Hace 25 años, los líderes de los partidos de la derecha y la izquierda pregonaban que México viviría —literalmente— en la gloria una vez que el PRI fuera echado de Los Pinos.
Lo cierto es que engañaron a todos. ¿Por qué?
Porque en 1997 y en 2000 —respectivamente— el PRI fue echado de los gobiernos emblema —el entonces DF y Los Pinos—, pero al final poco o nada pasó. La alternancia en el poder de esos gobiernos cambió poco las cosas.
Y no pasó nada, al grado de que en 2012 regresó al poder presidencial “el odiado PRI”, mientras en Ciudad de México, el PRD ya no cuenta con la simpatía y la hegemonía del poder. Es decir, el PAN solo mantuvo el poder presidencial en dos gobiernos consecutivos y luego, desencantados, muchos ciudadanos regresaron al PRI.
De igual manera, desde 2012 la capital del país es gobernada por un político no partidista, como Miguel Mancera y hasta es posible el regreso de lo más viejo del PRI —bajo las siglas de Morena— ante el debilitamiento de los liderazgos del PRD y del PAN, que en la capital del país ya poco dicen a los electores.
Dicho de otro modo, resulta que el amor ciudadano por el PRD se desvaneció y el más seguro aspirante a jefe de Gobierno de CdMx se llama Ricardo Monreal, uno de los más habilidosos ex priistas.
Hace 30 años, cuando el PRI era el partido mayoritario en el Congreso de la Unión y en buena parte de los congresos locales, los líderes de la derecha y las izquierdas pregonaban que una vez consolidada la pluralidad partidista —y que ya no existiera la aplastante mayoría del PRI— los mexicanos podrían vivir el mejor de los mundos.
Pero también engañaron a todos. ¿Por qué?
Porque en el Congreso de la Unión —Cámara de Diputados y senadores— el PRI ya no es hegemónico, porque mandan las minorías y porque el PRI es la mayor de las minorías… pero todo sigue igual.
Es decir, el PRI ya no es mayoría en las cámaras de diputados y senadores, y —aun así— el Congreso está paralizado gracias a una pluralidad que multiplicó las viejas mañas del PRI tantas veces como partidos integran esa pluralidad. Queda claro que se trata de una pluralidad mentirosa que poco o nada soluciona.
Y en los congresos locales las cosas no son distintas. En todo el país el PRI ya no es la mayoría y no pasa nada, todo sigue igual, incluso en algunos casos la pluralidad en los congresos locales en un verdadero cochinero, como es la Asamblea Legislativa de CdMx, donde se dan escándalos propios de una cantina de barrio.
Hace 30 años, cuando el PRI tenía en sus manos la mayoría de los gobiernos estatales, los partidos de la derecha y la izquierda pregonaban que el fin de todos los males en esas entidades se conseguiría “echando a los corruptos del PRI”.
En abono a ese nuevo sueño de cambio, en 1989 empezó la alternancia en el poder estatal, con la llegada del PAN al gobierno de Baja California, lo que marcó una profunda ola de cambios estatales que, con el tiempo, permitieron la caída del PRI en casi todas las entidades, menos cinco de ellas.
Sin embargo, también en ese caso los líderes del PAN y del PRD engañaron a los ciudadanos. ¿Por qué?
Y es que la terca realidad confirmó que el problema de los gobiernos corruptos e ineficaces no es un problema de siglas o de partidos; los rateros, corruptos y delincuentes de la política están en todos los partidos; sea en PRI, PAN, PRD, Morena, PT, PVEM, MC y PES.
El PAN ha ganado 21 gobiernos estatales. ¿Quién recuerda uno de esos gobiernos como exitoso? En la mayoría de los casos el PRI los ha recuperado y en otros el PRD. A su vez, el partido amarillo ha ganado 11 gobiernos estatales y la mayoría fueron un total desastre.
Hace 28 años, el jefe del PRD, AMLO, pactó la primera alianza PAN-PRD. Entonces se dijo que era la mejor manera de acabar con los corruptos gobiernos del PRI y de darle a la gente el mejor de los gobiernos.
Pero PAN y PRD engañaron de nuevo a los electores. ¿Por qué?
Porque desde entonces a la fecha esas alianzas se han reeditado en por lo menos 10 estados. Y en todos el fracaso ha sido rotundo, al grado que debió regresar el PRI. Y los ejemplos más recientes son Oaxaca y Guerrero.
Hace 20 años muchas voces reclamaron espacios para candidatos independientes, en todos los puestos de elección popular.
Otro engaño. ¿Por qué?
Porque una vez que esas candidaturas son realidad, gobernadores y legisladores independientes resultaron un rotundo y vergonzoso fracaso.
Y no se diga el fracaso de los aspirantes presidenciales por la vía independiente, quienes —al parecer— no lograrán el requisito de casi un millón de firmas.
Políticos y partidos farsantes. ¿Hasta cuándo?
Al tiempo.