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QUEBRADERO

Seguridad, un panorama desolador

 

Por más que presenten cifras alegres  sobre una presumible disminución de la violencia en el país, lo que prevalece es  la confusión en los números y sobre todo la impunidad.

Vivimos en un país en donde quien la hace no la paga. Los delitos proliferan por innumerables razones. Quizá la más sensible y lamentable es que quienes perpetran estos actos saben muy bien que, en la gran mayoría de los casos, no les van a hacer nada.
Es un mal endémico que tiene que ver con todo el país, no es privativo de un estado u otro. Se ha convertido en una lamentable forma de vida a la cual nos hemos tenido que acostumbrar y someter. Hemos aprendido a vivir con el miedo, a sabiendas de que estamos expuestos a que en cualquier momento podemos ser sujetos de algún ataque o de un acto intimidatorio.

Los ciudadanos no confiamos en nada ni en nadie. El bajo nivel de credibilidad de la autoridad es, desde donde se vea, alarmante. Los delitos denunciados, para la gran cantidad de los que se cometen, son particularmente bajos. Nadie acude al Ministerio Público o la policía porque considera que puede ser una pérdida de tiempo, o de plano, le puede terminar por ir peor.

No hay salida para los ciudadanos. Vivimos bajo una especie de ruleta rusa en donde hoy nos puede tocar y mañana también. Nadie queda vacunado por haber sido asaltado, las posibilidades de un nuevo ataque no suben ni bajan por ello.

Es evidente que esto no es nuevo. Más bien es muy sabido y hemos visto cómo a lo largo de los últimos años se ha agudizado. Ya no hay sorpresas, pero no por ello se ha diluido la indignación.

Lo peor de estos escenarios es que no se vislumbra que vaya a cambiar el estado de las cosas. No se ve nada para el corto y mediano plazos; para el largo plazo lo que queda son los buenos deseos de algo que si pasa, difícilmente veremos. Cuando lleguen esos días, los niveles de descomposición podrían colocar a la sociedad en situaciones de un riesgo inimaginable.

La percepción tiene mucho que ver con la realidad. Es probable que a veces se puedan sobredimensionar las cosas, pero por lo general la vida cotidiana, en buena parte de las grandes ciudades, es violenta y agresiva. Se vive una crisis a la cual nos hemos habituado a ver como algo “normal”. Nos debe quedar claro que lo presuntamente “normal” no es “normal”.

No debemos dejar de pensar y actuar ante el tema, como lo hacen muchos estudiosos y en menor medida algunos políticos, está puede ser una de las salidas.

La discusión en que estamos enfrascados sobre la Ley de Seguridad Interior, es muestra de una lucha de posiciones frente a un serio problema de seguridad nacional. En la forma y fondo en que terminemos el debate, podría estar una de las soluciones al problema de inseguridad.

No es pesimismo, más bien es realismo que puede ayudar a tener mejores diagnósticos, en lugar de andar haciendo números como si no estuviéramos hablando de nosotros mismos.

RESQUICIOS. JSH-AMLO.

Los tuits del lunes entre Silva-Herzog y López Obrador llamaron la atención por fondo y forma. Los argumentos del académico se centraron en una crítica a las estrategias del tabasqueño sobre la forma en que conduce su precampaña, pero sobre todo en el manejo que hace de Morena. La respuesta de López Obrador no fue afortunada, había elementos para hacerlo y así elevar el nivel del debate pero no lo hizo, optó por otra ruta.

La cuestión es si está dispuesto a debatir y escuchar, le vaya bien o le vaya mal. La crítica y la autocrítica es esencial en la vida de los políticos y los partidos. Si Silva-Herzog no tenía razón era un buen momento para debatir y demostrar lo contrario, pero sobre todo abrirse y verse como hombre de Estado.

Habrá de seguro nuevos rounds y ojala se eleve el nivel del debate. Todos sabemos que puede ganar y, si así fuera, lo queremos ver con otro talante en estos lances. Silva-Herzog es un extraordinario interlocutor.

Javier Solórzano Zinser
 

 

Ámbito: 
Nacional