Salgo de mi casa camino hacia el centro que está a cincuenta metros y el aire me cubre los ojos y un rumor a sobresalto me irisa la piel y allá arriba –lo que por categoría lingüística así lo llamamos- el cielo asoma sobra la copa de un viejo árbol amigo un par de nubes que apuntan sus tentáculos blancos hacia el oriente o hacia donde creo se ubica uno de los puntos cardinales que nos sitúan medianamente en el planeta que gira y rueda y da tumbos como una bola de baloncesto lo extraño es que no veo la silueta de cantera y piedra cubierta de argamasa luciente y a esta hora mordida por los rayos del sol que abrillantan la superficie ajada por los siglos bajo el poder de los doce frailes franciscanos que en 1524 dirigidos por fray Martín de Valencia inician la evangelización de la Nueva España pero no es importante sacarlo a cuento porque mientras avanzo y viro a la derecha sobre la calle Ampudia del Valle lo que le suena muy extraño a mis ojos es la ausencia de la torre mayor y el campanario de la iglesia de Santiago Apóstol de Jiutepec el exterminador de moros y emblema español durante los últimos años de la dominación árabe pero eso tampoco importa lo extraño es el vacío, la ausencia de la torre el silencio de la gente que cruza con la mirada baja y en calidad de penitentes del silencio se percibe que hay aunque nadie lo encare una contemplación del vacío que durante siglos fue un punto de encuentros de generaciones desde los frailes que sobre las ruinas del templo prehispánico erigieron el suyo muy al estilo romano con brazos y fuerza de los hermanos de los pueblos originarios que no solo sufrieron la conquista y una invasión también el saqueo y la muerte a manos de los evangelizadores y conquistadores pero esa es otra historia mientras avanzo el vacío se apodera no solo de mi sino de mis recuerdos de infancia y como el campanario daba las horas del despertar a la vida y a la muerte con el constante anuncio de un difunto con los repiques a dos voces de la campaña mayor y menor que unos hijos de gitanos construyeron en el atrio de la iglesia con inmensos lingotes de bronce y al mismo tiempo el lenguaje de las campanas fue durante siglos el reloj sonoro que organizaba a los pueblos para las horas de oración y rogación de fiestas y carnestolendas y previo a la Semana Santa enmudecían y los niños nos hacíamos una pregunta ¿por quien callan las campanas? y sin saber qué responder avanzo por la calle y al llegar a la boca que da a la plaza de Jiutepec el vacío se apodera de mi la torre ya no esta en su sitio y tras un amate frondoso se esconden los muros mondos no hay travesía que no termine ni camino que se dilate hasta el infinito.
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Me introduzco a la plaza y a mi izquierda unas letras espantosas de colores inmisericordes me golpean mi poco o mucho sentido estético y me pregunto ¿a quién se le ocurrió poner esas letras espantosas y que clase de negocio es porque las he visto en casi todas las capitales y ciudades y pueblos importantes de México? y sin entrar en detalles observo a tres decenas de jóvenes organizando brigadas para ayudar los miles de damnificados que ha dejado el terremoto del 21 de septiembre y pensar que apenas ayer los conductores de los tracto camiones con ayuda solidaria fueron desviados a punta de pistola a las bodegas del DIF estatal me vuelvo a preguntar ¿entonces para que existe un gobierno así? mejor organizarse en calpulis o centros de acopio comunitario y en un poder real atrás y por encima del que han generado los gobernantes de México pero como estoy tratando de llegar al vacío no es correcto desviar mi atención porque mientras avanzo veo a la distancia como los sacerdotes tuvieron que incorporar el nuevo orden teocrático y resignificar los hábitos de
las culturas prehispánicas dando como resultado un sincretismo que se manifestó en la propia arquitectura de las casas de oración y conventos como el de Jiutepec parido en el siglo xvi en cuyos los muros una vez raspados se aprecia la mano del arte pictórico prehispánico en flores y rosetones pintados al fresco con arcillas rojas que cobran vida en mi memoria y al caminar por la plaza veo el pasado desenrollarse entre las copas de los árboles y al centro de la plaza reticular el campanario hacedor de ilusiones y tristezas.