RESQUICIOS.
Es probable que el exrector de la UAEM Alejandro Vera haya creído que era intocable, ayer se vio que no es así. Su detención se veía venir. Es señalado como presunto responsable de actos de corrupción, algunos de ellos presentados en la investigación “La Estafa Maestra”. No se puede separar el hecho de la lucha por la gubernatura en Morelos. Esto apenas empieza.
El precandidato Meade
Hace algunas entregas planteamos que lo que hoy se ve no necesariamente va ser lo que veamos mañana. Las encuestas y preferencias de hoy pueden no ser las del día de las elecciones, todavía falta mucho por ver.
Aunque el registro de posibles alianzas se venza estos días, no excluye la posibilidad de más mudanzas de militantes; el “chapulinazo” está siempre latente.
En función de lo que hemos empezado a ver se puede intuir cómo se podrían presentar las cosas en los próximos meses. Tenemos precandidatos que son virtualmente candidatos y precampañas que ya parecen campañas.
José Antonio Meade está cargando con la marca PRI y con la idea, alentada fundamentalmente por López Obrador y Ricardo Anaya, de que su candidatura “no levanta” y que existe la posibilidad de que lo cambien por Aurelio Nuño.
En esta etapa todo es ruido y no deja de ser parte de los dimes y diretes inevitables y malintencionados; hasta ahora no existe indicador alguno en este sentido. Sin embargo, se menciona que “algo podría pasar” para desacreditar a Meade.
Los precandidatos no van a ser diferentes cuando sean candidatos. Ninguno de los tres va a cambiar de manera sustancial en comparación de lo que hoy les hemos visto.
Meade está en los terrenos de la autodefinición. Bien a bien no se sabe todavía por dónde va y cuál es su estrategia. La ventaja que tiene, que en sentido estricto la tienen los tres precandidatos, es que están en una etapa en que todavía se vale equivocarse. La clave es no cometer errores graves y si los cometieran, lo ideal sería dejar el menor número de secuelas.
López Obrador nunca pudo dejar atrás su desafortunada frase de “cállate chachalaca”. Dejó huellas entre la opinión pública que pudieron influir entre los votantes. El tabasqueño hoy se cuida aunque se le cuela de vez en cuando uno que otro exabrupto.
Como sea, su imagen está definida entre la opinión pública. Se le quiere o se le toma distancia pero todos sabemos cómo es y como puede reaccionar. En los últimos meses su pragmatismo ha sorprendido a tal grado que parece que la puerta de Morena ya parece giratoria.
Para los ciudadanos, José Antonio Meade es un personaje al que todavía no definen y hasta cierto punto desconocido, según recientes estudios sólo el 50% de la población sabe quién es. Lo que necesita Meade es que lo conozcan pero sobre todo que defina cómo quiere que lo vean y cómo quisiera verse él mismo como candidato.
Hasta ahora no ha quedado claro si Meade quiere ser un candidato que se quiera subir al ring o entrar en los terrenos de las propuestas, haciendo a un lado los gritos y la estridencia.
Meade debe definirse y debe saber también la necesidad de hacerlo en lo inmediato. No puede rehuir el máscara contra cabellera que llevan intrínsecas las campañas, pero debe definir su perfil.
¿Hasta dónde debe llegar la defensa del sexenio de Peña Nieto? ¿Hasta dónde puede llegar su priismo? Son dos preguntas que han de pasar a menudo por la cabeza de Meade y su equipo, incluyendo a los peñistas, que tarde que temprano tiene que enfrentar y responder.
Lo que hoy está a la vista es que en los rounds de sombra de estos días no se ve cómo pueda ganar. El voto duro priista no le da para el triunfo y la ciudanía no está cerca ni del gobierno ni del PRI y a él se le ve en el paquete.
Está a tiempo para que muestre que es un hombre de ideas, propuestas, que tiene peso, músculo y autonomía y así podrá verse y ser competitivo.
No le va a quedar de otra que buscar en lo inmediato cómo hacer a un lado a quien o quienes lo pusieron donde está.