Tiempo de “chapulines”
El pragmatismo en la política es un signo de estos tiempos. Cambiarse de partido no es algo nuevo, lo que pasa es que en los últimos años se ha convertido en una especie de tónica en la cotidianeidad de la política mexicana.
En muchos casos hay razones válidas que tienen que ver con conflictos profundos de carácter estratégico e ideológico de los militantes. Pueden presentarse circunstancias en la dinámica que hacen materialmente imposible sus vidas al interior de los partidos en que estén.
Un caso significativo fue el que se presentó antes de las elecciones de 1988 en el PRI. Se dio un rompimiento interno de gran relevancia con razones de peso y de fondo.
La Corriente Democrática, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Rodolfo González Guevara, entre otros, se convirtió en el detonador de lo que tiempo después fue el PRD y a largo plazo Morena. Fue un rompimiento y una sacudida que alcanzaron a todo el país.
La salida del PRI de este grupo no era para ver si se obtenía una candidatura por otro partido o algo parecido. Era una acción que pretendía cuestionar al PRI en sus raíces y en sus formas. Era buscar ensanchar la democracia y abrirse a la vida partidista no dirigida.
Recordamos una larga y atractiva entrevista que tuvimos en esos días con Rodolfo González Guevara en el IMER. La plática en verdad molestó a las autoridades. Conversando con un alto funcionario del gobierno de Miguel de la Madrid nos planteó, entre advirtiendo y reflexionando, que “ésta es una decisión que nos va a afectar, le diste mucho tiempo”.
Situaciones de esta naturaleza se han presentado en todos los partidos llamados grandes. El PAN ha vivido muchos rompimientos internos que derivaron en expulsiones o renuncias de militantes quienes tras estar fuera del partido forman parte de otras organizaciones o desarrollan importantes proyectos sociales.
Los rompimientos en los partidos siempre han existido y existirán. Las personas somos susceptibles de cambiar nuestro entorno y lo que hemos visto y vivido a lo largo de mucho tiempo. La cuestión es qué es lo que nos lleva a cambiar y qué tan válidas son las razones y motivos de las decisiones.
Éstas son reflexiones y preguntas que desde hace tiempo nos hacemos todos sobre el porqué cada vez más políticos cambian con pasmosa facilidad de partido sin que medien razones de peso, por lo menos a la vista de todos, para hacerlo.
Son actos válidos que no fortalecen ante la opinión pública a quien toma la decisión, todo se ve como puro oportunismo. Si son decisiones que buscan encontrar nuevos caminos para su desarrollo y así impulsar en otras trincheras sus proyectos son reconocidos hasta con votos.
Si al contrario lo que hacen es buscar otros partidos porque donde estaban no les dieron la candidatura que pedían, o más bien exigían, tarde o temprano terminan cayendo por su propio peso por más que la consigna. Acaban evidenciados por más que la memoria colectiva sea a menudo corta.
Éstos son meses en que a los políticos les da por acomodarse. En algunos casos se ofrecen y en otros son parte de la vendimia de los tiempos. En pocos casos quedan claros los motivos de fondo porque argumentan razones difíciles de entender y creer.
Sólo quienes renuncian a sus partidos saben en el fondo cuáles son sus verdaderas razones. Se ganan el repudio de quienes eran sus compañeros y los elogios de quienes hace 24 horas los criticaban de manera despiadada, es un juego de máscaras.
Habrá buenas y respetables causas, pero prevalece el síndrome del “chapulín”.
RESQUICIOS
TRUMP. AÑO UNO.
No ha salido barato, no hemos pagado un peso por el muro. Trump es antídoto. La pérdida de Steve Bannon llevó a la fortaleza de su yerno. Le ha faltado el respeto a las instituciones, personas y presidentes. Estamos ante lo que nunca se había visto. Se vendió como un gran negociador y es más bien un hombre que divide a su país.