2018: El dilema de Meade (I)
La precampaña presidencial de José Antonio Meade arrancó de manera desafortunada por cuanto a los símbolos. Vestido de chamula, no es lo que se esperaba de un candidato ciudadano que busca desterrar los rituales de un PRI que huele a naftalina y se presenta como la alternativa de futuro. Tan opaco fue el inicio de campaña, que prácticamente pasó desapercibido. Pese a ser apenas el calentamiento de motores, el suyo se va a desbielar si no se afina en los próximos días. Que se acuerde de lo que sucedió con Luis Donaldo Colosio, cuya campaña padeció de un contexto desfavorable y un acomodo de equipos muy difícil de compaginar. Esa analogía le puede permitir aprender de aquellos errores y no repetirlos.
Colosio era el candidato que construyó el presidente Carlos Salinas para consolidar el modelo de país que diseñó; Meade es el de Peña Nieto, para consolidar el modelo de país que diseñó. Colosio no era el hermano, sino el heredero de Salinas, quien hizo a un lado a Manuel Camacho, poderoso jefe del Departamento del Distrito Federal; Meade tampoco es el hermano, sino el heredero del legado de Peña Nieto, quien hizo a un lado a Miguel Ángel Osorio Chong, poderoso secretario de Gobernación. Camacho enfureció y Salinas le dio viabilidad política al nombrarlo comisionado para la paz en Chiapas; Osorio Chong está abiertamente molesto.
Peña Nieto debe voltear a ver la experiencia de Salinas. El arrebato de Camacho por no ser candidato presidencial produjo una crisis al interior del equipo compacto de Salinas, quien cometió el error de nombrarlo secretario de Relaciones Exteriores. Al colocarlo ahí, no lo comprometió con la campaña ni vinculó su futuro a trabajar por Colosio y no sabotearlo. Peña Nieto debe pensar qué va a hacer con Osorio Chong, quien era el favorito de la estructura del PRI y de sus gobernadores. O sea, puede hacer daño.
El Presidente no puede dejarlo en la Secretaría de Gobernación, donde tiene que incorporar a un incondicional de él, buen operador político y que además le ayude en el tema de la seguridad –el único perfil de ese tipo es el de Alfonso Navarrete Prida, secretario de Trabajo–, pero tampoco enviarlo a donde no lo comprometa con Meade. De ahí, la versión en Los Pinos que Osorio Chong saldrá en enero de Gobernación para buscar una senaduría de mayoría por Hidalgo. De esta forma, ganar con votos le da futuro transexenal y ayuda al candidato presidencial.
Salinas cometió un segundo error. Al levantarse el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, nombró a Camacho comisionado para la paz en Chiapas, y a Jorge Carpizo como secretario de Gobernación. Estos movimientos fueron tóxicos. El alzamiento indígena modificó la campaña de Colosio desde el primer momento. Su arranque iba a ser en Motozintla, Chiapas, y tuvo que cambiarla, apresuradamente, a Huejutla, en la huasteca hidalguense. Pero, desde el primer momento, el protagonismo de Camacho aplastó la campaña. Su gran habilidad con los medios creó la percepción en la Ciudad de México de que la campaña no prendía, y comenzó a construir la imagen del candidato sustituto. Incluso, en una entrevista con el entonces columnista de asuntos latinoamericanos del The Wall Street Journal, David Assman, dejó entrever esa posibilidad, al tiempo que anticipó que Pedro Aspe repetiría como secretario de Hacienda. Al mismo tiempo, una serie de acciones políticas ejecutadas por Carpizo fueron interpretadas en el equipo de Colosio como perjudiciales a la campaña. Salinas, que en el primer trimestre de 1994 sólo estaba enfocado a la paz en Chiapas, avalaba con su inacción lo que hacían Camacho y Carpizo.
En el arranque de la campaña de Colosio, los dos principales operadores políticos de Salinas estaban embarcados en la contracampaña. Pero ese factor no era lo único que alteraba las cosas en el equipo de Colosio, quien comenzó a tener problemas internos desde que nombró a Ernesto Zedillo, quien era secretario de Educación, como coordinador de su campaña. El equipo compacto de Colosio se venía preparando para la candidatura presidencial desde que era líder del PRI, por lo que al llegar Zedillo con un nuevo equipo, los choques y las tensiones fueron en aumento.
Uno de los momentos que mejor reflejan la confrontación en esa campaña fue cuando Zedillo presentó un extenso manual de campaña a Colosio y a todo el equipo, y el entonces presidente del PRI, Santiago Oñate, casi textualmente, le dijo cuando comenzó a repartirlo: “Yo no voy a abrir este libro con tus pendejadas”. Demasiado técnico para los políticos, Zedillo fue totalmente marginado por el equipo compacto de Colosio, José Luis Soberanes, Samuel Palma y Guillermo Hopkins, entre los principales.
Meade no enfrentará el problema de Colosio, donde su coordinador de campaña, Aurelio Nuño, y el líder del PRI, Enrique Ochoa, choquen: son muy cercanos y han trabajado mucho tiempo juntos. El problema lo está teniendo con la integración de su viejo equipo y el que está llegando con Nuño. Ese proceso está siendo complicado y provocando tensiones, de acuerdo con personas que están dentro del cuarto de máquinas de la campaña, y de mantenerse el rumbo sin corrección, habrá un quiebre en el equipo de campaña de Meade. Peña Nieto no está ajeno a lo que está sucediendo y podría considerar ajustes en el equipo estratégico. En todo caso, este es sólo uno de los problemas de la campaña. El otro es el propio Meade, al tener que contender como el candidato de la continuidad.
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