Seis años han pasado desde que escuchamos por primera vez a Graco Ramírez prometer seguridad y paz en Morelos. La oferta era buena, la intención noble, pero la promesa fue alta; los esfuerzos han sido muchos, aunque los resultados no son los mejores. Un punto crítico en la estrategia es la comunicación.
Seguridad, promesa incumplida
Hace seis años, como precandidato del PRD a la gubernatura de Morelos Graco Ramírez prometió acabar con la inseguridad de Morelos, afirmaba que tenía el conocimiento, el carácter y la decisión para terminar de una vez por todas con un flagelo que agobiaba al estado. Como gobernador el tabasqueño elevó la apuesta, no sólo reafirmó que regresaría la paz a la entidad, se puso a si mismo un plazo de 18 meses para terminar con la delincuencia. A unos meses de que concluya su encargo el perredista dice que vamos bien, que se lograron los objetivos y que se cumplieron las promesas; a pesar de los dichos, Morelos es uno de los cinco estados más inseguros y violentos del país.
Al mandatario morelense le gusta jugar en el filo de la navaja, es afecto a la polémica, le gusta la confrontación y apuesta fuerte. Como candidato era comprensible que ofreciera lo imposible, pero como gobernador debió moderar el discurso para fijar metas más reales y sobre todo, para no elevar de más las expectativas.
Todos en Morelos sabíamos que el problema de inseguridad y violencia eran el punto crítico del estado, la razón por la cual el desarrollo se había detenido y la paz se había esfumado. Graco pudo plantear una batalla frontal a la delincuencia en donde se incluyeran grandes inversiones en estructura, más trabajo de investigación e inteligencia y la profesionalización constante del personal; era válido hablar de mejorar los estándares de evaluación y reforzar la confianza, lo incorrecto fue fijarse a si mismo un plazo y manipular las cifras.
Hoy como nunca antes la inversión en seguridad es multimillonaria; el gobierno de Graco Ramírez ha destinado miles de millones de pesos en operación e infraestructura para combatir el delito; por cuestiones legales el gasto en seguridad se hace fuera de licitación y se canaliza de acuerdo a lo que el jefe del ejecutivo considera mejor. Más claro: el dinero para seguridad no tiene el mismo trato que el resto del presupuesto público y ello permite, si así se quiere, entrar a esquemas de negocio en donde cada peso tiene un porcentaje de regreso. Pero regresemos al tema principal:
A la vuelta de cinco años Morelos no ha mejorado su situación en materia de seguridad ni tampoco hay una mejor percepción pública sobre el problema. Los datos duros que emiten las entidades públicas y privadas encargadas de calificar los índices de paz y delincuencia en México siguen ubicando a Morelos como un estado sumamente conflictivo en materia de homicidios, secuestros, extorsiones, robos y trata de personas. Somos, de acuerdo a lo que marca el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, el INEGI o el Índice de Paz en México, por mencionar sólo algunos referentes, una de las cinco entidades más violentas e inseguras de México.
De manera recurrente el gobernador dice que Morelos va por buen camino, que el Mando Único está dando resultados y que las inversiones llegan como producto de la confianza que provoca un estado en paz social. Pero pese al optimismo del mandatario la percepción pública es cada día peor; según lo declaran organizaciones de abogados, magistrados y autoridades federales, en Morelos se padecen graves problemas de inseguridad y de violencia en casi todas las regiones; en la zona oriente prevalece la extorsión, en el sur las ejecuciones y en la zona metropolitana los secuestros.
Graco presume que estamos en paz, que no hay razones para preocuparse, que la policía está del lado de la gente y que su gobierno nunca pactará con los grupos criminales; lo que sucedió la semana pasada en Temixco cuando seis personas murieron en una vivienda echa a la basura el discurso optimista del tabasqueño.
A unos meses de que concluya el sexenio los resultados en materia de seguridad no convencen a nadie. No sólo en materia estadística las cifras federales echan por tierra el discurso del gobernador, en el terreno de la percepción la batalla está perdida, porque los ciudadanos no sólo dudan de la verdad oficial, ahora también desconfían de las autoridades y de nueva cuenta se piensa que el gobierno brinda protección a grupos delictivos.
Graco Ramírez cometió su primero error al elevar demasiado las expectativas, luego se equivocó de nuevo al ponerse un plazo y se sigue equivocando al no ajustar su estrategia de seguridad ni acompañarla de un eficiente manejo informativo.
Al final del camino la seguridad sigue siendo una promesa incumplida y el más grande reclamo al gobierno estatal. Sólo hay algo que lastima más a los morelenses que la inseguridad: los altísimos índices de corrupción que tenemos hoy en el estado.
- posdata
Aunque mediáticamente contuvieron el manejo tema, a la vuelta de los días lo ocurrido en Temixco sigue generando reacciones y llamando la atención. No es común que se ejecute a una familia completa ni mucho menos que se le de el tiro de gracia a un recién nacido.
La semana pasada el gobierno trató de minimizar los hechos: afirmaba que los muertos fueron producto del fuego cruzado, que las víctimas eran familiares de delincuentes y que lo ocurrido era culpa de quienes habían involucrado a sus consanguíneos en este tipo de actividades.
A la vuelta de los días la versión oficial se ha caído, todos los detenidos han sido liberados por falta de pruebas y ahora hay una exigencia pública de que se aclaren los hechos y se castigue a los culpables.
En la audiencia de vinculación a proceso las autoridades no pudieron acreditar los ilícitos a los detenidos, tampoco demostraron que actuaron conforme a derecho ni comprobaron con elementos que su versión sobre los hechos era real.
La contraparte expuso las mentiras de las autoridades, mostraron videos y en una entrevista nacional evidenciaron a Alberto Capella. Peor: el abogado demostró ante un juez que la escena del crimen fue alterada, que las armas presentadas no corresponden a los casquillos percutidos y que algunas de las personas que murieron tenían impactos de bala en la cabeza.
El desaseo en el tema es enorme, lo es en cuanto al procedimiento que siguieron los policías y también en el terrible manejo informativo. Contener la información, evitar que se publique la otra versión y tratar de sembrar la idea de que fue un enfrentamiento es contraproducente para el gobierno y coloca al gobernador como parte del problema.
Una vez más Graco Ramírez es víctima de su equipo. No es claro qué fue lo que pasó aquella madrugada en Temixco, pero es evidente que no es lo que dice el comisionado Capella ni lo que informa el gobierno.
Por este tipo de cuestiones muchos políticos caen en desgracia. Por mucho (pero mucho) menos que esto, Jorge Carrillo Olea tuvo que pedir licencia como gobernador de Morelos.
- nota
El paso de Francisco Moreno Merino por la presidencia del Congreso de Morelos marcó el inicio de una profunda descomposición política y económica en la cámara de diputados. Nunca antes como ahora el parlamento fue tan cuestionado y sus integrantes tan repudiados por la manera como se conducen.
No todo lo hecho en la cámara de diputados ha sido malo, pero la manera como se percibe si lo es. La imagen de Moreno Merino, un personaje proclive al dinero, a las mujeres, al poder, arrogante, autoritario, represivo, misógino y profundamente corrupto lastimó severamente la imagen de una legislatura que asumió posturas que no le correspondían y al hacerlo se volvió enemiga de la universidad, de la iglesia y de muchos grupos sociales.
La destitución de Moreno Merino de la presidencia de la cámara de diputados parecía ser un golpe de timón de los legisladores, un intento de retomar el camino. Francisco Moreno fue obligado a renunciar so pena de ser destituido y procesado por los desvíos de dinero que cometió; luego de una reunión de varias horas el pequeño diputado aceptó irse y lo hizo a su estilo, con una mentira: “Me separo de la presidencia del congreso para incorporarme al gabinete de Graco Ramírez”.
La esperanza de que las cosas mejoraran en la cámara de diputados revivió cuando Moreno Merino se fue. En su lugar fue nombrada Beatriz Viscera, a quien muchos concedieron el beneficio de la duda por su condición de mujer y porque nunca pensaron que pudiera hacer las cosas peor que Moreno Merino.
Alatriste tomó las riendas de la cámara en medio de una severa crisis económica, justificó sus ajustes económicos por los excesos de Paco Moreno y prometió que los recortes de personal y del gasto operativo regresarían en unos meses la estabilidad a las finanzas del parlamento.
A la vuelta de un año las cosas no mejoraron a pesar del recorte al gasto; por el contrario, cada día se ven peor. En los pasillos del congreso se habla otra vez de malos manejos y se pone como referencia al equipo de la presidenta, quienes en unos meses han cambiado notoriamente su estilo de vida.
El cierre de año en el congreso del estado será peor que el del año pasado, Beatriz Alatriste no pudo con el paquete, no fue capaz de estabilizar las finanzas y ahora arrastra más deudas que las que le dejó Francisco Moreno Merino. Peor: el trato de la diputada y de su equipo es terrible, demuestran su falta de talento político y la arrogancia propia de quien nunca ha sido nada.
Los yerros de Francisco Moreno al frente del Congreso de Morelos le marcarán de por vida y cancelaron su futuro político el estado. Lo mismo puede suceder en el caso de la legisladora Alatriste.
- post it
El diputado panista Carlos Alaniz alza la voz y exige que su partido proporcione “piso parejo” a todos los aspirantes a cargos de elección popular. “Sólo con igualdad para competir por un cargo se puede considerar que en Acción Nacional vamos a contar con las mejores opciones para el electorado, pero hay que empezar porque nuestra dirigencia ofrezca un piso parejo a quienes aspiramos a contender, para que lo hagamos con equidad, para fortalecernos y no para debilitarnos”.
El llamado del legislador es oportuno y refleja el sentir de muchos panistas que observan en su comité estatal un ente inalcanzable, alejado de la militancia y distante de la realidad política del estado. En el PAN como en los demás partidos es necesario que se tenga un proceso de selección abierto que garantice que sean los mejores cuadros, hombres y mujeres, quienes den la cara en las calles por la institución.
Juan Carlos Martínez Terrazas se ha caracterizado por su carácter impulsivo, por sus prolongadas ausencias del estado, por estar rodeado y asesorado sólo por su familia y un reducido grupo de amigos y por perseguir a quienes dentro del PAN se muestran críticos a su persona.
“La alianza del PAN debe ser con los ciudadanos, le pedimos a nuestro dirigente que escuche y atienda a los militantes y a la ciudadanía. Aprendamos de nuestra historia: cuando Acción Nacional va a una elección dividido siempre pierde; debemos trabajar juntos y dejar de lado nuestras diferencias para llevar a la gente las mejores propuestas”.
Si Terrazas es inteligente, atenderá el llamado.
- redes sociales
El gober se subió nuevamente al tema del Frente apoyando a Mancera. Los medios retomaron la nota, pero la fuerza se la dieron a Silvano. También allá está perdiendo margen de operación el tabasqueño. En castellano: ya no lo pelan.
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