De cuando una cita no es lo que esperabas
Hay veces que uno llega a un lugar demasiado tarde, o bien, demasiado temprano. La sensación es la misma: no saber si debiste haber esperado más o si esperaste demasiado tiempo te convierte en un extraño, en alguien que no termina de encontrar su sitio. Eso fue lo que debió sentir Nayeli cuando llegó a Chalcatzingo.
Oriunda del Estado de México, Nayeli Madera vino a la zona arqueológica de Chalcatzingo para recibir la primavera. La cita era a las 10:15 horas, momento programado para el equinoccio. En su mente, Nayeli había imaginado cosas: decenas de personas danzando sobre la hierba, a los pies de las pirámides; astrólogos con sus telescopios; personas vestidas de blanco, haciendo yoga. Pero la realidad fue distinta.
“Pensé que iban a estar los eventos o guías, pero de hecho, cuando llegamos, estaba cerrado y pensamos que no estaría abierto al público”, dijo Nayeli a las faldas del cerro Ancho, una de las dos lomas entre las cuales se extiende este asentamiento olmeca, repleto de petroglifos.
A lo lejos, 22 jóvenes se dirigían a la cima del cerro. Ninguno estaba vestido de blanco. Ninguno sabe muy bien por qué estaba ahí. Fueron traídos por Octavio Jalapa, un profesor de preparatoria que pensaba que el equinoccio sería a las 16:00 horas. A la hora programada, el grupo se había diseminado sin propósito aparente: unos se tomaban selfies, otros hacían bromas.
Para Carolina Meza, arqueóloga responsable de la zona, era un día como cualquier otro. Aunque se trata de uno de los espacios prehispánicos mejor conservados de Morelos, esta zona arqueológica no suele ser visitada por grandes cantidades, y el equinoccio de primavera apenas si logra ser un día distinto.
“En Chalcatzingo no es común ver afluentes grandes de personas, aunque en estos días sí llega más gente de lo común, normalmente vestidos de blanco, pasan y hacen como si tomaran energía”.
Y el aire corre, vuela, se abre camino entre las ramas de los árboles. Como si hubiera una energía a disposición de todos. Pero el encanto, si alguna vez lo hubo, se acaba pronto.
“Lo que hacen ahorita no es antiguo: sí había una creencia en los cambios de estación, durante la época prehispánica, pero no tiene nada que ver con lo que se hace actualmente, está muy desligado, ahora el asunto es más esotérico y de estos grupos modernos”, explicó la arqueóloga y parece muy bueno que Nayeli siga explorando el lugar.
Porque Nayeli vino aquí con ese propósito: recostarse, hacer posiciones de yoga, recibir energía, sentirse renovada. Porque para la arqueóloga esas prácticas no son prehispánicas.
“Es una costumbre cuyo auge empezó en los años 80 y 85, de que había que ir a tomar energía a las pirámides, pero es una creencia moderna. Ellos lo asocian, y se está formando una nueva corriente, una nueva manera de ver lo prehispánico, apropiándose de conceptos de aquella época y utilizándolos de manera diferente”, comentó, y el tema parece haberse cerrado.
El equinoccio de Nayeli
Pero Nayeli, abogada de 34 años, sí lo cree posible. Volverá mañana, aunque tal vez debió venir hace dos semanas: el 9 de marzo, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) realizó la Fiesta del Sol, con danzas y representaciones de rituales prehispánicos, previos al equinoccio. Si sólo lo hubiera sabido, pero hace dos semanas Chalcatzingo no existía para ella.
“Hace cuatro días una amiga me habló del lugar”, reconoció, tan sólo unos minutos antes de sentarse en flor de loto.