¿Se va a caer? Se va a caer. ¡Se va a caer!
Fue un acto de desafío a la naturaleza.
Después del 85, cuando la Roma y la Condesa sufrieron en serio los efectos del sismo, los chilangos, para el gusto de los desarrolladores inmobiliarios, la convirtieron en los barrios del “momento”, como los llamó The New York Times hace unos años. Restaurantes, bares, tiendas, edificios, más edificios, viejas casonas hermosas rehabilitadas.
Uno no era nadie si no vivía en esos barrios. Ahí donde se camina, se anda en bici, se disfrutan los parques y los amplios camellones, se pasea a los perros, se conoce al vecino. Otra ciudad, pues, una deseable. A la sombra del nuevo Paseo de la Reforma con sus enormes y nuevos rascacielos. Cerca de todo, con acceso a transporte público, el precio del metro cuadrado para rentar o comprar se volvió estratosférico.
Sí, es cierto, la Condesa comenzaba a inundarse con demasiada regularidad, pero seguía valiendo la pena y el gobierno comenzó a cambiar el drenaje. Sí, es cierto, el ruido, me dicen los que ahí viven se estaba volviendo insoportable, pero era el precio de vivir donde hay que vivir. En los últimos años, las colonias aledañas comenzaron a competir. Que si la San Miguel Chapultepec, que si la Juárez, hay quien imaginó que hasta la Doctores habría de rehabilitarse.
Ayer recorrí por horas la Condesa y la Roma. ¿Se va a caer? Se va a caer. ¡Se va a caer! Fueron las palabras que más escuché frente a edificios deshabitados a la espera de que alguien les respondiera. En un lapso de tres horas me tocaron dos emergencias callejeras porque los brigadistas pensaban que algún edificio colapsaba en ese momento. Vi a cientos de personas, familias que contaban cómo no veían la manera de volver a habitar esos edificios.
En la colonia Del Valle, en Taxqueña, en Xochimilco la situación es similar. Todos conocemos a alguien que no ha dormido estas noches en su casa y que no sabe cuándo podrá hacerlo.
Es una primera impresión, pero pareciera que tenemos muchos edificios dañados.
Hoy es el momento de los paramédicos y los rescatistas, y el agua y las medicinas. Y como siempre en esta ciudad solidaria y amorosa, hay de sobra. Muy pronto será el de los ingenieros y los constructores.
Y de repensar cómo se reconstruyen los barrios que habían derrotado al temblor del 85.