2018: primera batalla
A las 10 de la noche con 34 minutos en la cuenta de Twitter del líder nacional del PRI, Enrique Ochoa, se colocó una fotografía tomada horas antes, en el desayunadero de los políticos, el restaurante Balmoral, de la Ciudad de México, con Manlio Fabio Beltrones, a quien sustituyó como dirigente del partido en el poder el año pasado. “Me da gusto volver a reunirme con @MFBeltrones, los #PRIistas estamos trabajando en unidad a favor de #México rumbo a la #XXIIAsambleaPRI”, escribió con los modismos de las redes sociales. La última vez que se reunieron fue el 18 de julio del año pasado, en otro restaurante en Polanco, el Champs Elysées, días después de haberlo relevado. En esa ocasión Beltrones subió la fotografía en Twitter con el mensaje: “Comiendo con mi amigo @EnriqueOchoaR, presidente del @PRI_Nacional, compartiendo experiencias, ideas y compromisos”. En ambos casos, la simulación tan excelsa de la política mexicana, no pudo ocultar el conflicto entre dos fuerzas antagónicas en disputa por el poder.
El año pasado, después de una larga reunión en Los Pinos con el presidente Enrique Peña Nieto, Beltrones le ofreció su renuncia al frente del PRI para que sirviera como punto de partida para que el jefe de Los Pinos reacomodara su equipo, que no le estaba siendo funcional ni para gobernar ni para ganar elecciones. Peña Nieto no hizo nada. Pero de su oficina lo presionaron para que asistiera a la unción de su relevo, Ochoa, casi una semana después. Beltrones no se encontraba –convenientemente– en México, pero envió a su hija Sylvana, como representante. Peticiones del Presidente, a través de intermediarios, le pidieron que se reuniera con Ochoa, con quien, para no tensar más las cosas, lo hizo. No fue un encuentro de amigos, sino de adversarios. Nunca más volvieron a cruzarse hasta la semana pasada.
La reunión en el Balmoral fue otra charada arreglada desde las alturas del poder para tratar de evitar que a cinco semanas de la Asamblea Nacional del PRI, donde se definirán las reglas del juego de la sucesión presidencial, empezara la guerra. Pero como sucedió el año pasado, los términos de la competencia se inclinaron hacia un lado. Mientras Ochoa se reunía con él, en Chiapas se libraba la primera gran batalla para 2018. El presidente del PRI en ese estado, Roberto Albores Gleason, impidió la entrada a la Asamblea Estatal al diputado local Willy Ochoa, con lo cual bloqueó su participación en las deliberaciones. “No se vale que actúen de esa manera”, dijo el diputado local, “y no se vale que el Comité Nacional solape lo que está ocurriendo aquí”.
¿Qué pasó en Tuxtla Gutiérrez? Willy Ochoa es un político incondicional de Beltrones, que no aspira ser candidato a gobernador el próximo año, pero sí está buscando una senaduría. Albores Gleason, que lleva siete años al frente del PRI estatal, responde a los intereses del dirigente nacional, quien a su vez es una pieza estratégica del secretario de Educación y fuerte aspirante a la candidatura presidencial, Aurelio Nuño. Albores Gleason, senador y consejero nacional de la Comisión Política Permanente, que es el órgano de dirección colegiado del PRI, y secretario de Gestión Social del Comité Ejecutivo, es a quien Nuño y Ochoa quieren como gobernador en Chiapas.
El destape anticipado de Albores Gleason se dio el 11 de marzo pasado, cuando se casó en una hacienda yucateca donde estuvieron sus padrinos, junto con los secretarios de Gobernación, Salud, el procurador general, y siete gobernadores priistas. Nuño y Ochoa han desoído a 10 exlíderes del PRI en Chiapas, que hace un año pidieron su remoción por haber violado los estatutos del partido y mantenerse irregularmente en el cargo. Como se apreció hace unos días, la respuesta desde el centro ha sido el apoyo total a Albores Gleason para que mueva Chiapas a su gusto, por encima inclusive de sus aliados, el Partido Verde, al que pertenece el gobernador Manuel Velasco, sin reparar en lo que eso impacta en el tejido político nacional del PRI.
El veto a Willy Ochoa es una afrenta a Beltrones. La fotografía del líder priista Ochoa con el exdirigente nacional, parece una burla. Fue consecuencia de un importante litigio en medios entre Ochoa, quien anticipó que en la Asamblea Nacional del 12 de agosto decidirían los delegados si aceptan a un candidato sin militancia partidista para el boleto presidencial, y Beltrones, que respondió que el PRI no podía ser utilizado como “taxi” para candidatos que no fueran miembros del partido. Demasiado fuerte el choque en la arena pública para permitir que la bola de nieve se convirtiera en avalancha.
Pero el café en el Balmoral el mismo día que los incondicionales de Nuño y Ochoa golpeaban al incondicional de Beltrones, tiene tipo de celada. La declaración sobre posibles candidatos a la Presidencia que no fueran militantes, se leyó como un traje que estaba siendo hecho a la medida del secretario de Hacienda, José Antonio Meade. Pero la secuela en Chiapas obliga a una nueva reflexión sobre si querer abrir la puerta a Meade fue o no un distractor. Quienes conocen a Beltrones tienen la certeza que su declaración contra los no militantes en busca de la Presidencia, fue platicada antes con Peña Nieto –a quien vio unos 10 días antes de hacerla–, por lo que Meade no sería realmente a quien buscaba cuidar Ochoa, sino a quien lo colocó el frente del PRI y metió en el juego electoral, Aurelio Nuño.
Twitter: @rivapa