En tres ocasiones Peña Nieto ha tenido que padecer los excesos retóricos de Trump. La primera vez, cuando lo invitó a Los Pinos durante la campaña presidencial de 2016, acordaron que no hablarían del muro, ni en el encuentro con sus asesores, ni ante la opinión pública, por las posiciones irreconciliables entre los dos. Ni Trump dejaría de decir que México pagaría por esa barrera, ni Peña Nieto cambiaría su tajante rechazo a la propuesta. La segunda tras la toma de posesión en enero del año pasado, cuando mientras se afinaba la agenda de trabajo para una reunión cinco días después, Trump afirmó que México tenía que pagar por el muro y, si no, mejor sería que Peña Nieto suspendiera su visita a Washington. La tercera fue durante la reunión del G-20 en Hamburgo hace un año, donde ante una pregunta durante la conferencia de prensa tras sus conversaciones bilaterales, Trump ratificó que los mexicanos pagarían por el muro.

Trump no puede recular, aunque quisiera. El muro fue el vector a través del cual desdobló la narrativa de su campaña presidencial y con el cual ganó el voto de los sectores más conservadores de Estados Unidos, que ha mantenido unidos hasta este momento, por su postura intransigente sobre el muro. Aunque es más simbólico que una barrera real infranqueable, la construcción del muro ha sido un elemento cohesionador de su electorado base en los tiempos más difíciles de su administración. En la reflexión sobre los costos y beneficios de una reunión con Peña Nieto, la decisión, por ahora, es no concretarla. El problema colateral es que de ese encuentro dependía una parte del mantenimiento de la relación bilateral.

Una consecuencia inmediata de la falta de definición sobre la reunión presidencial fue la posposición del viaje de la nueva secretaria de Seguridad Interna, Kirjsten Nielsen, quien tenía programada una reunión de trabajo este viernes en la Ciudad de México con el nuevo secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida. Iba a ser la primera entrevista de Navarrete Prida con un alto funcionario del gobierno de Trump, puesto que en una oportunidad reciente, cuando el secretario de Estado, Rex Tillerson, lo invitó a cenar a la casa de la embajadora Roberta Jacobson junto con el gabinete de seguridad, al iniciar una gira por América Latina hace dos semanas, el secretario de Gobernación declinó para que no fuera un encuentro social su punto de partida en la relación institucional con sus pares.

La posposición este viaje provino de Washington. Nielsen y Navarrete optaron porque las nubes se disiparan de los cielos de los presidentes, antes de continuar con las pláticas bilaterales en materia de seguridad regional, la gran preocupación del gobierno de Estados Unidos, por la inmigración centroamericana. El impasse se puede romper en cualquier momento, si en una nueva evaluación en Los Pinos se concluye que el riesgo de un desaguisado es menor que los beneficios que pueda traer la reunión, donde se abordarían de manera más concreta lo que tangencialmente hablaron Peña Nieto y Trump por teléfono el martes, seguridad, inmigración y comercio.

Los dos primeros temas es donde hay más acuerdo, porque la inmigración centroamericana también se ha convertido en un problema para México, y existe la convicción de que se tiene que reforzar la frontera sur mexicana para actuar como un amortiguador de los migrantes y las bandas criminales asociadas con las rutas de contrabando humano. En donde se mantienen las diferencias es en varios capítulos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, cuya séptima ronda de renegociación comienza el próximo lunes en la Ciudad de México. La fotografía de los dos presidentes ayudaría a mandar un mensaje a los mercados de que más allá de la complejidad de algunos de los capítulos aún por resolver, no está en el escenario de Trump repudiar el acuerdo norteamericano.

Las señales que ha enviado Washington en los últimos días no ayudan a crear en estos momentos, las condiciones que pudieran modificar la evaluación. Esta semana Nielsen acompañó al vicepresidente Mike Pence a una visita a la frontera con México, en donde se reiteró el compromiso hecho por Trump con los estadounidenses. “El presidente Trump tiene como prioridad la seguridad fronteriza, construir un muro y comenzar el proceso para reformar nuestro sistema migratorio”, dijo Pence. “Vamos a construir un muro. Esto significa que vamos a tener una barrera física en nuestra frontera sur”. ¿Alguna posibilidad de que Trump se abstenga de hablar del tema públicamente tras una reunión con Peña Nieto? Ni de chiste.

Raymundo Riva Palacio
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