Si uno quitaba el ruido de las máquinas trabajando, el diámetro de casi medio kilómetro alrededor del socavón, habría sido un silencio sepulcral. A lo lejos se escuchaban las bocinas de autos durante horas. Los locatarios de la zona de Chipitlán y Las Palmas se quejaron del ruido de los cláxones, los gritos e insultos de quienes encendidos por la desesperación y el calor intercambian improperios a unos metros, muchos para quienes tienen que atravesar ya caminando con la sensación térmica de 29 grados.
El bloqueo de padres en contra de una gasolinera en Chipitlán tampoco ayuda mucho. Mejor ni salir, pero la gente tiene que trabajar y muchos automovilistas van por esa zona.
Quienes querían abandonar Cuernavaca para ir hacia el Sur tienen que abandonar los autobuses: es el segundo círculo. Los choferes discuten con los vecinos de Chipitlán. “Dijiste que nos dejarías pasar cada 20 minutos”, gritan automovilistas pero a los otros les vale un pepino. La gente grita, pero nadie escucha.
Si uno trata de alejarse del socavón y el bloqueo encontrará que, si algo abunda en Cuernavaca justo hoy, son automóviles: decenas que suman cientos y cientos que se hacen miles. Automóviles tripulados por una o dos personas sobran; habría sido buen día para compartir.
Sobran quienes hablan por teléfonos móviles desde sus autos. Hoy no parece pueda haber quién los multe. Los policías viales son insuficientes para controlar el enorme estacionamiento en que se han convertido las principales vías de Cuernavaca. Hoy habría sido un día genial para andar en bicicleta.
La gente se enteró del cierre total del Paso Exprés a las 8:00 horas o después, y como el bloqueo de Chipitlán empezó a las 10:00 horas y como Cuernavaca está llena de subidas y bajadas, casi nadie anduvo en bicicleta. El encierro en cajas de lámina de diversos colores, tamaños y rodadas, es el tercer círculo.
Lejos del núcleo, ya a un kilómetro del Paso Exprés, en Los Cizos hacia el Oriente y la Glorieta de Las Palmas al Norte, en el cuarto círculo, el ambiente es aún peor. La gente no sabe por qué está detenida en sus autos y sólo ve pasar a algunos a pie.
Los pasajeros de autobuses se han tenido que bajar y arrastrar sus maletas por el concreto hidráulico de las calles, porque los manifestantes de Chipitlán sólo permitieron el paso a vehículos con gente enferma, niños, una ambulancia y tres camiones de turismo llenos de niños que iban de excursión.
Decenas de pasajeros de autobuses foráneos, tras transcurrir el tiempo y ver que no se les permitía pasar, empezaron a descender y caminar para llegar a la terminal de autobuses que queda a un kilómetro, en el mejor de los casos.
Alicia Flores, de Zacatepec, se dirigía a la Ciudad de México en un autobús de Pullman de Morelos, virtualmente estacionado. El chofer de la unidad pidió a los pasajeros caminar a la terminal de autobuses, en el centro de Cuernavaca, y presentar su boleto para transbordar a otra unidad que la llevara a su destino.
Y así como Alicia, muchos pasajeros más, que ahora se ven caminando en una imagen que convence a no pocos de dar vuelta como pueden a sus automóviles y, así sea en sentido contrario, regresar a sus puntos de origen o buscar otra vía en un quinto círculo infernal, porque Cuernavaca es una trampa, un laberinto lleno de callejuelas que pocos saben a dónde llevarán.
Domingo Espinoza, chofer de uno de los autobuses que aguardan cerca dijo que madrugó, no desayunó, y el sacrificio fue vano, porque no llegaría a su destino en muchas horas.
No pudo llevar a 14 pasajeros hasta la Ciudad de México.
En diversos momentos, en el radio de kilómetros que abarcó el infierno, se presentaron conatos de enfrentamientos entre manifestantes y automovilistas, los cuales no pasaron de aventones e intercambio de insultos.
Las aplicaciones Waze y Google Maps reportaban que los tiempos de recorrido aumentaron en trayectos cortos 27 minutos y, en trayectos largos, 110 minutos.
Muchos automovilistas bajaban de sus unidades paradas en el tráfico a comprar agua o refrescos en las tiendas cercanas.
“Me vine caminado desde Temixco hasta el Centro de Cuernavaca a traer a mi niño a la escuela, y ahorita otra vez de regreso, caminar hasta Temixco”, dice Francisco Barrios, ya en el radio del sexto círculo de este infierno.
Bajo el intenso calor, se hidrata junto con su menor con unas aguas frescas que les regalaron en un restaurante argentino de la zona.
Sofía Ramírez, vecina del estado de Guerrero, dijo llevar más de tres horas buscando cómo dirigirse a Taxco, de donde es originaria.
Al no conocer la ciudad de Cuernavaca, no sabía si existían otras vías alternas para poder dirigirse a su destino.
En las redes sociales se reportó durante todo el día del intenso tráfico en Cuernavaca, que afectó incluso a los municipios de Jiutepec y Temixco, como un rincón del séptimo círculo de un infierno nacido en un socavón y una manifestación, pero que congestionó las arterias de la ciudad desde el centro, hasta los municipios vecinos en el Sur y el Poniente.