Tiempo de ocurrencias y promesas recicladas
A 10 días de que comiencen oficialmente los tiempos de “precampaña” del INE, los precandidatos simulados —que ya son virtualmente candidatos— comienzan su concurso y carrera de promesas recicladas, ocurrencias y hasta comentarios de franca demagogia. Encima del grotesco y desproporcionado bombardeo de 50 millones de spots que soportaremos los ciudadanos en tiempos oficiales de radio y televisión, donde ya tendremos que aguantar verles la cara o escucharlos todo el día con mensajes huecos y propaganda barata, están los discursos que, con retórica simplista y reduccionismo de la realidad que viven la mayoría de los mexicanos, tratarán de vendernos “espejitos” y soluciones mágicas o de reciclar las mismas propuestas de crecimiento, desarrollo y seguridad que hoy nos tienen sumidos en la desigualdad, la pobreza y la violencia.
Ayer y el sábado hubo dos primeras muestras de esas ocurrencias que, con mercadotecnia y labia política, soltarán los candidatos a raudales. La primera surgió del discurso y el mensaje con el que José Antonio Meade se convirtió en “precandidato oficial” del PRI, al recibir en la sede nacional del partido que lo postula, sin ser priísta, el certificado que lo acredita como tal. “Vamos a hacer de México una potencia que permita que todos vivamos mejor… Vamos a proponer una vía clara, realista y sensata de lo que México puede llegar a ser. De lo que va a llegar a ser cuando ganemos la Presidencia de la República”, dijo Meade.
Y es inevitable recordar la última vez que un candidato, que después llegó a presidente, nos embaucó con el cuento de que seríamos “potencia de primer mundo”. Se llamaba Carlos Salinas de Gortari y lo que vino después de su sexenio, con el sucesor que él eligió, Ernesto Zedillo, fue la peor crisis económica y social de que los mexicanos tengamos memoria. Tal parece que la tecnocracia, a la que pertenecen Meade, Salinas y Zedillo, reciclará sus promesas de prosperidad, crecimiento y desarrollo “como potencia”, basados solo en el manejo impecable de la macroeconomía y la disciplina fiscal que en 30 años nos ha dado estabilidad, pero no crecimiento suficiente ni empleos bien remunerados y que sólo ha aumentado la pobreza y ahondado la desigualdad de un puñado de familias de las más ricas del mundo, con más de la mitad de la población en pobreza. En ese “México próspero y rico” de la visión tecnocrática, no existen los indígenas, los más pobres, el sureste atrasado, y la violencia, la impunidad y la corrupción que padece la mayor parte de mexicanos, son meras anécdotas “que debemos corregir”, dice el candidato del priísmo tecnocrático.
Lo lamentable es que la visión de enfrente, la que dice tener también la solución a todos los males y problemas nacionales por la magia de que “si la cabeza cambia y es honesta, todo lo demás va a cambiar”, también cae en el simplismo y la demagogia. El sábado Andrés Manuel López Obrador habló de la violencia del narcotráfico que está azotando a buena parte del país, con ejecuciones, secuestros, extorsiones y cuerpos desmembrados, la misma que ha afectado a millones de familias mexicanas, y abrió una polémica al decir que, para “pacificar al país” y acabar con esa violencia irracional y desbordada, piensa proponer una “amnistía” a los jefes del narcotráfico y el crimen organizado.
“Vamos a hacer todo lo que se pueda, para que logremos la paz en el país. Que no haya violencia”, dijo el sábado en Guerrero, López Obrador. “Si es necesario… vamos a convocar a un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se cuente con el apoyo de las víctimas, los familiares de las víctimas. No descartamos el perdón. En mi tierra siempre se dice ‘ni perdón ni olvido’, yo no comparto eso. Yo sí creo que no hay que olvidar, pero sí se debe perdonar, si está de por medio la paz y la tranquilidad de todo el pueblo”, mencionó en su mensaje en Quechultenango.
¿Qué pensarán esas familias, que en México se cuentan ya por millones en los últimos 10 años, que han sufrido el dolor de la orfandad, de perder a un padre, una madre, un hijo o hermano por la violencia de “perdonar” a los criminales que nunca recibieron castigo por sus crímenes? El último gobierno en Latinoamérica que intentó negociar “amnistía” con los capos del narco, fue el de Belisario Betancur en Colombia en 1983, en medio de la crisis por el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla. El fracaso fue total cuando se filtró a los medios las propuestas de negociación de Pablo Escobar y su grupo del Cártel de Medellín al gobierno que canceló toda negociación. Luego vino la peor guerra de violencia y terrorismo que recuerden los colombianos y sus autores fueron los mismos capos con los que se intentó negociar la amnistía ¿Es eso lo que propone para un país dolorido y lastimado como México?
Lo dicho, vienen tiempos de ocurrencias, demagogia y promesas recicladas de llevarnos al “primer mundo”. Pobre de quien las crea.