Televisa y Univisión firmaron un convenio en diciembre pasado, que permitirá a la empresa de Emilio Azcárraga Jean –que controla el 38% de las acciones de la quinta cadena de televisión más importante en Estados Unidos y la principal en el mercado hispano– aumentar su expansión en esa nación. Para Televisa, que ha perdido ingresos y ratings en el mercado mexicano, la expansión es estratégica. Por eso, la divulgación de una carta anónima que se envió en abril a la Sección de Fraudes de la División Criminal del Departamento de Justicia, que grita que investiguen a sus ejecutivos por lavado de dinero e incurrir en prácticas corruptas, desquició al alto mando de Televisa. En juego está su futuro en la repartición de un mercado de más de 18 mil millones de pesos anuales.
La carta anónima, como se describió en la entrega anterior, mezcla verdades y verosimilitudes. Televisa ha desmentido las imputaciones que le hacen, aunque difícilmente impedirá que la investiguen en Estados Unidos, el objetivo que parece pretender su acusador. La pregunta central es de quién vino la embestida, para ver de qué tamaño es el enemigo. La carta tiene un formato parecido al que se usa con regularidad en esa nación. Si bien su inglés es impecable, no tiene un lenguaje rígidamente jurídico y transfiere algunos mexicanismos que chocan con lo árido del anglosajón. Es picante en muchos episodios, con nombres que alimentan el morbo, con información que sólo alguien con acceso a la élite de Televisa y a sus estructuras invisibles, podrían haber sabido.
Por ejemplo, en la mezcla de cosas ciertas y falsas aparece el nombre de Efrén Yaber Jiménez, que en la estructura de Televisa aparece meramente como un empleado administrativo. En la carta lo ubican dentro de la nómina de Noticias, pero con atribuciones extraordinarias. Por un lado, lo señala como el receptor de copias de las transferencias de recursos provenientes de gobiernos federal y estatales por los convenios publicitarios, y por otro, de haber contado recursos en efectivo no auditados donde “llegaba a tomar entre 50 y 75%” del total. ¿Quién podría saber ese tipo de detalles si no alguien que estaba en el núcleo de esas operaciones? ¿Cómo comprobarlo? Personas que conocen de la investigación que se hizo en Televisa, afirman que los datos son falsos.
Ciertos o falsos, la precisión incuba sospechas. Yaber Jiménez es contador y figura como socio de Azcárraga Jean en varias empresas creadas en Florida y California. Según la carta, es su socio en empresas “LLC”, que es el modelo legal menos complejo que existe y que permite no presentar declaración de impuestos, ni ser ciudadano o residente permanente en Estados Unidos, además de tener responsabilidades legales limitadas. La carta las identifica como “EMILIO INCORPORATED”, “EMSHAR PALM LLC”, y “EMIL, LLC”. Uno puede pensar que si son empresas que se crearon con recursos mal habidos, no se llamarían como el dueño de Televisa, ni que usaría, como en la segunda de ellas, las cuatro primeras letras del nombre de su esposa. Menos aún que la dirección de las empresas fuera la dirección privada de la propiedad de Azcárraga Jean en Miami.
Igual sucede con los aviones que, señala la carta, De Angoitia adquirió con recursos escondidos a los accionistas. Los aviones tienen matrículas XA-SKY y XA-EAJ. El XA se utiliza para aviones privados, y la segunda parte de la matrícula se refiere al sistema de televisión de paga, SKY, y a las iniciales del presidente de Televisa. La obviedad no es sinónimo de inocencia, por supuesto, pero choca con lo racional. Hay otros datos más contundentes que sugieren la existencia de un topo en Televisa. Uno de los que más, la carta enviada a todos los accionistas de Televisa y Univisión llegó al correo privado de Azcárraga Jean, y no al que utiliza con regularidad.
El objetivo más atacado en la denuncia es De Angoitia, el cerebro financiero de la empresa, sobre quien abundan los detalles personales, como las cuentas de los dos bancos estadounidenses donde, afirma el denunciante anónimo, depositó dinero mal habido –para configurar el delito de lavado de dinero–, los números de su credencial de elector y cédula profesional, y hasta los nombres de sus cuatro guardaespaldas. Es decir, el mensaje es que los conocen perfectamente. ¿Quién puede ser? Hay muchos muertos en el camino de los televisos, pero ¿quién con información explosiva?
Esta semana, el vicepresidente de Televisa, Javier Tejado, dijo que tenían idea de dónde venía todo. “En el escrito se desvelan temas de telecomunicaciones”, afirmó, con lo que sugirió que Carlos Slim, el magnate de las telecomunicaciones, con quien se enfrentaron los televisos, está detrás de todo. Si así fuera, él no tendría acceso a toda la información privada contenida en la carta. No hay nadie con ese tipo de acceso, como Alejandro Quintero, el arquitecto de los convenios de publicidad política, que fue despedido de una muy mala manera por De Angoitia. ¿Es el topo? No se sabe. Pero el pleito es tan grande que quien decidió tomarlo, deberá tener claro por dónde es la ruta de escape. Tiene, no obstante, una ventaja implícita: este caso de Televisa se inscribe en toda la crítica que hay en Estados Unidos sobre la corrupción y la impunidad en México, por lo que las percepciones corren a favor del denunciante, hasta que se demuestre plenamente lo contrario.
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