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SERPIENTES Y ESCALERAS

 
 

Dicen que cuando te toca, aunque te quites… y cuándo no, aunque te pongas.

 

El estado de ánimo del gobernador de Morelos cambia a cada momento al final de su sexenio; las cirunstancias, los hechos y las coyunturas son cada día más complejas y casi siempre le son adversas. Graco Ramírez ya no luce como antes, dejó de ser el político seguro de si mismo, convincente en su duscurso y firme en sus expresiones; desde hace tiempo se le nota nervioso, preocupado, cansado, triste y constantemente desesperado. El tabasqueño es un hombre que conoce la política y entiende que el final de su mandato será complicado; sabe que ya es posible que su régimen termine como el de Javier Duarte.

Físicamente el mandatario morelense se ve mal: ojeroso, avejentado, con sobrepeso y notoriamente mermado en su condición. El sexenio le ha pasado la factura con creces, parece que el karma lo alcanzó y algunas (no todas) de las acciones y decisiones que ha tomado como jefe del estado se reflejan en su entorno y en su cuerpo.

Graco ya no habla como lo hacía antes, sus discursos perdieron esa fuerza que les caracterizó en campaña y hasta los argumentos se han ido diluyendo en una retórica obtusa que se ha centrado en la multiplicación de excusas en torno a un solo supuesto: me atacan mis opositores.

Esta semana el gobernador acudió a un municipio, lo hizo, como ya es costumbre, en medio de un fuertísimo operativo de seguridad y con un ambiente controlado en donde no se permitió el acceso a cualquier ciudadano. En su equipo de trabajo ya no corren riesgos, saben que en cualquier momento pueden volver a aparecer las rechiflas y los reclamos y por eso ahora los actos del gobernador se hacen únicamente con personas autorizadas.

Graco Ramírez sabe que desde hace mucho tiempo dejó de tener contacto con la gente, que quienes lo acompañan en sus eventos son personas seleccionadas por su equipo bajo un análisis meticuloso de sus antecedentes. Antes del sismo Graco ya era increpado en sus actos, varias veces fue abucheado y en más de una ocasión tuvo que salir en medio de gritos e insultos. Después del sismo las cosas empeoraron: la gente lo increpa, le ofende, expresa su desprecio y descarga en él su enojo. El presidente de la república y el secretario de gobernación han sido testigos de ello.

Al final del sexenio alguien sugirió a Graco regresar a las comunidades, darse baños de pueblo y mostrarse como un gobernante sensible y cercano a los ciudadanos. El encendido de árboles de navidad es un camino bobo para tratar de reconstruir su imagen, son muchos millones de pesos invertidos en ese plan que contempla elementos alternos como escenarios navideños y regalos para los niños. Los eventos son buenos para las fotos, permiten a los reporteros gráficos sacar imágenes emotivas para intentar convencer que Graco es querido y cercano a los morelenses. Lo que la gente postea en redes sociales al calce de cada una de esas imágenes, empero, demuestra lo que sucede en la realidad.

Hace unos días el tabasqueño vivió uno de sus múltiples episodios de cambio de humor; en el marco de la remodelación de un mercado municipal Graco Ramírez elevó el tono de su mensaje, arremetió contra sus críticos y dijo que los hechos (sus obras) son más fuertes que las campañas de palabras de sus rivales.

Ahí está el meollo del problema de Graco Ramírez: de principio a fin se asumió como parte de un proyecto político y cabeza de una corriente ideológica y no como el gobernador de todos los morelenses. Para el perredista el estado se divide en buenos y malos, en amigos y enemigos, en gente decente y villanos, en quienes le aplauden y agradecen sus acciones y aquellos que sistemáticamente le cuestionan porque responden a intereses indignos.

El señor Ramírez no es un hombre tonto, pero lo parece. Su actuación ya no es la de un personaje que lleva más de tres décadas haciendo política, que se codea con los principales actores de la vida pública nacional y conoce a detalle los pasillos de poder mexicanos. Contrario a ello Graco se ha convertido en la parodia de si mismo, en una caricatura del político que era y en un líder de historieta. En lugar de asumir el rol de un hombre de estado y gobernador de todos, Graco prefirió rodearse de un pequeño grupo de súbditos que le aplauden y obedecen sin chistar. Ahí comenzó el hundimiento del barco.

Al final del camino la suma de excesos, errores y enemigos han generado en el gobernador un ambiente de crispación y linchamiento. En Morelos, según lo describen tres estudios a los que he tenido acceso, la gente busca un cambio de régimen, quiere un viraje en la política estatal y un ajuste radical en el gobierno.

No me refiero a las múltiples encuestas nacionales que colocan al tabasqueño como el gobernador peor calificado de México o la más reciente que ubica a Morelos como la entidad más corrupta del país, sino a tres estudios de opinión en los que, sin hablar de candidatos, la ciudadanía externa en un porcentaje casi mayoritario (90%) que desea un cambio en Morelos.

El ejercicio de poder desgasta, pero un hombre con la experiencia y capacidad de Graco Ramírez debería poder sortear la presión y controlarse. Los dislates verbales, los constantes cambios de humor y sobre todo las decisiones basadas en arrebatos y odios personales son errores que van a costar mucho al tabasqueño.

Cuándo perdió el control de si mismo, Graco Ramírez empezó a cometer errores fundamentales: se enfrentó con el secretario de gobernación, luego con el de comunicaciones y después con el presidente de la república. Antes rompió su alianza histórica en el PRD nacional y en Morelos dio vida a un frente social y político mucho más grande que el que él le promovió a Jorge Carrillo Olea.

Digámoslo con claridad: Graco Ramírez vive su peor momento, no enfrenta una campaña de palabras, sino una realidad que le explota en la cara por todos lados. Es un error que hasta el final mantenga la línea de confrontación, niegue su realidad e insista en resolver los problemas con mentiras y el uso de la fuerza.

Un hombre con la experiencia del perredista debería darse cuenta que no sólo ha perdido desde ahora la próxima elección, está a un paso de convertirse en el quinceavo gobernador del sexenio perseguido por acciones cometidas al frente de su estado.

Encender árboles navideños, contratar pistas de hielo y volver a echar la culpa de todo a sus críticos no soluciona lo que pasado a lo largo de todo un sexenio.

Graco Ramírez, igual que Javier Duarte, pronto será un perseguido por la justicia.

  • posdata

La apuesta electoral del ex presidente estatal del PRD para el 2018 es alta, de todo o nada. Hace un par de semanas Rodrigo Gayosso externó su decisión de no competir por la candidatura al gobierno estatal como una muestra de buena voluntad política con los partidos que integran el Frente, a pesar de ello el PAN ha mantenido invariable su postura de no caminar de la mano del Sol Azteca en Morelos.

Tras la firma de la alianza nacional Gayosso replanteó su postura: si de todas maneras el PAN no variaba su actitud y los panistas no valoraban su generosidad política, entonces retomaría su aspiración original. Y lo hizo: hace dos semanas anunció que siempre sí competiría por la gubernatura y una semana después formalizó su aspiración al registrarse oficialmente en el PRD como precandidato al gobierno de Morelos.

Al hacerlo Rodrigo Gayosso no sólo dejó claro lo que quiere, también demostró que no le tiemblan las patas (sic) para asumir un reto de semejantes dimensiones; al haberse registrado como precandidato a la gubernatura Rodrigo ya no puede competir por ninguna otra posición, so pena de ser impugnado y caer en una lucha legal que le distraería de la campaña.

Lo de fondo en la reflexión es simple: Gayosso Cepeda está apostando muy fuerte: si la jugada le sale será el próximo gobernador y por seis años más será un hombre políticamente poderoso e intocable. Pero si no le sale y pierde, quedará expuesto a la revancha de muchos y eventualmente además de ser un cadáver político, puede convertirse en un perseguido por la justicia.

El escenario político del 2018 es muy complicado para todos los partidos, pero de manera muy clara en Morelos para el PRD. No hay en el estado una institución tan lastimada como el Sol Azteca, porque es la marca que respalda al gobernador Graco Ramírez y representa la continuidad de su proyecto.

Rodrigo Gayosso ha intentado desde hace varios meses modificar su estilo de hacer política, trata de moderar su carácter y ha construído algunos canales de diálogo y comunicación con distintos sectores. El problema es que frente a él aparece el mismo estilo retador del gobernador y cada vez son más constantes los tropiezos del gobierno. Los logros del precandidato se opacan con las fallas de la nueva visión y los puentes que construye Rodrigo los derriba Graco.

Lo que el mandatario pierde de vista es que la aspiración de Gayosso ha dejado de ser una ocurrencia, ahora representa el mejor y único camino que tiene el tabasqueño para cuidar su salida y contener los ataques que invariablemente vendrán en su contra.

Cada acción negativa del régimen pega de lleno a las aspiraciones del PRD, pero sobre todo son una piedra más en la pesada alforja que cargarán los candidatos de ese partido en el 2018.

La de Rodrigo Gayosso es una apuesta muy fuerte, del todo o nada; y para poder hacer competitiva su propuesta se necesita de mucho, pero muchísimo más que dinero y estructura.

Los aliados y el manejo de su imagen será determinante.

  • nota

Las modificaciones hechas en el congreso hace una semana, dicen, son para cuidar la salida del gobernador. Es la versión Tlahuica del Fiscal Carnal, con la salvedad de que el andamiaje que sustenta esa idea es endeble y se puede caer en cuanto cambie la legislatura.

Hoy Graco Ramírez ha hecho todo lo que está en sus manos para protegerse de futuros golpes; lo ha logrado porque el congreso le ha ayudado. Mañana con un nuevo escenario político las cosas pueden cambiar, sobre todo si el PRD no refrenda su fuerza en la cámara.

  • post it

De principio a fin la inseguridad ha sido el coco de este sexenio. Delitos de alto impacto y agresiones directas a ciudadanos son el pan nuestro de cada día.

Ahora ni al comer o cenar en un restaurant se puede estar tranquilo.

  • redes sociales

En una discreta oficina federal se ha recopilado mucha información de Morelos y de algunos integrantes de la clase política y gobernante. El espacio es discreto, pero no por ello pequeño ni mucho menos carente de importancia. Se trata de un lugar que analiza todo lo relacionado con lavado de dinero y manejo de recursos públicos.

Las carpetas, cuentan, están listas; el seguimiento de la ruta del dinero es claro, lo mismo que los nombres de aquellos que se prestan a blanquear dinero público; lo único que falta para cerrar la pinza, comentan, es la orden. En ese momento se procedería y sucedería, lo mismo que pasó en Sonora, Quintana Roo, Tamaulipas o Veracruz, por mencionar sólo algunos casos.

El equipo al que se encomendó el trabajo sobre Morelos es el mismo que actuó en otras entidades del país. Son, dicen, expertos en finanzas, contabilidad, leyes y sobre todo, en rastreo de recursos públicos a cuentas personales y paraísos fiscales.

La regla en este tipo de casos es una: ubicar e investigar a los funcionarios (y representantes populares), a sus prestanombres y a sus familias para tener claridad sobre el andamiaje a través del cual se desvían los recursos del estado. Simple, pero nada sencillo de hacer a pesar de que esa oficina tiene acceso a todos los sistemas públicos y bancarios, sin importar la secrecía de ley.

La historia está escrita, sólo falta publicarla.

  • es viernes

Y hoy toca.

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