El optimismo de Meade tiene un límite: “La pobreza, la gran deuda del país”
Por no ser militante priista, pero sí uno de los favoritos de Peña Nieto a sucederlo, el PRI debió modificar sus estatutos
CIUDAD DE MÉXICO (PROCESO).- José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Hacienda y Crédito Público y el más aventajado de los aspirantes del PRI a suceder a Enrique Peña Nieto, lo tiene claro: “En las dimensiones sociales, en el reto de abatir la pobreza, es donde tenemos la deuda más grande con el país; es ahí donde la economía mexicana tiene la agenda más inacabada”.
Reconoce también que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue excluyente, no generó los empleos ni el crecimiento económico prometido, pues sólo apostó al sector externo sin impulsar medidas para fortalecer los motores de la economía interna.
Pero también defiende el espectacular crecimiento de la deuda pública y el aumento a los precios de las gasolinas, así como rechaza que las reformas estructurales, por no generar el crecimiento económico prometido, hayan sido un fracaso.
En entrevista con Proceso, el martes 24, acepta hablar lo mismo de economía que de política, pero es parco cuando se le pregunta por sus “posibilidades” presidenciales.
Escurridizo en los temas políticos, dispuesto pero desesperante en sus respuestas –no se anima a ser claro y directo en materia económica y financiera, ámbito en el que ha ejercido más de 26 años–, Meade se abre apenas un poco. Muestra sus tablas, sus conocimientos, su experiencia, pero no cede a provocaciones… y también es evasivo, pero sobre todo desborda un optimismo que todo lo ve bien ahora y avizora un futuro promisorio. “Estamos en la ruta correcta”, dice.
Meade –de 48 años, abogado por la UNAM, economista por el ITAM y doctor en economía por Yale– ha servido a gobiernos panistas, pero no es miembro del PAN. También lo ha hecho en administraciones priistas, pero tampoco es militante del PRI. Eso sí, en las elecciones de 2012, tras más de cinco años sirviendo a Acción Nacional y siendo secretario de Hacienda en el último año del gobierno de Felipe Calderón, votó por Enrique Peña Nieto.
Por no ser militante priista, pero sí uno de los favoritos de Peña Nieto a sucederlo, el PRI debió modificar sus estatutos para que pudiera competir por la candidatura presidencial de ese partido.
Indefinición
–Conforme se acerca el tiempo de decidir las candidaturas presidenciales, está claro que usted es el más visible, el que más se mueve, el que más simpatías concita. Basta ver cómo lo recibieron y despidieron en las cámaras de Diputados y Senadores, como candidato de facto. Es el gallo, sin duda, de los empresarios. Es la estrella en los foros públicos. ¿Cómo aprecia todas esas muestras de reconocimiento, de confianza, de preferencia?
–He hecho una trayectoria de servicio público, he buscado desde mi familia la vocación de servicio público en los espacios que se me han ofrecido desde la administración. Y siempre en el servicio público el hecho de que ese trabajo, ese desempeño, sea reconocido, pues es algo que uno agradece y que a uno lo distingue.
–¿Pero eso lo convence, le da ánimo para decir: “Sí voy”. “Sí quiero ser presidente”?
–Me da ánimo y energía para seguir en el esfuerzo y para seguir en el desarrollo de una trayectoria de servicio público, con independencia de lo que esa trayectoria depare.
–¿Por qué tan parco, secretario? Hace dos meses platicamos muy en confianza y me dejó la impresión de que le gustaba más el Banco de México que la Presidencia. No me lo dijo abiertamente, pero con esa impresión me quedé, por lo que me decía de la mala relación con Estados Unidos, el Congreso dividido aquí, la interminable guerra contra el narcotráfico, entre otras cosas. Pero desde hace rato ya no lo veo así. Los procesos se acercan. Regálele a nuestros lectores una respuesta más clara. ¿Le gustaría la Presidencia antes que el Banco de México?
–Es cierto que he sido consistente en mi respuesta, porque los tiempos, los desempeños, el encargo, tienen también sus propios calendarios, y conforme a esos calendarios, sin ser ajeno al contexto electoral, sin ser ajeno a las expresiones que yo agradezco, hoy me siguen teniendo en condición de secretario de Hacienda y cumpliendo con mis responsabilidades.
–Hay una parte de su discurso político que no me gusta. Varias veces se ha referido a la “generosidad” de la clase política mexicana. Al término de su comparecencia en la Cámara de Diputados, el jueves 5, hizo una verdadera apología de la clase política nacional: que gracias a ella hemos podido “construir en democracia”, sacar adelante los paquetes económicos de cada año, generar consensos… Yo no he visto esa generosidad ni las virtudes y bondades que le ve usted a la clase política del país. Yo más bien he visto mucha mezquindad y un profundo afán por cuidar los intereses personales y de partido.
“Es público que en materia de reformas estructurales, para conseguir las mayorías necesarias para aprobarlas, muchos diputados recibieron ‘gratificaciones’ para dar su voto en favor. Y lo que ya es una costumbre, y sabido públicamente, es lo de los famosos ‘moches’. ¿Qué dice de todo esto?”
–Mira, si uno revisa de 1997 para acá, este es un país sin mayorías, este es un país que ha construido en pluralidad. Si uno revisa en el extremo, en la última parte del sexenio del presidente Calderón, menos de la tercera parte de los diputados eran del partido del presidente en ese último tercio. Y el país enfrentó contextos difíciles.
“Si uno revisa una forma de medir el riesgo país, es viendo cómo cotizan los CDS (credit default swap), lo que paga uno para asegurar la deuda de México. Poquito antes de que se aprobara la reforma de 2009 (el año más crítico de la crisis internacional, que significo un severo desplome de la economía nacional), la prima que tenía que pagar México alcanzó su máximo histórico en más de 600 puntos base, creo que eran 635 puntos base, al poco tiempo de aprobar la reforma se recuperó la confianza en el país.
“Y sí, creo que hay ciertamente incidentes de reformas que se quedaron cortas (el sexenio pasado), esfuerzos que no lograron un entorno o un balance legislativo adecuado, pero también puede uno acreditar que hubo muchas reformas profundas, las que aquí referimos, pero muchas instancias donde en momentos difíciles los partidos se pusieron de acuerdo para darle al país los elementos que necesitaba para enfrentar espacios muy complicados.
“Y creo que a quien habría, si acaso, que reclamarle es a quien no ha sido parte de esos diálogos. Los consensos pueden haber sido insuficientes, nos pudimos haber quedado cortos, pero nunca nos faltó un consenso, y se construyeron en momentos bien difíciles, al amparo de decisiones bien complicadas.
“Y creo que eso abona a favor del diálogo, eso abona a favor de ser capaz de anteponer intereses, eso abona a favor de que en estos últimos 20 años nadie ha ganado todo, nadie ha perdido todo, y todos hemos estado en la posibilidad de dialogar y generar consensos que le han permitido al país transitar por momentos muy difíciles.”
–No entiendo… ¿los “moches”, las prebendas, tienen que ser parte de los acuerdos, de los consensos?
–Yo no tengo ninguna duda de que las negociaciones, todas, y los consensos, deben hacerse sobre bases transparentes, y sobre bases de las que debamos y podamos sentirnos contentos, orgullosos, y sobre bases, además, de las cuales puedan rendirse cuentas.
FOTO: SAÚL LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM