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En Jojutla, muerte, desesperanza y desolación

 

 

 
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Cientos de casas destruidas y 22 personas fallecidas dejó el terremoto del martes en JojutlaFoto Víctor Camacho
Jojutla, Mor.

El ensordecedor ruido de los trascavos que remueven los escombros en una de las esquinas más golpeadas de la calle 18 de Marzo, de la colonia Emiliano Zapata, por el sismo, rompen la solemnidad del velorio con que un puñado de parientes y amigos pretenden celebran los rituales religiosos antes de sepultar su cuerpo. Su decisión de entrar a salvar a un menor del derrumbe del inmueble le costó la muerte.

Anoche vino su madre para despedir a Bertha. Lloró en su caja, le puso flores y le agradeció que el niño aún vive, cuenta Nohemí Almanza, de fe evangélica, quien precisa que una viga le partió la cabeza a Bertha. Es el último de la casi media docena de sepelios que en un par de manzanas se han realizado en este barrio, en medio del frenesí de los pobladores urgidos de sacar lo más valioso de sus casas antes de que una réplica los sepulte en definitiva.

En varias cuadras a la redonda la imagen es catastrófica. Hay decenas de inmuebles que cayeron fulminados al momento mismo de la sacudida o los dejó heridos de muerte, urgiendo la demolición. O, por inexplicables caprichos geológicos, a algunos otros sólo les provocó grietas, pero la colonia Emiliano Zapata se transformó en escenario de muerte, desesperanza y desolación.

En esta zona la protección civil es una mera referencia sin sentido. Los camiones de volteo y trascavos cruzan en un ir y venir hasta la zona cero de la colonia, tres cuadras colapsadas casi por completo, incluida la iglesia de la Santa Cruz, que se desplomó. Con su pesada carga los vehículos atraviesan en medio de las decenas de inmuebles, muchos de los cuales continúan milagrosamente en pie a la espera de una réplica o, por ahora, como una posibilidad lejana, que alguna autoridad proceda a demolerlos.

Residente en una casa de dos pisos, cuyo destino inevitablemente es la demolición, un policía utiliza su día franco para recoger los documentos fundamentales de la familia, lo necesario para la identificación. Por añadidura, el inmueble de al lado está al borde de caer e inevitablemente arrastraría su vivienda. Ojalá la ayuda no sólo sea la alimentación en estos momentos, que hay de sobra, sino que realmente venga después, cuando realmente será lo más costoso. ¿Dónde vamos a vivir?.

–¿Su nombre?

–Así déjelo.

–¿Y el gobernador?

–No se ha parado. Dicen que ayer estuvo con el Presidente (Enrique Peña Nieto) pero casi nadie lo vio.

Jojutla, zona de desastre

El desplome del Instituto Morelos, colegio religioso ubicado en la colonia contigua, es reflejo de la potencia de la sacudida que resintió el pueblo, ubicado a una hora de Axochiapan, el epicentro oficial del movimiento telúrico.

Se vino abajo casi en su totalidad, salvo la fachada. Propiedad de las hermanas mercedarias, una de las escuelas más grandes, colapsó, pero no provocó víctimas. Un vistazo a las ruinas del plantel, con 74 años de historia, es un desafío a la lógica de cómo pudieron salir ilesos los 300 alumnos, las 10 maestras y cinco monjas que había en su interior.

Alejandra Rangel, superiora de la congregación, sólo encuentra explicación en sus creencias religiosas: Cosa de Dios. El aparatoso derrumbe llamó la atención del general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, quien, como parte de la comitiva del Presidente, recorrió una zona de Jojutla. Me aseguró que se haría cargo.

Nadie recuerda un temblor así, sostiene una mujer que con pesadumbre ve a la distancia a su hija sacar las últimas desvencijadas cosas del interior de la inservible vivienda donde habitaba hace 60 años. Ni mi madre sintió algo parecido, acota para enfatizar que el terremoto del martes fue algo nunca visto en la región.

Parecía que taladraban al pueblo, reafirma su vecino. La autoridad parece insuficiente y sólo un puñado de brigadistas apoya en las labores de remover las piedras en que se convirtieron las viviendas.

Aunque rige el Plan Mx de coordinación, el despliegue del Ejército pareciera de un puñado de elementos, la Policía Federal es insuficiente, el Mando Único de Morelos sirve para restringir el paso y sólo los volteos y trascavos de compañías privadas respaldan lo que luce como una escasa presencia oficial para remover escombros en zonas muy focalizadas.

Compréndanos, no somos máquinas; quisiéramos tener la movilidad de los trascavos, justifica un teniente a la gente que clama explicaciones e implora ayuda. Que alguien les diga qué pasará con su casa, que les despeje la incertidumbre. El teniente es el encargado de levantar un censo para comenzar a definir los polígonos de evaluación, según informa a un puñado de mujeres que parece sólo entender que esto va a tardar, que es lo último que les dijo.

Ayuda, promesa

Muy pocos han tenido suerte de encontrar una razón de las acciones que se han emprendido en Jojutla. Y es que son tantos los damnificados y parecen tan pocos quienes los auxilian.

Cruzando el puente de Los Suspiros, parcialmente clausurado porque la estructura está seriamente dañada, está Genaro Celis, empleado de Megacable ya entrado en años, cuya desazón es inocultable tras la muerte de su hija de 25 años y su nieta de unos meses, quienes fallecieron entre las ruinas en que se convirtió su vivienda.

Su semblante oscila entre la tristeza y el enojo: Arriba de esa viga de mi casa habló ayer el Presidente y nos prometió ayuda. Se apresura a localizar el video de las palabras presidenciales, que guardará como prueba de la promesa que espera se cumpla. Y si no, se lo vamos a exigir.

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