Cada vez más de malas
Pues, como país, seguimos de malas, de acuerdo con las más recientes mediciones del ‘estado de ánimo de los tuiteros’, que practica el INEGI.
Este indicador del estado de ánimo tuvo un valor de 1.85 puntos en la octava semana de este año. Esto significa una caída de 12.7 por ciento respecto al cierre de 2017, pero de 21.6 por ciento respecto a diciembre de 2016 y de 29.4 por ciento con relación al cierre de 2015, cuando empezó a realizarse esta investigación.
Aunque no todos en el país son tuiteros, al menos para este segmento de la población es visible y medible el creciente mal humor en los últimos años.
¿Por qué estamos cada día más de malas?
Algunos podrían pensar que es la economía lo que produce el mal humor. Pero no existen elementos suficientes para explicarlo.
Sí, es cierto que la inflación creció a lo largo de todo el año pasado, pero empezó a ceder precisamente en enero.
Incluso, el índice de confianza del consumidor estuvo en el pasado enero 23 por ciento por arriba que en el mismo mes de 2017.
Hay cifras positivas en materia de empleo y aunque el crecimiento de la economía ha sido bajo, sigue en números negros.
Hay dos indicadores, en contraste, que no van bien.
Uno de ellos es la percepción respecto a la corrupción y el otro, la inseguridad.
Respecto al primero, apenas esta semana Trasparencia Internacional señaló que el último año México cayó del lugar 129 al 135 en el Índice de Percepción de la Corrupción.
Y, respecto a la inseguridad, a lo largo de las últimas semanas se han citado las cifras de homicidios dolosos correspondientes a 2017, que resultaron ser las más elevadas desde que hay registros.
Pero, incluso en el caso de delitos como el robo con violencia, también hay indicadores que lo colocan claramente hacia arriba.
Esos dos factores son los que, a mi parecer, inciden en mayor grado en el ‘mal humor social’.
Y, cuando el estado de ánimo negativo es el que prevalece, los intentos de transmitir noticias positivas resultan infructuosos, máxime si es el propio gobierno quien las ofrece.
Dice un viejo adagio: elogio en boca propia es vituperio.
No sé si llegue a tal extremo, pero de lo que estoy seguro es que, en un ambiente dominado por el mal humor, que el gobierno (o los gobiernos de todos los órdenes) hable bien de sí mismo carece de credibilidad, aunque los datos que ofrezca sean completamente reales.
El mal humor usualmente no llega de golpe. Ese estado de ánimo se va gestando con el tiempo, aunque en algunos momentos existan factores que propicien estallidos.
De la misma manera, no se va tampoco por algún arte de magia. Requiere de cambios graduales y consistentes.
Y, en las campañas electorales las cosas pueden ponerse peores porque hay fuerzas político partidistas que ganan intensificando ese mal humor de la gente.
¿Tendremos el talento para que ese mal humor no nos nuble la razón a la hora de elegir?