¿Y EL DOCTOR NARRO QUÉ?
“La ciencia, a pesar de sus progresos increíbles, no puede ni podrá nunca explicarlo todo. Cada vez ganará nuevas zonas a lo que hoy parece inexplicable. Pero las rayas fronterizas del saber, por muy lejos que se eleven, tendrán siempre delante un infinito mundo de misterio…”
Esa poderosa herramienta que es la imaginación, me lleva a pensar una ociosidad: ¿cómo sería la forma en que el señor Enrique Peña Nieto le dijo o dio a entender al doctor José Narro Robles que era uno de los posibles candidatos a la silla máxima de este país.
En tal juego hipotético, lo primero que se me ocurre pensar es que en una charla distendida, probablemente al término del Acuerdo, el inquilino de la Casa Presidencial, le soltó al galeno la noticia que su nombre estaba incluido en la lista, pero que era una posibilidad. Una segunda idea menos romántica, es que el nombre, al más puro estilo “Peña”, haya sido lanzado sin consultar, sin decir “agua va”, y dicho por el encargado de comunicar ante los periodistas la famosa relación, tuvo plena validez, por haber sido pronunciada por un personaje del sistema, como todo quedamos enterados.
No es la primera vez que un Secretario de Salud o como antes e estilaba, un Titular de Salubridad y Asistencia participara en la contienda, o mejor dicho en la preselección de candidatos a la Presidencia. En tiempos de don Adolfo Ruiz Cortines, el doctor Morones Prieto, fue un aspirante del grupo que formaron parte Gilberto Flores Muñoz, el entonces Secretario de Agricultura, el licenciado Adolfo López Mateos, Secretario del Trabajo, que resulto el elegido, pero para “darle sabor al caldo”, como se dice vulgarmente, el señor Ruiz Cotines metió en la lista a otros probables como a don Antonio Carrillo Flores, encargado en ese momento de la cartera de Hacienda y Crédito Público, a don Ángel Carbajal, Titular de Gobernación y, desde luego al doctor Morones apodado “ojo parado”, por señalar algunos de los más mencionados.
Fiel a su proverbial socarronería, don Adolfo Ruiz Cortines encargó una minuciosa auditoría a la Secretaría de Agricultura, otra más a la de Gobernación y se cuidó mucho de no decir una palabra sobre la Secretaría de Salubridad, pues el Procurador General de la República, el inefable don José Aguilar y Maya era muy amigo del doctor Morones y apostaba que en él recaería la candidatura.
Pero ya en el tema de este modesto punto de vista, es increíble, casi de causar preocupación que un hombre de la estatura profesional y académica del doctor José Narro Robles haya querido participar en la vorágine de un juego desigual entre aspirantes de un partido político en plena crisis existencial y conceptual.
Es el doctor José Narro, poseedor de credenciales impecables que atestiguan su preparación, nivel cultural, pensamiento lúcido. Bien pueden llenar una cuartilla por lo copioso y sin duda puede formar parte de la reducida galería de los grandes científicos de esta nación, además que fue un gran rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, sustituyó a la doctora Mercedes Juan en la cartera de Salud, con el halo protector de haber sido un excelente dirigente en la Máxima Casa de Estudios.
Sin embargo, ha sufrido la metamorfosis no del encargo público, sino lo que es peor, el baladí pensamiento de quien puede ser o no. A propósito, el viejo Ruiz Cortines decía que el poder a muchos inteligentes pierde.
Es increíble que un hombre como Narro que ha mostrado entre sus virtudes prudencia, alomo y congruencia hoy deje de serlo. Valdría la pena recordar a don José algunas de sus frases:
“No tendremos desarrollo verdadero y mejores niveles de vida, mientras persista la pobreza que nos marca y avergüenza. En tanto la nuestra sea la región más desigual del planeta, mientras tengamos niños que mueren prematuramente y existan muertes prevenibles, en tanto nuestros adolescentes no tengan acceso a la educación y estén expuestos al riesgo de las drogas, mientras nuestros jóvenes universitarios no tengan empleos dignos y nuestra población carezca de los niveles mínimos de subsistencia y bienestar.
[…]
“Ninguna política, ningún modelo económico vale la pena si no produce bienestar social, si no facilita la igualdad de oportunidades, si no hace cumplir efectivamente los derechos sociales, si no aminoran las desigualdades y la pobreza.
[…]
“…soy uno de los muchos que consideran que, si bien la educación no resuelve todos los problemas, sin ella no encuentra solución ninguno de los importantes. De igual forma sostengo que la salud está en todo e importa a todos. Es un derecho y un igualador, es un requisito para el progreso y genera un boleto al disfrute de la vida. Es por esto que, para cualquier estado nacional, para cualquier gobierno responsable, son las dos grandes pinzas del desarrollo social.”
Las citas anteriormente expresadas corresponden a las alocuciones de don José en la aceptación de varios doctorados Honoris Causa a los que se ha hecho merecedor por parte de prestigiadas instituciones como la Universidad de Chile y otras más, por lo que en obviedad no hago las separatas bibliográficas correspondientes.
Pero la incongruencia aparece cuando en vez de defender la política de salud que heredó de otros Secretarios y de hombres verdaderamente comprometidos con México y con la gratuidad del sistema de salud nacional, le importa más perseguir la quimérica candidatura presidencial y cumplir a rajatabla con las políticas neoliberales al hacer posible la monstruosa reforma al sector salud.
Me refiero concretamente, a que hasta hace algunos meses algún ciudadano acudía a una institución del sector Salud y tanto los medicamentos, como muchas de las curaciones e inclusive los gastos hospitalarios eran sufragados en gran parte por las instituciones del sistema mientras que el usuario pagaba una mínima parte, accesible a sus posibilidades económicas. Hoy es lo contrario, el paciente debe sufragar la totalidad del gasto lo cual, sale muchas veces del magro presupuesto familiar.
Si se atiende a la estadística nacional, más del 50% de la población se encuentra en algún grado de pobreza, luego entonces cabe preguntarse ¿cómo es posible que el común denominador de la ciudadanía obtenga recursos para atenderse médicamente?, si apenas con lo que gana medio come, medio viste o mejor dicho medio subsiste y el segmento demográfico que tiene para sufragar gastos médicos apenas llega al 5% de la población.
Al prologar un libro, don José Narro Robles dijo que de acuerdo con la OMS y el Banco Mundial, 400 millones de personas carecen de acceso a los servicios de salud esenciales y que 6% que vive en países de ingreso bajo y mediano cae o se hunde en la pobreza extrema a causa de los gastos que realizan en salud; asimismo, “…La situación es aún más dramática cuando se comprueba que la atención recibida es de mala calidad y, en no rara vez, incluso dañina. El círculo vicioso salta a la vista: la pobreza y la exclusión social se asocian a la falta de acceso a los servicios y a una mala medicina, lo que provoca daños a la salud que empobrece aún más a las familias… y concluye con una verdad lapidaria: “…ser pobre y enfermo es una tragedia individual, familiar y colectiva…”
Es un deseo, pero ojalá México no pierda un buen científico por una carrera en la que no se sabe si será ganador o perdedor.
No le pase aquello que en alguna ocasión escribió don Alfonso Reyes: “…¿en qué se parece una ostra a un sabio?, en que la ostra en el fondo del mar bosteza, el sabio hace bostezar…”