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SERPIENTES Y ESCALERAS

 

En unos días u horas, el PRI podría dar a conocer el nombre de su candidato a la gubernatura de Morelos. Hay una decena de aspirantes, pero solo dos en la recta final de la carrera. Ser candidato del PRI ya no es garantía de triunfo, para que el tricolor compita, lo primero que debe hacer es ponerse de acuerdo… y cambiar el rumbo de la dirigencia.

 

Los priístas de Morelos están a la espera de la decisión central de su partido que definirá quién de los que aspiran será el candidato a la gubernatura de Morelos. La lista es amplia y absurda, la integran personajes con respaldo político nacional como Matías Nazario, algunos con base social en el estado como Rosalina Mazari y sujetos sin virtudes ni merecimientos como Francisco Moreno. Son muchos los que quieren, pero pocos los que realmente están en competencia; la decisión se tomará en México y no tardará mucho en hacerse pública.

La lista inicial de aspirantes a la gubernatura de Morelos por el Partido Revolucionario Institucional era larga y sin filtros, se integraron a ella todos los que alzaron la voz sin menoscabo de su capital político, su rentabilidad electoral o sus merecimientos partidistas. Desde el inicio el proceso de selección de candidato en Morelos se le fue de las manos a la dirigencia estatal, cuyo presidente en lugar de conducir un proceso institucional, optó por tomar partido y tutelar al peor de todos los priístas.

A la vuelta del tiempo la lista se ha ido depurando sola, aunque en ella se mantienen algunos personajes que nada tendrían que hacer en la mesa. La falta de visión y talento político de Alberto Martínez ha hecho que los contendientes busquen por si solos el acomodo de piezas y soliciten a México su intervención para sacar las cosas adelante. Hace un par de días en un esfuerzo por mantener la cohesión interna la mayoría de quienes quieren encabezar el proyecto tricolor signaron un pacto de civilidad en el cual, además, aceptaron de antemano la decisión que tome el Comité Ejecutivo Nacional.

Habría que decir que la decisión de elegir al candidato a gobernador de Morelos por el PRI nunca ha estado en la mesa del comité estatal; lo más cercano a ello fue aquel momento en el que desde México concedieron (como cada seis años) a los priístas locales la oportunidad de alcanzar un acuerdo entre ellos para elegir un candidato de unidad. La unidad no ha sido posible y ahora, lo aceptan todos, la decisión será tomada en México.

Obtener la candidatura del PRI al gobierno de Morelos ha dejado de ser el billete premiado de lotería; hoy lograr la nominación es más un volado en donde nada es seguro y el triunfo depende de muchas más circunstancias de las que el candidato puede controlar. Estadísticamente el PRI está en la pelea, sigue siendo un partido con buena intención de voto en el estado y con una de las estructuras electorales más fuertes, pero también es una institución con probadas tendencias autodestructivas y una división interna tan fuerte que históricamente las ha impedido acordar entre ellos. Antes que pactar, los priístas se matan solos.

Al final del camino, aunque hay una decena de aspirantes, la decisión sobre la candidatura se ha centrado en dos personajes: Matías Nazario y Jorge Meade. El primero es un diputado federal con buenas relaciones nacionales, fuertemente apalancado por el SNTE y bien relacionado en la dirigencia nacional tricolor. Localmente a Matías le hace falta trabajo en tierra, necesita armar una estructura operativa funcional, le urge un mejor manejo de comunicación y tiene forzosamente que pactar con algunos de los principales liderazgos del partido en el estado para que, si no le ayudan, al menos no le jueguen en contra.

Jorge Meade es un político viejo que ha dedicado los últimos años de su vida a tejer una estructura en el estado a partir de su trabajo en la Sedesol; el esfuerzo territorial del gumaco es importante, pero el problema del delegado es que su figura no prende entre la sociedad y su discurso no inspira confianza entre los ciudadanos. A Meade le apoyan algunos políticos nacionales, pero no creen que pueda ganar porque a pesar de su trabajo en calle, es un pésimo estratega electoral y nunca ha podido sacar adelante una elección. Recordemos, por mencionar algo, los resultados que entregó en el 2012 cuando fue el coordinador de campaña de Enrique Peña en Morelos.

El reto del PRI no es sólo elegir al mejor candidato a la gubernatura, también requieren acomodar a los priístas con capital político en posiciones que permitan al partido caminar lo más unido posible y aprovechar la estructura y las capacidades de todos. Quien sea designado candidato tiene que realizar un enorme esfuerzo de conciliación interna, debe impulsar candidaturas que sumen votos y necesita renovar la dirigencia del partido para evitar que vendan la elección.

Para que el PRI pueda entrar a la competencia electoral con posibilidades de ganar necesita definir la candidatura lo antes posible y conciliar intereses internos de inmediato. El candidato del PRI no sólo debe poder venderse afuera, también necesita ganarse a los de adentro.

  • posdata

Este día la coalición Morena PES podría dar a conocer el nombre de su candidato a la gubernatura de Morelos; Rabín Salazar y Cuauhtémoc Blanco son los personajes que fueron medidos en una encuesta y uno de ellos tratará de ser el sucesor de Graco Ramírez.

En el caso del alcalde capitalino hay un tema jurídico pendiente de resolver que hace del futbolista un candidato de alto riesgo; si Morena decide que Cuau es su mejor opción para buscar la gubernatura, deberán estar conscientes de que aún no se ha resuelto la demanda en su contra interpuesta en la Fepade y ello pone la suerte del americanista en manos de la federación.

Explico: si la justicia federal (Fepade) determina que Cuauhtémoc Blanco violó la ley al tener dos credenciales de elector y falsear la información para acreditar su residencia y así poder obtener la candidatura a la presidencia municipal de Cuernavaca en el 2015, un fallo en contra podría retirarle su derecho a competir en el 2018 o incluso, ordenar su inmediata detención.

Hasta ahora el presidente municipal de Cuernavaca ha recibido protección federal contra las embestidas del gobierno estatal, la secretaría de Gobernación ha operado a su favor en los juicios, ha apurado sus resolutivos en la Corte y hasta ha mantenido en el congelador el tema de la Fepade. Pero el escenario está cambiando: Miguel Ángel Osorio está a punto de salir de la Segob y Cuauhtémoc Blanco se fue con López Obrador, el peor enemigo del PRI y del gobierno federal.

Puede ser que aún exista algún tipo de acuerdo político que mantenga la protección al futbolista a pesar de que ya juega del lado opuesto al gobierno de la república, pero mientras el tema de la Fepade siga vivo, la posibilidad de que venga un resolutivo en contra y la coalición se quede sin candidato en Morelos estará latente.

No hay duda que en términos de popularidad Cuauhtémoc Blanco es el candidato mejor posicionado, pero cierto es también que de todos los aspirantes de todos los partidos es el único que carga un asunto legal tan delicado que, además, está en manos del gobierno federal.

La reflexión es simple: ¿Se arriesgará Morena a postular a alguien que puede ser inhabilitado a mitad de la campaña?

  • nota

En el acomodo de piezas políticas rumbo al proceso electoral hay aspectos que sobresalen. La erosión en el PRI no es sólo interna, también se reflejó en la salida del Verde de la coalición por la gubernatura. Hacía muchos años que el PRI no iba en alianza con el Verde.

Detrás del retiro del partido ecologista hay aspectos que van más allá de la excusa pública que dieron públicamente los verdes, comenzando por la personalidad del dueño de esa institución en Morelos, el diputado Javier Estrada.

Pero independientemente de lo que algunos priístas consideran un precio muy alto solicitado por el PVEM está la novatez o torpeza de un dirigente que no ha alcanzado a entender que Morelos no es Tetecala ni los acuerdos políticos son un pacto de burdel. Peor aún: Alberto Martínez no quiere darse cuenta de enorme costo social y político que significa para él y para el PRI tener a Francisco Moreno Merino.

Los yerros de la dirigencia estatal del PRI pueden costar a ese partido la gubernatura; la dirigencia está comprometida con un proyecto político distinto y están negociando en lo económico las decisiones. La ventaja que aún conserva el PRI frente a otros partidos se va a diluir porque su dirigencia no tiene idea, ni proyecto ni tampoco compromiso.

El CDE del PRI no sólo comprometió la próxima elección, también traicionó a una generación política que busca una oportunidad y retrasó muchos años el ingreso de una nueva camada de priístas.

Bajo la conducción de Alberto Martínez, el PRI se puede ir al cuarto lugar en la próxima elección.

  • post it

El arranque del 2018 es sumamente violento. Hasta ayer el conteo de ejecuciones era alarmante: 22 en 9 días.

Lo ocurrido esta semana es terrible, han aparecido cuerpos mutilados, cabezas cercenadas y balaceras en donde nuevamente murieron niños.

El problema de inseguridad y violencia es real, aunque las autoridades lo minimicen o lo consideren “sólo un incidente”. Lo que estamos viendo no es casualidad, no es un hecho aislado ni mucho menos algo menor, como lo trata de hacer ver el nuevo secretario de gobierno.

Gobiernos y partidos políticos deben poner atención en esta circunstancia. A nadie conviene que la violencia se desborde y Morelos entre al proceso electoral en medio de una crisis de inseguridad.

El análisis y la atención de este problema debe ir mucho más allá del discurso de los candidatos y la negativa de las autoridades. El problema es real; los muertos también lo son.

  • redes sociales

Los aspirantes a la candidatura del PRI al gobierno de Morelos han sido medidos por la dirigencia nacional. Todos conocen los números, saben de sus positivos y sus negativos y en el cruce de ambos entienden la rentabilidad que tienen y sus posibilidades de crecer en una elección. Hay algunos poco conocidos y con pocos negativos y otros muy conocidos, pero terriblemente calificados.

El caso de Francisco Moreno Merino raya en lo chusco: el saldo de sus positivos y sus negativos lo dibujan de cuerpo entero. El minúsculo legislador representa para el PRI 16 puntos negativos. Por eso algunos le llaman de manera chusca “El menos 16”

Comentarios para una columna optimista:

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