Un tiro en la frente y un reguero de sangre
Su teléfono comenzó a sonar el viernes pasado. Era una llamada foránea: Lada 784. Una voz amable le preguntó cómo estaba, qué decía la familia. “Carlos”, empresario en un municipio conurbado del Estado de México, creyó que el que llamaba era un cliente. Le dijo que todo bien, le dio las gracias.
—Estoy aquí afuera de tu oficina —dijo la voz—. Llevas una camisa a cuadros, te acabas de bajar de un coche blanco.
Era cierto. “Carlos” comprendió que estaba siendo víctima de una extorsión. Cortó la llamada. Regresó cuanto antes a su auto y se alejó de la oficina, mirando fijamente por el retrovisor. No lo seguían. No logró ver a nadie.
El Lada 784 intentó comunicarse varias veces. No tuvo éxito. Comenzaron a llamar entonces de un número local. “Carlos” no respondió. El extorsionador decidió marcar entonces al número fijo de la empresa. Pidió con “el señor”. Le dijeron que no estaba. Respondió:
—Le estoy llamando por unas piezas que le encargué a él y a su prima, allá en el mercado de Los Reyes (en Los Reyes “Carlos” se surte de materia prima). Dígale que lo estoy esperando afuera de su casa (el hombre mencionó la dirección), que lo ando buscando por acá.
—Es que no está –respondió la encargada.
—Me urge comunicarme —insistió el otro.
Al teléfono de “Carlos” llegaron poco después dos fotos. En una aparecía su mujer con una de sus hijas. En otra, el resto de las niñas. Había un mensaje de texto: “A kual kieres ke desaparesca”.
Un rato más tarde llegó otra foto. La habían tomado desde un auto. Era una foto mala, borrosa. Lo importante es que en ella aparecía la fachada de la casa de “Carlos”.
Pasó un minuto y hubo una foto más. Ahora se veía a un hombre al volante de un auto. El hombre tenía un tiro en la frente, y la sangre y los sesos le chorreaban por el cuerpo. “No vaia a ser que aparescas muerto en el coche ese que traes”.
“Carlos” apagó el teléfono, voló a su casa y sacó de ahí a su familia. Llamó al 088 y reportó los números desde los cuales le habían marcado. Le recomendaron no contestar.
Esa noche ni él ni su familia durmieron en la casa. Al día siguiente decidió no presentarse en la empresa. El teléfono sonó 12 veces.
A las tres de la tarde llegaron dos mensajes:
“K Tal. Crees que ahiga necesidad de entrar al negocio por ti CARLOS Contesta mi amigo yo estoy aquí en la tienda de al lado dispuesto a dialogar”.
El otro decía:
“Yo nomás vengo a dialogar la seguridad de tus hijas, y de tu gente”.
El extorsionador dejó también dos mensajes de voz. El primero:
“Mira mi amigo, yo vengo a negociar de una buena manera, ¿verdad? Ahora sí que yo pienso que no hay necesidad ni de molestar a tus hijas, ¿verdad? Ni a ‘Sandra’, ni a ‘Verónica’, ni a ‘Patricia’. Mucho menos a tu esposa, la señora ‘Carmen’. Yo quiero que me contestes el llamado, ya no me estés echando evasivas. Si no, te juro por mis muertos que esta misma noche te voy a vestir de negro y voy a hacer que cierres ese puto negocio que tienes en la calle X”.
El segundo decía:
“Qué pasó mi amigo, ¿no va a contestar el llamado? ¿Qué hacemos mi amigo? Hay necesidad que acerque a mi gente o negociamos de manera tranquila y pacífica. ¿Cómo le hacemos? Mejor contéstame la línea”.
Reporté ayer que el Estado de México ocupa el primer lugar nacional en el delito de extorsión. Se denunciaron 685 casos entre enero y agosto de 2017. Los números, sin embargo, dicen poco. Ignoramos el drama que hay detrás de cada cifra.
Desde el sábado pasado la familia de “Carlos” no regresa a su casa. Él tampoco ha asistido a su oficina. Está buscando “irse” del Edomex. Piensa en las fotos, los mensajes, los audios. Piensa también en la foto del hombre dentro del auto.
Con un tiro en la frente y un reguero de sangre.