorama electoral en Morelos comienza a tomar forma. La alianza entre el PAN y el PRD es casi un hecho a pesar de los esfuerzos locales del panismo para evitarlo; si el acuerdo se concreta será un fracaso, contra todos los cálculos de la dirigencia estatal perredista.

Ahora es el CEN del PAN quien va a negociar Morelos a pesar de que en la tierra de Zapata tienen (junto con Morena) el mejor cartel y proyección electoral; los panistas morelenses serán parte de un acuerdo nacional que entregará algunos estados a cambio de un pacto en la candidatura presidencial.

Es absolutamente comprensible el sentimiento del panismo frente a esta situación, no hay manera de que les hagan comprender la importancia de sumar los votos del PRD en un frente nacional a cambio de consentir localmente a un gobierno que, como en el de Graco Ramírez, se ha convertido en la peor ofensa para la sociedad y gran calumniador de ellos. Sencillamente no hay manera.

Pero así es la política y los actores de poder de ese partido los saben. Tanto en la dirigencia que encabeza Jun Carlos Martínez Terrazas como en lo que queda de la Sagrada Familia existe la claridad de que Morelos se ha convertido en una moneda de cambio nacional y ha sido puesto en la mesa como parte del intercambio de posiciones en el acuerdo general. Difícilmente habrá vuelta atrás.

Unos y otros saben que se trata de un suicidio político, entienden que por esa vía se hunden, pero también se dan cuenta que su opinión pesa muy poco en un momento como el actual. Ítem más: los panistas están convencidos que deberán firmar un acuerdo con el PRD, pero advierten que a pesar de ello no habrá un apoyo real al proyecto y por el contrario, centrarán su fuerza en el apoyo solo de los candidatos panistas, operando abiertamente para anular las propuestas electorales en donde el PRD (a pesar de la alianza) encabece la fórmula.

Lo de fondo en esta historia, empero, no es lo que digan, hagan o dejen de hacer los panistas militantes; recordemos que Acción Nacional es un partido con muy poca estructura, de corta militancia, que crece en función de la simpatía que provoca su oferta política y propuestas electorales. En esa lógica lo que viene es muy complicado para el PRD, pues aunque sumen formalmente al PAN, es imposible que convenzan a quienes los veían (a los panistas) como la opción real para sacar a los perredistas del gobierno.

Más claro: el valor electoral del panismo son sus simpatizantes y ellos no votarán por una fórmula electoral con el PRD, porque el PRD no les simpatiza.

Si el PRD quiere aumentar su rentabilidad electoral, es urgente que comience su reconciliación con la sociedad.

A ver si le da tiempo.

  • nota

MORENA vive momentos complicados en Morelos. Su dirigencia no tiene liderazgo y las líneas que manda son confusas y generan inconformidad interna.

El proyecto de AMLO representa la esperanza de mucha gente, pero está mal aterrizado en la tierra de Zapata. Los estrategas de MORENA en Morelos no se han dado cuenta de que pueden ganar la Presidencia de la República y también la gubernatura; actúan como un club de amigos en donde la camaradería y los acuerdos privados pesan más que la institucionalidad y el proyecto integral.

El desorden en MORENA ya se nota por todos lados.

  • post it

¿Qué cambiaría en Morelos si la elección del 2018 la ganara una alianza entre el PRD y el PAN, sobre todo si el candidato emerge de las filas del Sol Azteca?

¿Qué sería diferente?

¿Cómo mejorarían las cosas?

¿Los panistas se sentirían un poco liberales o los perredistas se asumirían más conservadores?

¿Y la agenda de los partidos, es decir, las libertades que propone el PRD como el aborto, los matrimonios igualitarios, la adopción de menores por parte de personas del mismo sexo…?

¿En qué condición quedaría el PAN frente a esas posturas?

Peor aún: ¿Y el narcogobierno que radicó el PAN por 12 años en Morelos, según lo ha venido repitiendo incansablemente Graco Ramírez a lo largo del sexenio?

¿Y esa inmensa red de corrupción, protección y complicidades con la delincuencia organizada que fomentaron los panistas durante dos administraciones (Graco dixit)?

¿De qué forma unificarían criterios políticos, sociales, éticos, morales, administrativos, legales y sociales dos partidos con tantas diferencias?

¿Con quién gobernarían?

Formalizar una alianza PAN-PRD de un plumazo a nivel nacional es fácil. Hacer que esa mezcla resulte en algo electoralmente rentable y socialmente bueno es mucho (pero mucho) más complicado.

¿A través de quién el PRD está suavizando el trato con los panistas? Si es que le interesa hacerlo.

  • redes sociales

Luis Alberto Beltrán se sumó a las filas del PES en Morelos. Joven y profesional, Luis es un reconocido periodista que desde hace tiempo se ha enfocado en la comunicación social desde diferentes dependencias gubernamentales.

Probo, eficiente y buen amigo, Luis Alberto da el salto de la ciudadanía a la militancia partidista como una muestra del compromiso con el proyecto al que hoy representa. Poco a poco el PES se está haciendo en Morelos de gente nueva, diferente, que enriquece sus cuadros y muestra una cara distinta de la política.

Enhorabuena a Luis. Aplausos al amigo.

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