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QUEBRADERO

Guerra sucia: el que esté libre de pecado…

Es entendible que se conmine a frenar la guerra sucia en pleno proceso electoral, pero también es cierto que se sabe que no es nada fácil hacerlo. Son muchos los factores e intereses que intervienen en estos procesos como para suponer que con una invitación, o con llamados a la buena fe, se va a terminar el problema.

La guerra sucia es de ida y vuelta. Los que se quejan y reclaman son al mismo tiempo actores de ella. No hay quien esté exento, igual lo hacen los que van arriba que a quienes les urge aparecer en el ánimo de los votantes.

El nombre del juego es cómo buscar desacreditar al otro u otra, por la buena o por la mala, y para eso se valen de lo que sea. Lo que estamos viendo es sólo parte de lo que va a venir. Si las elecciones se aprietan puede pasar de todo. Desde que los suspirantes se jueguen su resto y se presten a lo que sea, hasta que sean demócratas y se comporten como tales.

Sea cierto, o no, lo que se informó en un diario español sobre Ricardo Anaya respecto a un presunto lavado de dinero en el que estaría involucrado, el reportaje no puede dejar de ser visto como parte de la guerra sucia.

Independientemente de que Anaya esté obligado a aclarar, es difícil ver la información sólo como una investigación periodística. Es probable que se haya echado a andar la maquinaria de gobierno contra Anaya, en una nueva edición de la guerra sucia, a la par de las irregularidades que eventualmente existan.

Los y la candidata saben que están expuestos a que sus militantes y simpatizantes hagan cosas que estén fuera de su control. No hay manera de tener seguimiento sobre ello, y en muchos casos ni ella ni ellos saben de dónde vienen, por más que les puedan beneficiar o ser un sucio ataque a sus adversarios.

El anonimato de las redes se ha convertido desde hace algunos años en un nuevo factor en la guerra sucia. Se encuentran insertas en una especie de juego libre en donde no hay reglas. No queda todavía muy claro qué tanto trasciende lo que pasa por las redes.

Es un hecho que los medios tradicionales, véase prensa escrita, radio y sobre todo TV, se han convertido en los referentes para verificar si es cierto o no lo que pasa por las redes.
Ayer, López Obrador invitó a que se contrarrestara la guerra sucia “sin insultos y con alegría”. Sin duda es razonable y hasta de buena fe; sin embargo, todo termina siendo rebasado en los hechos.

Muchos de quienes se dicen seguidores y simpatizantes de AMLO también se encargan, por la buena y la mala, de desacreditar, falsear noticias y, en algunos casos, llegan al insulto.
No hay quien se salve aunque pongan su mejor cara. La guerra sucia en muchos casos rebasa a los propios candidatos. Lo que sí está en ellos es evitarla y ser severos con los suyos para desalentarla.

Es un tema que se enfrenta con principios y demócratas, el cual no va a parar, la clave es lo que hacen los y la suspirante con la guerra sucia.

RESQUICIOS.

Así nos lo dijo ayer Arnoldo Kraus, médico y escritor: Los narcotraficantes en algún momento debieron ser seres humanos. No me gusta la palabra desaparecidos, no entiendo cómo se puede hablar de hijos desaparecidos. De la noche a la mañana “desaparecen” cuando se compartieron la vida y los espacios durante años. La palabra desaparecido muestra la podredumbre en la que estamos.

Bajo todas la circunstancias la pregunta invariablemente es la misma: ¿naces o te haces?.

La vida se construye en la educación y en valores básicos. Los programas educativos deberían de cambiar para que se enseñe el valor del ser humano; la ética no se contagia, se construye.

Si la vida diaria no permite el desarrollo de los jóvenes, los entornos en que se desenvuelvan terminan por definir y determinar sus vidas.
Muchos han crecido, de manera paralela, bajo la cultura de la muerte. Entre más maldad y más muertos, los sicarios adquieren y crecen en prestigio y reconocimiento.

Javier Solórzano Zinser
 

Ámbito: 
Nacional