El país que no pudo juzgar a "El Chapo"
Hoy está clara la voluntad del gobierno mexicano para extraditar a Joaquín El Chapo Guzmán a Estados Unidos. Nada ha cambiado desde que en Davos el presidente Peña Nieto dijera que “la indicación que tiene la Procuraduría General de la República es trabajar y acelerar su trabajo para lograr, lo más pronto posible, la extradición de este delincuente de alta peligrosidad”.
Más temprano que tarde, Guzmán Loera estará en una prisión de Estados Unidos donde las diferentes agencias estadunidenses podrán negociar con él, extraer información y seguir acumulando inteligencia sobre el tráfico de drogas y la delincuencia en México.
En los próximos años, conforme se acerque el proceso electoral, este gobierno querrá vendernos la historia de El Chapo como una de éxito.
Yo me lo pensaría dos veces.
La narrativa del caso también es otra.
Esta es la historia de un delincuente que se escapó dos veces de penales de alta seguridad, que entre su primer escape y su segunda aprehensión construyó, sin mucho estorbo y a veces con la ayuda de agencias de seguridad del gobierno, el más grande imperio del tráfico de drogas y crimen de la historia contemporánea de México. Responsable directo e indirecto de miles de muertes, corruptor de empresarios, policías, gobernantes, jueces. En ese lapso tuvo hijos, esposas, fiestas, cruzó la frontera algunas veces, se codeó con artistas e influyentes.
¿Qué gobierno, qué Estado es aquél que no se siente capaz de encarcelar, juzgar, sentenciar y hacer cumplir esa sentencia a su criminal más peligroso, al más cruel, al más dañino, al que cometió la mayoría de sus crímenes en su territorio, el más buscado?
Un Estado fallido.
No soy inocente. Entiendo que nuestro laberíntico sistema judicial, nuestras añejas deficiencias en la investigación, la vulnerabilidad de los jueces, la incapacidad de nuestros ministerios públicos, la magia del dinero en manos de buenos abogados, la debilidad de nuestro sistema penitenciario, y así varios etcétera, son un riesgo.
También sé que todo esto es producto no de éste, sino de por lo menos tres gobiernos de diferentes partidos y de gobernadores y presidentes municipales y poderes judiciales de múltiples colores y sabores.
Pero es por todo esto que la narrativa es aún peor.
Vendrá la extradición de Guzmán Loera.
Será una vergonzosa confesión de parte. Una rendición.
Que nadie, nunca, la quiera vender como un éxito.
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