Extorsión, la pesadilla está de vuelta
“Sé que estás en Ecatepec, con tu familia, vamos a empezar a derramar sangre”.
Había recibido llamadas de extorsión desde varios números. Así que el empresario dejó de contestar. Los extorsionadores comenzaron a enviarle mensajes cada vez más amenazantes.
Dos de los socios de su empresa, asentada en el Estado de México, recibieron también llamadas, mensajes.
Decidieron apagar sus celulares. Los extorsionadores llamaron entonces a las oficinas de la firma: “Yo soy el que te está siguiendo. Esto va de hombres. Abre tu teléfono”, dijo una voz.
El empresario se apegó al manual: “No contestes y reporta”. Esa noche dejaron bajo la puerta una fotografía en la que aparecía al lado de sus socios. La habían tomado con un celular. Cada quien tenía su nombre escrito con bolígrafo. Del otro lado de la foto había una nota: “Para que veas que te podemos llegar”.
El mensaje informaba que los extorsionadores conocían incluso el domicilio del empresario. “Piénsale”, le recomendaban.
El empresario lo pensó. Contestó la llamada siguiente.
Lo que se dijo en esa llamada se ajusta a uno de los patrones de extorsión más registrados en 2017, un año en el que este delito repuntó dramáticamente en México. Solo entre enero y agosto fueron denunciados 685 casos en el Edomex, la entidad con mayor número de extorsiones en el país.
En ese lapso, hubo 3,925 casos de extorsión registrados en México: aproximadamente, 16 por día.
—Tu sabes que te he hablado de buena manera —dijo el extorsionador a la mañana siguiente—. ¿O te he faltado al respeto con alguna mala palabra, alguien de mi gente te ha tocado a tu gente? Yo quiero llevar la fiesta en paz, como lo vengo haciendo con todos los empresarios de Ecatepec. Pero bueno, creo que ya me excedí mucho hablándote así. Podemos colgar la llamada y que pase lo que tenga que pasar.
—No, no. No sé en qué esté pensando. Dígame qué quiere —respondió la víctima.
—Mira, yo insisto en hablarte como la gente. Todo tiene solución, excepto cuando llega la muerte...
—Por eso. Dígame en qué está pensando.
—Un único pago de 200 mil pesos. Es todo lo que te vamos a pedir. No te estamos cobrando renta.
—Pero oiga, está equivocado. Yo no tengo ese dinero.
—Yo sé bien lo que tienes y te estoy pidiendo lo mínimo.
—No, le informaron mal. Nosotros vamos al día.
—A ver, yo no soy limosnero. Te estoy hablando de la seguridad de los que traen tu apellido. No me hagas pensar que no te interesa estar bien conmigo. Te pedí una cantidad razonable. Y no te la exigí, porque si te la pensara exigir ya hubiera levantado a uno de los tuyos. ¿Cuánto puedes entregar?
—Déjeme ver, tengo que hablar con mis socios. Deme hasta mañana para platicar.
—Mira, a ti no te parecería si yo te dijera “déjame ver si sigo sin quemarte tu negocio”, ¿verdad? Esta situación es para hoy. Nos atrasas todo. Tengo droga qué mover. Tengo que mover armas, tengo que mover gente. Y esa lana, ¿tú no me la vas a reembolsar, verdad? Pero, de veras, si no se puede, no se puede. Me dices: “¿Sabes qué? No hay jale”, y colgamos, y que pase lo que tenga qué pasar.
Autoridades federales determinaron que la llamada procedía de un centro de reclusión: ante las intensas campañas que llaman a “colgar y reportar”, los extorsionadores recurren a cómplices que se encuentran en libertad para obtener información fresca sobre sus víctimas.
Entre enero y mayo de 2017, la extorsión había subido 129% en relación con el mismo periodo del año anterior. Hubo estados como Veracruz, Baja California y Tamaulipas, en los que este delito ascendió 348, 321 y 238 por ciento, respectivamente.
El informe de víctimas de enero a agosto de 2017, realizado por la Secretaría de Gobernación, indica que la mitad de las extorsiones registradas en el país se cometieron en cuatro entidades: Estado de México, Nuevo León, Jalisco y la Ciudad de México.
La pesadilla está de vuelta… Lo estará mientras no termine la corrupción en los reclusorios.
@hdemauleon
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