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EXCÉLSIOR: Meade: ni un peso al margen de la ley

 

 

“Estamos de lado de las víctimas, no de los victimarios”, dijo al quedar registrado como precandidato del PRI a la Presidencia de la República

 

En su discurso, Meade hizo un amplio reconocimiento a las reformas estructurales impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto.

 

CIUDAD DE MÉXICO.

En medio de un acto multitudinario en la sede nacional del PRI, José Antonio Meade quedó ayer registrado formalmente como precandidato de ese partido a la Presidencia de la República en 2018.

Luego, el exsecretario de Hacienda, en 29 minutos y 24 segundos, hizo un bosquejo de lo que serán sus propuestas de campaña, poniendo el acento en el tema de la corrupción:

“Habrá un combate frontal y definitivo a la corrupción. Ni un solo peso al margen de la ley. Ningún privilegio más que el de ser mexicano”, sostuvo.

Y en materia de seguridad, dijo: “Estamos de lado de las víctimas, no de los victimarios. Tenemos que anteponer la paz al conflicto y consolidar una cultura de respeto a la ley”.

Rechazó la idea de que el país se tiene que reinventar cada seis años.

“Apostamos por la experiencia y no por la ocurrencia”, agregó el precandidato.

Meade ofrece combatir corrupción

Promete que, de llegar a la Presidencia, no se ejercerá “ni un solo peso al margen de la ley”; reconoce a Peña Nieto como “arquitecto del cambio”.

Una hora caminando sobre una alfombra roja —recibiendo abrazos, bendiciones, besos, jaloneos y tomándose muchas, muchas selfies—, no bastó para que el priismo nacional hiciera sentir a José Antonio Meade, como en casa, como uno de los suyos, a quien le entregaron su confianza de que los mantendrá en el poder, en la Presidencia de México.

Aceptado e inscrito formalmente como precandidato del PRI a la Presidencia de México para 2018, en 29 minutos y 24 segundos, Meade —siempre sonriente, ligero, de traje pero sin corbata— hizo un bosquejo de lo que serán sus propuestas de campaña, poniendo el acento en el tema de la corrupción:

“Habrá un combate frontal y definitivo a la corrupción. Ni un solo peso al margen de la ley. Ningún privilegio más que el de ser mexicano”, sostuvo.

Desde el atril con el logotipo del PRI al frente —que es totalmente distinto al color plateado que habitualmente han usado en este sexenio—, Meade, apoyándose en su esposa, la economista y pintora Juana Cuevas, hizo un amplio reconocimiento a las reformas estructurales impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto, a quien llamó “arquitecto del cambio”.

El cambio de reformas que esperaron por décadas para concretarse, dijo Meade “se dio bajo la conducción de un mexicano con temple, valentía y gran amor a México, el presidente Enrique Peña Nieto”.

Apenas había terminado de decir el nombre del jefe del Ejecutivo —que le dio chamba en tres secretarias: Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y Hacienda—, la explanada de la sede nacional del PRI, repleta, tronó en vítores para el mandatario y su apellido retumbó como un cañonazo: “¡Pe-ña, Pe-ña, Pe-ña!”.

Meade aprovechó el foro de su inscripción y la atención de miles de priistas que llegaron de todos los rincones del país —estaban ahí los campesinos de Los Altos de Chiapas con todo y su chuj, y las mujeres del istmo de Tehuantepec con sus hermosos vestidos de estampado multicolor y fondo negro—, para fijar su posición sobre lo que, en la víspera, desde Guerrero, capital de la amapola y el crimen, dijo Andrés Manuel López Obrador sobre su idea de amnistiar a los líderes del narcotráfico, aunque no lo mencionó:

“Estamos de lado de las víctimas, no de los victimarios. Tenemos que anteponer la paz al conflicto y consolidar una cultura de respeto a la ley. El que siembra odio, cosecha soledad”.

Antes de hacer esa declaración, aplaudida a rabiar por los priistas, enfundados casi todos en chamarras, chalecos, ponchos, abrigos, bufandas, gorras de color rojo, y luego de echarse la proclama de “Juntos vamos a ganar las elecciones de 2018. ¡Vamos a ganar!”, que se multiplicó estruendosamente en las gargantas de los priistas eufóricos y conectados ya con la retórica de Meade, éste dijo:

“Vamos a transformar. Acabemos de una vez por todas con la idea de que este país se tiene que reinventar cada seis años. No hay que demolerlo todo, no hay que cambiarlo todo, no hay que inventarlo todo.

“Apostamos por la experiencia y no por la ocurrencia; por el conocimiento y no por el enfrentamiento; por la preparación y no por la improvisación. En los programas, no en los caprichos. En las instituciones y en la ley, y no en las profecías. Las revelaciones no pueden sustituir el esfuerzo, la preparación y el trabajo. Creemos en el hambre de servicio, no en el hambre de poder”.

Congregación

La jornada para el protocolo de la Comisión de Procesos Internos del PRI, que encabeza Rubén Escajeda Jiménez, para que Meade se inscribiera como precandidato presidencial de unidad, empezó de madrugada, aunque la ventanilla se abrió a las once de la mañana.

Camiones llenos de gente llegaron antes del amanecer a las inmediaciones de la sede nacional del PRI. Sobre las banquetas quedaron los rastros de las hojas de tamal del desayuno y los empaques de unicel de las tortas, los vasos blancos manchados con los restos de atole que dieron energía y calor a los priistas que muy temprano empezaron a llenar la explanada de la sede nacional, convertida en auditorio.

Entrada la mañana, la sillería se empezó a poblar de senadores, diputados, presidentes municipales, líderes de la CTM, la CNC y la CNOP, dirigentes sindicales, como el senador Joel Ayala, quien aseguró que el triunfo de Meade en las próximas elecciones “representará, para los trabajadores, la vigencia de los derechos sindicales, de seguridad en el empleo y la permanencia de las instituciones”.

Los gobernadores priistas y los integrantes del gabinete presidencial, todos estuvieron ahí. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y Luis Videgaray, el canciller mexicano, no se perdieron el acto.

Dionisio Meade García de León, orgulloso padre del aspirante presidencial, también estaba ahí con sus nietos, Dionisio, José Ángel y Magdalena.

El gobernador de Campeche, Alejandro Cárdenas, y David Penchyna, director del Infonavit, hicieron gala de elasticidad y flexionaron las rodillas para pasar debajo de una cinta negra para poder llegar a su asientos. Con aptitudes de agilidad similar, el jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán, saltó sillas para estar en la suya.

Igual que Aurelio Nuño, titular de Educación Pública, José Narro, de Salud, que fueron mencionados como prospectos a candidatos presidenciales, y hasta la yucateca rebelde, Ivonne Ortega, que a diferencia del último acto priista al que se presentó, cuando iba de blusa morada, hoy se puso la roja, bien alineadita.

En espera de que el pleno de la Comisión de Procesos Internos iniciara la sesión y haciendo tiempo para que llegara Meade a la sede priista, en las gradas empezaron a rebotar enormes globos rojos y blancos, mientras las matracas de los cetemistas, la batucadas de Yucatán y las tamboras sinaloenses competían para ver quién hacía más ruido.

Alfombra roja

Mientras la bancada de diputados, concentrada al centro de las butacas, se la pasó tomándose selfies y bromeando, como la diputada Arlet Mólgora, una de las que protagonizó el grito de “¡eh… puto!” en el salón de plenos de San Lázaro, diciendo, “me van a sacar otra parodia” y soltó enseguida “¡Eh… Pepe!”, otros legisladores, como Luis Noble, de Hidalgo, se divertían con una bolsa de mano, en forma de botella que llevó la diputada Sara Latife, y se tomaban fotos con el accesorio, agitándola como descorchando champagne.

A las 11:29 de la mañana, José Antonio Meade y su esposa llegaron a la puerta del improvisado auditorio. Las enormes pantallas los captaron cuando empezaron a recorrer la alfombra roja y el rito de saludar a los priistas no cejó.

Mientras los hojas de papel bond dobladas por la mitad o las que parecían origami le cupieron en las bolsas interiores del saco, Meade todas las guardó. Pero cuando las peticiones iban en enormes sobre de papel manila amarillo, como las chamarras, playeras y chalecos que le regalaron, todas se las entregó a algún ayudante.

Juana Cuevas —con un saco color vino, con bordado chiapaneco de Tenejapa—, siempre al pendiente de su esposo, con quien se casó en 1994, fue retirando de la cara los papelillos del confeti que le cayeron a Meade, pero también los manchones de lápiz labial que las priistas fueron dejando en las mejillas del ciudadano-simpatizante priista que se registró ayer.

Y así, durante una hora, Meade y su esposa fueron recorriendo la alfombra roja, hasta que alguien alertó al extitular de Hacienda que el registro estaba abierto hasta la una de la tarde y que ya eran las 12:32 horas.

Meade aceleró el paso y a unos metros antes de la escalera que lo conduciría al escenario vio a Heriberto Galindo, el primer político que Meade conoció, hace 41 años, y cuando estuvieron cerca, el aspirante presidencial lo abrazó con cariño; al oído algo le dijo al sinaloense y éste asintió con la cabeza.

En el segundo escalón antes de llegar al templete, Meade se acomodó el copete, que estaba todo reburujado por la sesión intensiva de apapachos, y Gabriel Garza, una de las personas de mayor confianza de Meade desde la Cancillería, pasando por la Sedesol y en Hacienda, le entregó una carpeta blanca.

En la carpeta estaban todos los documentos que necesita para ser precandidato. Meade alzó la carpeta, la mostró a los priistas y éstos rugieron: “¡Pepe-Pepe!”. El aspirante fue a la mesa de la Comisión, saludó, a las mujeres de beso y a los varones les apretó la mano. El presidente de la Comisión de Procesos Internos recibió la carpeta y, en un minuto, Meade firmó y en el acto le entregaron la constancia como precandidato del PRI a la Presidencia de México.

Igual que con la carpeta, Meade ofreció a los priistas la constancia. Y éstos volvieron a aplaudir y a rugir: “¡Pepe-Pepe!”

EN CONFIANZA

A las 12:37 horas, José Antonio Meade se presentó ante el priismo nacional ya como su precandidato.

Antes de entrar de lleno al meollo de la política, Meade se enfocó en su familia, su esposa,  su padre, sus hijos. Contó brevemente lo que escuchaba en la mesa familiar. “Escuchaba conversaciones llenas de ideas y proyectos. Eran las esperanzas de una familia que tenía que trabajar, esforzarse y dar la batalla, día a día.

“Desde entonces, de mis padres aprendí que lo importante es atreverse, comprometerse por una idea: la responsabilidad de hacerse cargo, con el único propósito de servir para que las cosas mejoren.

Hoy llegó ese día, aspiro a servir desde la más alta responsabilidad. Vengo, con humildad, a pedir su apoyo, para trabajar y que logremos juntos con entrega, conocimiento y pasión, para que cada familia viva con felicidad y justicia”.

Luego vino lo político. Para todos los líderes de los sectores priistas Meade sólo tuvo palabras de agradecimiento.

Menciones especiales fueron para Enrique Ochoa, presidente del PRI, y la secretaria general, Claudia Ruiz Massieu, quien sustituyó a Meade en la Cancillería.

“Esta precampaña tendrá el signo de lo que espero para México: diálogo, coincidencias y franqueza para identificar lo que entusiasma y brinda esperanza a los mexicanos, pero también identificar lo que debemos cambiar.

A partir de este diálogo construiremos las mejores soluciones para nuestros hogares. Me conduciré con la misma rectitud con la que he formado a mi familia.

“Juntos, construiremos un proyecto claro. Juntos, con experiencia y rumbo cierto, vamos a ganar la Presidencia de México”, dijo Meade.

Ya casi para concluir, el extitular de Hacienda se sintió tan en confianza con los priistas que los llamó “compañeras y compañeros” y, así, ya muy compas los invitó a abrir nuevos caminos.

“VAMOS A GANAR”

Cierto de que Peña Nieto ha trasformado al país, Meade dijo ayer “continuaremos transformando a México. Seguiremos el ejemplo de nuestros padres, honraremos el compromiso de nuestra generación y cumpliremos las promesas que hicimos a nuestros hijos”.

Las arengas de “¡Pepe-Pepe!” y “¡vamos-a-ganar-vamos-a-ganar!” se confundían al término del discurso del primer precandidato presidencial del PRI que no es militante del partido, aunque en noviembre del año pasado  dejó ver su corazoncito, cuando se quitó la chamarra y quedó al descubierto el logo del PRI en su camisa blanca.

Salir del improvisado auditorio fue todo lo contrario al orden con que se fue llenando desde las primeras horas de ayer. “No te vayas”, le dijo alguien a Manlio Fabio Beltrones en la pelotera. “No me voy, me llevan”, contestó el expresidente del PRI tras decir a un reportero: “aquí estuvo todo el priismo”.

Al canciller Videgaray, uno de los amigos más entrañables de Meade, le llovieron fotos y felicitaciones.

De camino al auditorio Plutarco Elías Calles, fundador del PRI, y con quien Videgaray comparó a Meade dos días antes de que éste renunciara a Hacienda, Adolfo Lugo, exdirigente del PRI, buscaba la salida.

El exgobernador de Hidalgo es de la opinión que Meade “es un buen muchacho, muy sencillo, nada petulante, que nos va a hacer ganar la Presidencia el próximo año”.

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