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SERPIENTES Y ESCALERAS

BAÑO DE SANGRE

Como nunca antes Morelos está inmerso en una ola de violencia que no tiene precedentes en su historia: hasta la tarde de ayer iban 50 personas ejecutadas en tan sólo 18 días. Algo no está bien; algo no funciona; algo se debe hacer.

 

El escenario de violencia que vivimos en Morelos no tiene precedente, la cifra de ejecutados es brutal en este primer mes; el 2018 es oficialmente el inicio de año más violento de toda la historia. Hasta ayer sumaban cincuenta personas que perdieron la vida de manera violenta en distintos puntos de la entidad; el fenómeno que estamos viviendo no es fácil de entender y tampoco ha sido explicado por las autoridades. ¿Qué está pasando en Morelos?

Lo que estamos viviendo no tiene precedente. El año pasado, un año violento que concluyó con 475 ejecuciones, no tuvo un arranque tan sangriento como el de ahora. A mediados de febrero del 2017 la cifra de ejecuciones era alarmante: 15; ahora en 18 días van 50 personas ejecutadas.

Personalmente no se lo que está pasando, no entiendo el porqué de este fenómeno ni tampoco puedo explicar las razones que hay detrás de este baño de sangre. Preguntando a conocedores del tema la respuesta es teórica, hipotética; ninguno me ha podido aclarar qué hay detrás de lo que estamos viviendo. Sin ser experto en la materia algo sí entiendo: estamos en una muy severa crisis de inseguridad.

No se trata de echar por enésima ocasión la culpa al comisionado Capella  o de referir una vez más el fracaso de la estrategia de seguridad, sino de entender (y aceptar) que estamos en una crisis mayor, un problema desbordado porque las autoridades no han podido contener el avance delictivo.

Por supuesto que todo esto tiene que ver con la figura de un comisionado de seguridad más afecto a grabar videos que a trabajar en lo que le corresponde y un esquema de seguridad que pese a la multimillonaria inversión continúa sin dar resultados.

A nadie conviene que esta situación continúe: Ni al gobierno (en sus tres niveles) porque ello exhibe su incapacidad para resolver; ni a los partidos que en breve mandarán candidatos a campañas, ni a los ciudadanos, quienes padecemos los estragos de este mal y podríamos quedar envueltos en un problema mayor si la delincuencia interviene en el proceso electoral e impone candidatos.

El tema no es menor y evidentemente supera la capacidad del gobierno estatal. El Mando Único no ha podido contener el avance delictivo, el comisionado de seguridad se la pasa defendiendo y justificando a sus elementos a pesar de que en muchos casos los errores son evidentes y la sociedad cada día confía menos en las instituciones.

La inseguridad es un problema social que sin duda influirá en las campañas, no hay manera de que un ambiente tan descompuesto como el que vivimos se puedan contener los intereses de los grupos delictivos, ni forma de garantizar a los ciudadanos que nuestras próximas autoridades serán ajena a intereses mafiosos.

El gobierno estatal tiene que pasar de la justificación al replanteamiento de la estrategia, tienen que aceptar que el problema es mayor y que los esfuerzos han sido insuficientes. No se trata de que el ejecutivo asuma la culpa, por el contrario, debe reconocer la situación, lo que implica pedir ayuda (a quien sea), sumar voluntades y fuerzas, escuchar a los ciudadanos y dar la batalla en un mismo frente.

El problema de que el gobierno estatal no quiera reconocer la crisis implica que las autoridades se conviertan en parte del problema. Los ciudadanos perciben un ambiente inseguro y las justificaciones oficiales lo único que hacen es aumentar la desconfianza. El resultado es catastrófico, porque el gobierno se vuelve un enemigo más de la gente y eso sólo beneficia a quienes actúan al margen de la ley.

Más allá del momento electoral en el que estamos, la inseguridad es un tema de alta prioridad en la agenda del estado. Todos los candidatos deben observarla como un reto vigente y una petición urgente. Continuar la misma línea de actuación, separados de la sociedad, con desconfianza y sin escuchar a la gente, garantiza el fracaso.

A unos meses de que concluya el régimen esperemos que finalmente el gobernador acepte que la inseguridad es un problema real, producto de muchas circunstancias y cuya solución depende de todos. Mientras el perredista no reconozca la crisis y la enfrente de la mano de la sociedad es imposible que las cosas mejoren.

  • posdata

La actitud del gabinete que acompaña al gobernador Graco Ramírez no ayuda al cumplimiento de las metas de la administración, ni tampoco coadyuva a cambiar la imagen que se tiene del gobierno. Muchos de quienes integran el equipo de la nueva visión son personajes sin talento, sin compromiso, sin identidad y sobre todo, sin sensibilidad.

Lo visto recientemente en el acto de demolición de una escuela refleja de pies a cabezas el actuar de los funcionarios estatales. Un acto solemne que representaba el fin de una era en una de las escuelas más antiguas y emblemáticas de la entidad se convirtió en un circo en donde los payasos fueron los funcionarios del gobierno estatal.

El problema no es sólo la frivolización de la tragedia o convertir en burla un momento doloroso, sino que esa manera de actuar ha caracterizado siempre al gobierno de nueva visión y por ello el desgaste de su titular. Entendamos algo: el distanciamiento del mandatario con la gente empezó con la actitud del ejecutivo, pero lo que ha acentuado esta situación es la actuación personal de muchos funcionarios del gabinete.

Gobernar no es una tarea individual; aunque el poder no se comparte y el ejercicio de gobierno lo encabeza una persona, los resultados de un régimen dependen de un equipo, de ahí la importancia de elegir bien a los colaboradores y supervisar permanente su actuar. Un equipo sin capacidad y sin supervisión es un equipo que no sirve.

El gabinete actual es un ejemplo que deben tomar todos los aspirantes a la gubernatura para entender lo que NO se debe hacer en una administración pública. Los fracasos del régimen están directamente ligados con el actuar de un conjunto de individuos que no se salen de su zona de confort, no hacen su trabajo, no dan resultados y consecuentemente no ayudan a su jefe. Son personas improvisadas con actitud de nuevos ricos.

En el gabinete neovisionista se incluyeron personajes con un notable historial académico como Topiltzin Contreras, quien a la vuelta del tiempo demostró que ser un buen catedrático no es garantía de ser un buen servidor público. El desempeño del universitario ha sido tan malo que hasta su antecesor (Fernando Bahena) un contador público sin capacidad ni conocimiento del área ambiental puede presumir mejores resultados que el biólogo.

De la misma manera se pueden observar otras áreas en donde la simulación ha sido constante porque la regla ha sido la autoprotección y la autocomplacencia. Salvo en algunas áreas concretas y programas específicos impulsados personalmente por el gobernador, en el resto de las oficinas se colocaron a personas improvisadas. ¿Un ejemplo más? Economía. ¿Otro? Turismo. ¿Uno más? Obras Públicas. ¿Le seguimos?

El perfil de los funcionarios debe ser acorde a las instituciones y a las necesidades de cada área. De cara a una nueva elección en la que escucharemos muchas propuestas será importante conocer de quiénes se harán acompañar aquellos que buscan la gubernatura. Tener como jefe del ejecutivo al mejor de los personajes no es suficiente si éste no se acompaña de un equipo que le ayude a sacar adelante al estado.

Gobernar no es una tarea sencilla, Morelos enfrenta muchos problemas añejos y no hay forma de superarlos si los tres poderes y los tres niveles de gobierno no trabajan de manera coordinada. Para que el próximo gobernador haga un buen papel es fundamental que tenga una buena relación con el futuro presidente de México y establezca desde el principio un buen trato con los alcaldes y los diputados. Su gabinete, reitero, es el primer paso para que pueda lograr buenas cosas.

En las próximas elecciones debemos exigir a los candidatos que digan con quienes van a gobernar y con quienes piensan cumplir sus promesas.

Ningún funcionario del gobierno actual merece ser tomado en cuenta por cualquiera que gane la elección. Ítem más: varios de ellos tienen que regresar a la escuela o merecen ir a la cárcel.

  • nota

El sismo del 19 de septiembre fue un duro golpe para nuestro país y en el caso de Morelos un fuertísimo golpe para nuestra gente. Varias comunidades quedaron prácticamente devastadas y miles de paisanos perdieron su hogar. En el sur del estado la economía colapsó y la normalidad no ha regresado a las vidas de miles de personas.

Frente a la tragedia la reacción inicial del gobierno federal fue buena, recibió aplausos y reconocimiento de propios y extraños; lo mismo que en el sur del país como en el centro de la república, el presidente Peña destacó por su actuar sensible, oportuno y las decisiones inmediatas que tomó para ayudar a las víctimas.

El problema es que a cinco meses de distancia las cosas no avanzan y las promesas de ayuda se quedaron en eso. En lo que corresponde al gobierno federal hay quejas permanentes contra el delegado de la Sedatu, a quien se le ha señalado por lucrar con los recursos de los damnificados, condicionar la ayuda a víctimas y priorizar sus intereses económicos personales a las necesidades de quienes se quedaron sin casa.

Rodrigo Peña es el equivalente federal a lo que de manera estatal realiza Sergio Beltrán Toto; ambos personajes cargan con un historial negro, son acusados de corrupción y han convertido la esperanza de la gente en enfado contra el gobierno.

Mentalmente los afectados pasaron del miedo a la esperanza, de la esperanza a la desesperación y ahora de la desesperación al enojo. Nada queda de aquella buena imagen que causó en Morelos el presidente Enrique Peña cuando estuvo en las zonas afectadas e instruyó brindar apoyo inmediato a las víctimas. Hoy lo que está en la cabeza de los ciudadanos es el incumplimiento de las promesas y el actuar perverso de un delegado incompetente que se enriquece con la tragedia.

Rodrigo Peña y Sergio Beltrán Toto son elementos que en nada están ayudando a sus jefes; ambos son un motivo de enfado social y una razón más para votar en contra de los partidos que les cobijan.

  • post it

No hablemos de cacería de brujas, pensemos en la necesidad de justicia. Quienes aspiren a gobernar nuestro estado deben tener muy clara la importancia de dar un golpe contundente a la impunidad, procesando a quienes abusaron del poder y traicionaron la confianza de los ciudadanos.

No se vale perdonar; no es aceptable un borrón y cuenta nueva, el próximo gobernador tiene que aplicar la ley no sólo a una persona, sino a todos aquellos que en los gobiernos estatal y municipales, en el congreso y en el poder judicial saquearon las arcas públicas.

Si no hay firmeza para castigar, no hay razones para pensar que cumplirán en otras cosas. En este caso el perdón es complicidad. Y la complicidad es corrupción.

  • redes sociales

La comunidad virtual es la otra cancha en la que se jugará el proceso electoral del 2018. En esos espacios los candidatos deben posicionar sus ideas, sus propuestas, sus opiniones, pero sobre todo tienen que ganar la confianza de la gente y provocar empatía.

No es sencillo, los tuiteros son rudos, implacables y muchas veces (con o sin razón) irracionales. Se vale; también para eso son esos espacios. El reto de los equipos de campaña es equilibrar la comunicación a través de los medios formales y también en el mundo virtual. Se necesitan ambos, no puede ir uno sin el otro.

Quien lo logre, llevará ventaja sobre sus adversarios.

  • es viernes

Las tragedias mexicanas siempre encuentran, cuando hay salud mental de por medio, su camino para volverse comedias. Eso está bien, es una señal de vida y de buena crianza.

Si conservamos eso y logramos darnos a luz como ciudadanos respetuosos de nuestra legalidad, de nuestra libertad y de nuestros semejantes, si logramos esto, la comedia nacional será grata para todos.

Entendamos: para que las cosas cambien, el primer cambio comienza en cada uno de nosotros.

A cambio: Hoy toca.

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