¿Las bases del PRI votarían por Anaya?
La semana pasada, el líder nacional de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, dijo a Francisco Garfias, columnista de Excélsior, que la elección presidencial terminaría en un mano a mano entre Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya.
“Delgado evocó el esquema del voto útil como vía para que Anaya le gane al Peje”, escribió Pancho, quien además apuntó que el exgobernador de Veracruz está convencido de que no hay modo de que gane los comicios José Antonio Meade.
“Cuestionamos el esquema”, añadió Garfias. “Los priistas nunca votarían por un panista. En todo caso, se irían por Andrés Manuel López Obrador. Él se mantuvo en su tesis de que el voto útil favorecería a Anaya. ‘Veremos’, le dijimos. No le gustó”.
Es complicado saber con certeza qué ocurrirá. Primero habría que saber si, efectivamente, se dará esa “final” de la elección entre López Obrador y Anaya. Es decir, si será la candidatura de Meade y no la de Anaya la que terminará por desplomarse. A lo mejor, ninguna de las dos se cae y compiten hasta el final contra AMLO. Luego, qué pasará con las candidaturas independientes, que pueden ser tres.
Pero partamos de la hipótesis de Dante Delgado de que “no hay forma de que Meade gane”.
En ese escenario, ¿podría el panista Anaya beneficiarse de los votos útiles de los priistas?
Debo aclarar, como escribí la semana pasada, que, luego de revisar los datos de las tres elecciones presidenciales más recientes, pienso que el fenómeno del voto útil, si existe, es marginal. Además, sólo en 2000 benefició a uno solo de los dos punteros de la carrera (Vicente Fox); en 2006 y 2012, se repartió entre ambos. En tercer lugar, ha habido una tendencia a votar cada vez menos de forma “útil”.
Pero, para responder a la pregunta, veamos cuándo fue la última vez que un panista pudo beneficiarse de los votos originalmente destinados a un candidato del PRI que terminó en tercer lugar. La verdad es que no hace mucho: fue apenas en 2006, hace 12 años. Y la ventaja de la comparación es que López Obrador también era candidato presidencial.
En los últimos meses de la carrera presidencial de aquel año, la contienda se volvió de dos, entre Felipe Calderón, quien representaba la opción de continuidad, y López Obrador, la del cambio. El priista Roberto Madrazo se rezagó y terminó último.
Si uno ve las cifras finales, hubo 2.3 millones de ciudadanos que votaron por los candidatos del PRI al Senado, pero no por Madrazo. Una hipótesis puede ser que esos votos fueron “útiles”. Si fue así, ¿a quién beneficiaron, a Calderón o a López Obrador?
Revisando los datos, uno concluye que se repartieron, pero a AMLO le tocaron más.
Mire los resultados en Jalisco. Allí votaron casi los mismos por Calderón, quien ganó el estado, que por la fórmula panista para el Senado (1.43 millones contra 1.42 millones). En cambio, Madrazo perdió 165 mil votos y López Obrador ganó 220 mil. ¿Para quién fueron, podemos presumir, los votos útiles de los priistas jaliscienses?
Algo similar ocurrió en el entonces Distrito Federal. Calderón sacó 1.32 millones y la fórmula panista al Senado, 1.22 millones, cien mil votos de diferencia. En la capital, Madrazo perdió 153 mil votos y López Obrador ganó 320 mil.
O en Nuevo León, donde Calderón obtuvo 104 mil votos de diferencia a su favor, Madrazo perdió 224 mil y López Obrador ganó 142 mil. O en Puebla, donde Calderón se llevó 32 mil sufragios extras (que pudieron migrar de los 38 mil que perdió Roberto Campa del Panal), Madrazo perdió 157 mil y AMLO ganó 159 mil…
Por supuesto, ninguna elección es la repetición de las anteriores. De hecho, la de 2018 tiene componentes únicos, como los independientes y que se jueguen simultáneamente nueve gubernaturas.
Sin embargo, no hay en la historia electoral reciente algo que nos indique que el cálculo de Dante Delgado y otros tenga bases. Es decir, que los votantes que huyen del PRI se refugien en el PAN.
Si la hipótesis fuera al revés, es decir, que los electores panistas tuviesen que dar su voto útil a Meade, habría mayor forma de sustentarlo –por las características del candidato presidencial del PRI y porque algunos votos de 2012 se comportaron así–, pero tampoco se daría de forma exclusiva.
Otra posibilidad, la que yo más compro, es que la enorme mayoría de los electores ya decididos se mantenga fiel a su opción hasta el final y que los hoy indecisos decidirán el resultado, dando el triunfo a un candidato que tendrá el menor margen sobre el tercer lugar en los tiempos recientes.