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EDITORIAL DE LA AVANZADA

 

La mañana de ayer partió de la Glorieta de la Paloma de la Paz la marcha de los grupos morelenses que exigen solución al conjunto de agravios de que han sido objeto. Independientemente de las consideraciones relativas a las personalidades que la encabezan: el obispo, el rector de la UAEM, el alcalde de Cuernavaca, el dirigente de los organismos de la sociedad civil y el de los transportistas, así como el del Movimiento para la Paz con Justicia, el hecho indiscutible es que han logrado aglutinar a un amplio sector social insatisfecho, por decir lo menos, con el gobierno encabezado por Graco Ramírez Garrido.

Marchan hacia la Ciudad de México para atender una cita concertada con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien ofreció escucharlos y, en su caso, actuar en consecuencia. No la tienen fácil ni el funcionario federal, ni los marchistas, ni, mucho menos, el gobernador. El estado está extremadamente descompuesto; por una parte el crimen y la violencia no han dejado de sentar sus reales en la entidad, pero a ello debe agregarse un incomprensible divorcio entre sociedad y gobierno que, sea por simple percepción o por plena certeza por haberlo sufrido en carne propia, hace que los morelenses se muestren proclives a provocar un real cambio en la conducción de la cosa pública.

El asunto no es de tomar partido por una u otra de las opciones enfrentadas, sino de constatar que las cosas no funcionan. Entender que ya la propaganda mediática está perdiendo su añeja eficacia, la gente ya no comulga con ruedas de molino y se le tiene que hablar con veracidad. Que ya no se soporta la corrupción ni los gobiernos dedicados a la obra que deviene en negocio, diferente a la obra que se convierte en servicio. Gobernabilidad y servicio es lo único que pide la sociedad y es la primera responsabilidad de todo mandatario.

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