¿Salvará Javier Duarte a Gerardo Ruiz Esparza?
No fue el exceso de lluvia y basura lo que mató a Juan Mena López y Juan Mena Romero, sino la falta de aire, que angustiosamente se les fue acabando en la capsula mortal en que se convirtió su vehículo Jetta Gris que cayó al socavón ubicado sobre el llamado Paso Exprés a la altura de la colonia Chipitlán, la madrugada del pasado miércoles 12 de julio.
No los mató el impacto por caer al socavón de nueve metros que vecinos y autoridades locales habían denunciado dos semanas antes, sino la ineficacia de los servicios de emergencia y rescate a los que esperaron casi dos horas luchando solos contra el alud de tierra, agua y concreto que paulatinamente invadían más el breve espacio que tenían y en el cual nunca dejaron de luchar para intentar sobrevivir, pedir auxilio a gritos y vía mensajes de celular. Finalmente, su “rescate” llegó seis horas después.
No los mató tampoco el llamado Paso Exprés, si no la cadena de corrupción, opacidad y muerte que envuelve a esta y la mayoría de las obras a cargo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).
Los mató la negligencia de una autoridad que, como es propio en una dictadura, impone obras, empresas cómplices, establece condiciones, cobra moches, abarata costos, supervisa a modo y justifica desgracias como la ocurrida en la parte sur de Cuernavaca el miércoles pasado. Literal, para la SCT y muchos gobiernos, “Entre más obras, más sobra”.
Los mató la cadena de errores que llegan hasta el mitómano y vergonzante titular de la SCT, Gerardo Ruiz Esparza, quien se aferra al cargo colgado de los millones de pesos y complicidades que “limpia” para enriquecerse a sí mismo, a quienes ahí lo pusieron y lo mantienen pese a tener las manos manchadas de sangre y su conciencia llena de ineptitud y deslealtad a México y sus habitantes.
Ha dicho el nefasto Ruiz Esparza que no renunciará a su cargo hasta que su jefe así se lo pida: cínicamente no se quiere dar cuenta que sus jefes son aquellos a los que mata con sus malas obras, a quienes pone en riesgo con la corrupción que promueve y de la cual se beneficia y que en redes sociales exigen que se vaya.
Y que decir de sus subalternos, como el aciago y torpe José Luis Alarcón Ezeta, delegado renunciado de un cargo al que nunca debió llegar. O qué decir de su inoperante área de comunicación que ha manejado esta crisis de la forma en que construyen obras. O de la empresa de origen español y de las consentidas del régimen, Aldesa que se ríe de las multas y señalamientos en su contra.
Todas estas agravantes está a punto de sortearlas Gerardo Ruiz Esparza, en gran parte gracias a la llegada del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, máximo enemigo público número uno de México, comparable sólo con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari y el Chupacabras.
Duarte de Ochoa ha arrebatado los reflectores y quitado del centro de la polémica y los señalamientos al secretario de Comunicaciones y Transportes, quien en un país mínimamente de leyes, ya estaría siendo procesado y no mofándose de una familia morelense por el “mal rato que pasaron” con la muerte de dos de sus integrantes (padre e hijo).
Tristemente, el tema no debería ser la renuncia o no de Gerardo Ruiz Esparza y funcionarios a su cargo, sino la pena que se les debería imponer y que obviamente implicaría cárcel. Pero a una semana de los hechos, nada ocurre. Así de mal estamos como país, eso valen las vidas de los Juan Mena y todas las víctimas que han cobrado las obras a cargo de la SCT.
Simplemente lamentable.