Primer debate
Anoche, apenas había concluido el primer encuentro de candidatos presidenciales, sus representantes estaban empeñados en convencernos de que cada uno de ellos había ganado.
Como eso simplemente no puede ser, le voy a decir algunas cosas que yo vi, que ojalá le ayuden a usted a normar su criterio.
1) El INE logró organizar un debate con un formato tan abigarrado o más que la propia legislación electoral del país. Eso no quiere decir que el ejercicio no haya tenido algunos momentos interesantes. Pero eso fue por lo que se pudo rescatar gracias a algunas de las preguntas de los moderadores y a un puñado de intervenciones de los candidatos, quizá más involuntarias que lo opuesto.
2) La mecánica resultó tan complicada que cuatro de los cinco candidatos no la entendieron. La excepción fue Ricardo Anaya. Era el único que, en su característico estilo de niño aplicado, se sentía cómodo en ese laberinto de segmentos, réplicas y contrarréplicas. Pareció que sólo él estudió para el examen. Era el único que tenía respuestas redondas y al que no le tenían que bajar el volumen al micrófono por excederse en el tiempo.
3) Lo previsible del ejercicio se cumplió. Buena parte del debate consistió en un ataque a Andrés Manuel López Obrador por parte de sus cuatro contrincantes. Eso lo propició en buena medida el propio candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, con su desdén a los otros aspirantes, su actitud retadora de “ni todos juntos” pueden con él y la forma en que presume que ya ganó.
4) Pero primero las damas. Margarita Zavala fue la más castigada por el formato. Cuando el resto de los candidatos ya se había trenzado en algún combate de dos, ella todavía no hablaba. Pero tampoco mostró empaque de candidata. Se le notaba excesivamente nerviosa. Trastabillaba y no pocas veces se quedó callada. Fue poco efectiva, tratando de dirigirse al público cuando la dinámica imponía el contraste, y no logró sembrar ninguna idea memorable.
5) Hablando de cosas que se recordarán de este debate, sin duda que Jaime Rodríguez El Bronco aportó la mayor. Al hablar de sus ideas para inhibir la corrupción, propuso cortar la mano a quien robe. Fue provocador, lanzando preguntas incómodas a sus contrincantes, enfrentándolos en sus contradicciones. Fustigó el asistencialismo y rechazó sin pudor alguno las acusaciones que le han hecho sobre las firmas que lo tienen en la boleta.
6) La estrategia de José Antonio Meade fue resaltar sus cualidades personales sobre sus ideas. Fue el único de los candidatos que dijo su nombre. Sin duda el más frío de todos los participantes, Meade optó por un tono pausado y doctoral que resultó fuera de lugar para una discusión en vivo. Lanzó algunos ataques a sus dos principales contrincantes, pero no hizo mella en ninguno. No logró ese gran golpe que requería para dar vida a su campaña.
7) Ante la pregunta de dónde estuvo Ricardo Anaya durante las tres primeras semanas de la campaña, quizá la respuesta sea “entrenando para el debate”. Anoche, metió todas las bolas en la tronera, en algunos casos hasta con tiros de fantasía. Físicamente, se mantuvo como espiga, mientras el resto de los candidatos se encorvaban por el cansancio o para buscar las láminas que Anaya encontraba a la primera. Tuvo la fortuna de que la cuestionada venta de la nave industrial fue anoche un asunto pasajero, que capoteó sin problema.
8) Andrés Manuel López Obrador fue víctima de su éxito. Con perseverancia en el discurso, ha labrado, municipio por municipio, una presencia política que lo tiene en la antesala de la Presidencia. El problema es que aún no está ahí y no puede darse el lujo de dejar señalamientos sin respuesta. Tarde se dio cuenta del error y al final quiso enmendar. Llegó al debate para administrar su ventaja, pero fue sometido a una metralla que lo hizo aceptar algunas carreras en contra. Desoyó el consejo de sus “asesores del pueblo”: se calentó. Apenas concluido el encuentro, se bajó y se fue sin despedirse.
A reserva de que lo ocurrido en el primer debate penetre en la conciencia de los votantes, parece que la contienda se va a animar. La paliza que predecían hasta ahora las encuestas, quizá ya no lo sea tanto. Señoras y señores, hay juego.