Los infiltrados 4 y la embestida a la UAEM…
| Roberto Díaz Guerrero
2017-08-21
En las tres entregas anteriores, he compartido aquí un análisis de la estrategia electoral que ha puesto en marcha Graco Ramírez, de cara a las elecciones del próximo año. El habilidoso político tabasqueño teje hábilmente la infiltración de sus incondicionales, en las filas de casi todos los partidos políticos.
Su jugada no es nueva, pero es muy eficiente, pues garantiza con ello a conocer de primera mano todas las estrategias, debilidades y conflictos de sus adversarios sin necesidad de armar un grupo de espionaje visible. En el año dos mil, presumió públicamente que gracias a sus “aliados” que trabajaban en el primer círculo del candidato del PRI Amado Orihuela, le informaban de santo y seña de lo que su débil oponente hacía y aunque en el bunker del líder cañero hubo voces que le advirtieron de ello, nunca tomo hizo caso y perdió la elección.
Pero, la estrategia del gobernador tiene ahora un mayor nivel de sofisticación y eficiencia, pues desde ahora coloca sigilosamente a personas de toda su confianza en todos los partidos, con el ingrediente de que algunos de ellos tienen posibilidades de ganar en 2018 y con ello extender su control político, pero, sobre todo, asegurarse de que no será sometido a ningún proceso de rendición de cuentas.
Ya comentamos aquí como logró inundar de incondicionales a MORENA y hoy toca analizar como desde hace al menos 2 años tomó el control casi absoluto del PRI.
Graco Ramírez es pragmático, estudia escenarios, la “tenebra” y la estrategia política es su fuerte, así que él sabe que, aunque desorganizado y maltrecho el PRI es el partido que siempre pierde, lo más que alcanza es el segundo lugar, así ha sido en las ultimas 3 elecciones, sin embargo, ello confirma que sigue siendo el partido con la mayor estructura y organización, por eso al final de cuentas siempre compite.
Así que no perdió tiempo y desde que arrancó la segunda mitad de su gobierno salió de compras, primero se hizo de los servicios del más impopular de los priistas, Francisco Moreno Merino, a quien impulso a la presidencia del congreso para desde ahí operar la compra del resto de legisladores que llegaron dispuestos a recibir “cañonazos” de dinero y concesiones para después esconderse en el pretexto de la institucionalidad y de la oposición responsable.
Así se convirtieron abiertamente amarillos Julio Espín, Beatriz Alatriste, Francisco Santillán, y el propio Moreno Merino.
Más discretos, pero igualmente entregados el resto de los diputados del PRI se entregaron a los brazos de Ramírez quien, por las dudas, les envió a su hijastro Rodrigo Gayosso para controlar cualquier intento de rebelión.
Pero su brazo controlador no paro ahí, desde el inicio del sexenio Jorge Meade Ocaranza desde la delegación de SEDESOL y Guillermo del Valle Reyes, con Maricela Sánchez incluida desde el ISSSTE, también trabajaron al ritmo del perredista y muy recientemente el acérrimo rival Amado Orihuela Trejo terminó entregado a su agenda y para cerrar el círculo el recién nombrado “líder” estatal del PRI Alberto Martínez y todos los diputados priistas que coordinó, arrastran el desprestigio de haber guardado un cómplice silencio ante el cumulo de irregularidades que cometió y sigue cometiendo el gobernador.
El PRI no está infiltrado, está controlado, su líder despacha en casa Morelos y desde ahí se definen ya las candidaturas que tendrán un apoyo económico inédito a cambio de garantizar inmunidad cuando este sexenio de pesadilla termine.
Morelos es un caso especial para los militantes del tricolor, aquí hay más bien un estado de orfandad que parece no tener fin. El último líder en funciones fue Lauro Ortega Martínez, su último gobernador Jorge Morales Barud y desde entonces la poderosa maquinaria es solo polvo del recuerdo, un lastimoso ejemplo de la degradación política.
Del PAN hay poco que decir, el partido que gobernó 12 años está prácticamente desaparecido, Marco Antonio Adame, líder “moral” de los azules ya pactó una vez con Graco y lo volverá hacer. Si la alianza nacional prospera, desde el CEN vendrá la imposición de candidaturas y solo es cosa de esperar los resultados, pero ya se puede adivinar cuál será la reacción de los electores al ver a los panistas empujando o jalando la mala fama del peor gobernador de la historia de Morelos.
La de correr…
Si hoy fueran las elecciones y por trágicamente increíble que sea, Cuauhtémoc Blanco ganaría, las mediciones serias llevan meses dibujando ese escenario y la ofensiva del gobierno de Morelos lo confirman.
El ex futbolista es una burbuja relativamente fácil de desinflar, Cuernavaca se está cayendo a pedazos y la gente que confió en el cada vez está más desilusionada y enojada.
La figura que emerge con buenos niveles de aceptación es la del rector de la UAEM Alejandro Vera Jiménez, como un personaje que se ha mostrado firme, congruente, y combativo en contra de las arbitrariedades de Graco Ramírez. Eso también lo saben en el gobierno y la eventual candidatura y triunfo del rector es el peor escenario posible, pues si algo está garantizado es que el tabasqueño enfrentaría un escenario muy parecido al de Javier Duarte en Veracruz o Roberto Borge en Quintana Roo.
El rector, sin embargo, debe antes terminar su encargo al frente de la UAEM, entregar cuentas y explicar pública y jurídicamente su versión de las graves acusaciones en su contra, demostrar que no es el ladrón de 7 suelas que dice Matías Quiroz que es.
Hasta ahora, nada concreto le han podido comprobar, la semana pasada los diputados intentaron jalarle las orejas en público, bajo el argumento de que no ha rendido cuentas claras, como si los diputados ya hubieran explicado donde quedaron los millones que desaparecieron, pero son tan cara dura, que podrían terminar su periodo y reclamar que les debemos dinero y disculpas.
Insisto, el rector, debe eficientar su mensaje y su defensa y más aún si en efecto malverso el dinero público asumir las consecuencias, pero si como todo parece, se trata de una bravuconada de Ramírez y la libra, entonces más de 3 ya podrían comenzar a tramitar amparos.
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