¿Por qué? Porque le explicaron, con razón, que la impartición de la justicia “no es un acto de fe”, sino de eficacia.
Y resulta curioso que esa misma prensa militante, las mismas redes y muchos de la prensa en general olvidaron no solo que la justicia no es un acto de fe, sino que el periodismo tampoco.
¿Por qué? Porque muchos de los mismos periodistas que apalearon a Miguel Osorio hoy prácticamente se encomiendan al cielo para que se haga realidad el más reciente acto de fe mediática: la entrega de sobornos a Emilio Lozoya.
Y es que podrán decir que “del reputado diario” O’Globo “le creen” a tal o cual periodista y que “creen que Lozoya es el diablo”, pero lo cierto es que para acusar tienen que probar y nadie ha probado nada sobre las presuntas corruptelas de Lozoya. Todo es especulación, difamación, actos de fe.
Lo que sí probaron —curiosamente— es que la prensa mexicana vive sus peores momentos. Y si lo dudan, ayer mismo, en su artículo de El Universal, José Carreño Carlón se los recuerda.
Dice: “Hoy parecen extraviadas las rutinas informativas. Y el análisis político hundido en el simplismo. Todavía no se registra una disculpa o una explicación de los comentócratas que vaticinaron la rebelión del PRI…”. Tampoco nadie se disculpó por la madriza al titular de la SCT, a Cuauhtémoc Gutiérrez, a…
Y viene a cuento porque no sabemos si Emilio Lozoya es —como muchos suponen— un pillo que utilizó su posición en PRI y Pemex para pedir sobornos al gigante de la corrupción, Odebrecht.
Tampoco tenemos pruebas para culpar y/o exonerar al ex director de Pemex en el presunto soborno de hasta 10 millones de dólares que le habría “regalado” la constructora brasileña.
Y menos pretendemos encubrir a Lozoya, porque todo servidor público corrupto debe enfrentar todo el peso de la ley, si es que la justicia prueba su culpa.
Los que sí sabemos es que a partir de una publicación difundida en un “prestigioso” diario brasileño, periodistas mexicanos tejieron una historia sin pies ni cabeza; sin una prueba de lo que acusan.
Y es que la versión de que Lozoyarecibió un soborno de Odebrecht sale de la declaración de un presunto implicado en corruptelas que se acoge a los beneficios de los testigos protegidos.
En pocas palabras, quien acusa a Lozoya es un criminal acogido a las “declaraciones premiadas” que benefician al delator y que, con el paso del tiempo, lo convierten en “testigo beneficiado” o “pagado”.
Se trata de “testigos” capaces de “embarrar al Papa” si es necesario, con tal de obtener beneficios de preliberación o, de plano, que se prestan a venganzas políticas.
Un ejemplo lo vivimos en México a final del sexenio de Calderón. Entonces, Maricela Morales, titular de la PGR, acusó al subsecretario de la Sedena, Tomás Ángeles Dauahare —y a otros militares— de mantener vínculos con el crimen organizado y “proteger al cártel de Sinaloa”.
La acusación se produjo luego de que un ex militar, testigo protegido del gobierno estadunidense —motejado como Jennifer— declaró en 2008 que los militares recibieron pagos millonarios a cambio de brindar protección a los criminales.
El 19 de mayo de 2012 el semanario Proceso se regocijó con la noticia: “Tuvieron que pasar cuatro años para que fueran arrestados los generales de más peso coludidos en ese entramado…”.
Pero el 17 de abril de 2013 —nueve meses después—, en una pequeña nota Proceso dio cuenta de que Ángeles Dauahare dejó el penal del Altiplano al no encontrarse pruebas de las acusaciones del testigo protegido. Nadie, en ningún medio, se disculpó por ensuciar la imagen de los militares.
En el caso Lozoya, el ex titular de Pemex envió una carta a la PGR el 10 de mayo solicitando información del caso Odebrecht y que se iniciara el proceso en su contra si es que había alguna prueba. Hoy, sin embargo, Lozoya es presentado como el “perro rabioso” del sexenio.
Lo que muchos olvidan es que quienes acusan a Lozoya deben demostrar —por ejemplo— que las cuentas en las que se habrían depositado los supuestos sobornos son de Lozoya.
Probar si las cuentas son de una empresa de la que es accionista el ex director de Pemex; probar si Lozoya tiene facultades para retirar dinero de esas cuentas, además de probar que el dinero, presuntamente producto del soborno, sirvió para incrementar el patrimonio de Lozoya.
A nadie le importa si los analistas o comentócratas le creen o no a los periodistas. El periodismo, la justicia y la política no son actos de fe. Y, les guste o no, “papelito habla”.
Al tiempo.