El incesante picoteo y martilleo en Jojutla calla unos segundos. El paso de un féretro con una procesión a cuestas hace que rescatistas y brigadistas bajen la cabeza, se quiten cascos y sombreros, mientras el cuerpo de Karla, una de las víctimas del sismo, viaja lentamente hacia su última morada.
Karla Ávila Cisneros trabajaba en el Ayuntamiento de Jojutla, tenía 25 años y en 2016 se había casado.
Ella y otras dos personas fallecieron al quedar sepultadas por el techo de la estructura del Palacio de Gobierno, que colapsó por la fuerte sacudida del terremoto del martes, cuyo epicentro fue a 70 kilómetros de este municipio sureño de Morelos, con saldo de 73 muertos, 292 hospitalizados y cuatro desaparecidos, según el gobierno de Graco Ramírez.
La procesión que lleva el cuerpo de Karla al panteón de Las Calaveras estremece el ambiente enmarcado por cientos de inmuebles colapsados y personas que han quedado en la calle.
El féretro, sin adornos y cargado por una camioneta, recorre calles, casas, negocios, bancos, iglesias y escuelas derrumbadas. Sortea algunas calles y evita el centro del municipio, ya que es imposible cruzarlo debido a que algunos inmuebles pueden caer en cualquier momento.
Entre guitarras melancólicas, Karla es despedida. “Más allá del sol, tienes un hogar, más allá del sol”, le cantaron sus familiares.
Ayer, justo cuando se decretan cinco días de luto en Morelos, Jojutla comenzó a enterrar a sus muertos, aquellos que fueron desgraciadamente sorprendidos por un sismo sin precedentes en el estado y que aquí dejó 19 fallecidos.
En el panteón de Las Calaveras cuatro víctimas más fueron sepultadas; mientras que en el panteón nuevo de Independencia —que estaba regalando espacios—, recibía más difuntos.
Ahí, en el nuevo, quedó sepultada Dalia Haro, de 32 años. Su casa se le vino encima y no pudo escapar, su cuerpo quedó atrapado por la estructura que se hundió un piso.
La vivienda de Dalia se ubica en el centro de Jojutla, donde el sismo del 19 de septiembre lo dejó todo en ruinas, parecido a una zona de guerra. El municipio fue el de mayor daño de Morelos, según las autoridades.
La localidad, a 70 kilómetros de Axochiapan, donde fue el epicentro del sismo de 7.1 grados, se mantiene en pie, pero no hay edificio que haya quedado sin daños.
Los pobladores y autoridades han lanzado un grito de ayuda, pues no hay agua, escasean los víveres y también faltan manos que ayuden a quitar los escombros de las más de mil 800 viviendas, iglesias, escuelas y comercios que quedaron dañados.
Al centro de Jojutla no se puede acceder por instrucciones de Protección Civil. Alertaron que en cualquier momento pueden colapsar más edificios que han quedado endebles por la fuerte sacudida del martes. Únicamente militares, policías y la Cruz Roja trabajan en la zona centro, la de mayores afectaciones y pérdidas humanas.
Vio su escuela caer. María Fernanda Ramírez vio, a sus escasos 16 años, cómo su escuela colapsaba frente a sus ojos. Una nube de polvo blanco cubrió su panorama, ella estaba en la zona centro de Jojutla, municipio donde al menos 300 inmuebles se vinieron abajo.
Uno de éstos fue el Colegio Morelos, que albergaba a niños de kínder hasta preparatoria. María Fernanda recuerda que estaba tomando clases, los alumnos repasaban sus apuntes porque era temporada de exámenes.
“De repente se escuchó un pisotón y después empezó a sacudirse y salimos del salón, pero al salir se sacudió más el piso”, narra.
La estudiante de primero de preparatoria recuerda que todos los alumnos [al menos unos 200] salieron de la escuela y se quedaron a unos 10 metros, donde vieron cómo se iba derrumbando su colegio. Del inmueble apenas unos salones quedaron de pie.
Pero el impacto fue mayor, ya que a espaldas de María Fernanda dos iglesias también colapsaron, un negocio de cervezas se vino abajo junto a otras casas.
“Sentí feo porque pensé que iba a morir”, dice.
La Parroquia de San Miguel Arcángel, construida en 1884, que era un icono religioso de la comunidad, se derrumbó. Una iglesia aledaña también se cayó y el Santuario del Señor de Tula sufrió severos daños.
Los pobladores afectados narran a EL UNIVERSAL que dormirán en las calles, frente a sus viviendas, por el temor de perder lo último que les queda debido a posibles rapiñas.
El Ejército ha llegado al municipio de más de 20 mil habitantes y donde se contabilizan al menos 19 muertos. También lo ha hecho maquinaria pesada que poco a poco logra quitar algunos escombros.
En ruinas, central de autobuses. “Reaccionamos a tiempo y salimos de la casa”, narra Danilo Ramírez Miranda, quien es uno de los tantos damnificados y que logró salir a tiempo de su vivienda para evitar mayores pérdidas humanas.
Si no fuera por las labores de remoción, el centro de Jojutla sería un pueblo fantasma. Ningún negocio abrió, y en la periferia algunas personas abren sus fondas para abastecer de comida a los propios ciudadanos. También se han instalado cinco campamentos para damnificados por parte del Ejército en los deportivos de la comunidad, hoteles y escuelas. Ahí se reparte comida.
De acuerdo con la Comisión Federal de Electricidad (CFE), hasta ayer se había restablecido la energía eléctrica en 90%, pero el 10% restante tardará debido a que tienen que derrumbarse edificios que quedaron inservibles.
En total, en el estado se han contabilizado más de 2 mil viviendas dañadas en distintos puntos.
Durante el día de ayer llegaron 3 mil 125 despensas y se esperan otras 8 mil 647 más para atender a las personas que quedaron sin casas.
Asimismo, se ha dispuesto de 15 mil cobertores y 15 mil colchonetas. Cae la noche en Jojutla y los brigadistas se retiran. Continuarán días largos y difíciles de una reconstrucción que no ve inicio ni final.