Y es que, a querer o no, nadie sensato puede decir que sigue viva esa tendencia de la geometría política. ¿Por qué?
Porque hoy no queda nada de los esfuerzos de unificación que —por décadas— hicieron las mujeres y los hombres de las distintas tendencias de la izquierda mexicana.
Luego del PSUM —Partido Socialista Unificado de México— y del moribundo PRD —Partido de la Revolución Democrática—, hoy solo queda el zurrón de “las izquierdas”, como eufemísticamente se llamaron antes de la extinción.
Y por supuesto que pocos quieren reconocer una realidad que, por su contundencia, aplasta hasta los más retorcidos argumentos de que siguen vivos y que están vigentes los partidos de la llamada izquierda.
Por eso la pregunta: ¿cuáles son los signos y las evidencias de que están muertas las izquierdas?
1. El punto que marcó el inicio de la extinción de los partidos de las izquierdas lo provocó el rompimiento del PRD, cuando el segundo de los patriarcas del partido amarillo —luego del fundador, Cuauhtémoc Cárdenas— decidió “poner casa propia” y dejar la “casa familiar”. Es decir, cuando López Obrador abandonó al partido que le dio todo para formar el suyo.
2. Esa fractura resultó letal para un PRD que, desde entonces, sufre una mortal sangría de cuadros, en tanto que Morena, el nuevo partido de AMLO, capitalizó no solo a los oportunistas amarillos que renegaron, sino a lo peor del PRI, del PAN, PES y… de donde fuera posible.
3. Lo curioso —por trágico— es que al tiempo que AMLO creaba Morena —con el sambenito de que era un partido de izquierda— también desfondó a la izquierda madre, el PRD.
Dicho de otro modo, que un solo hombre, el hoy candidato presidencial de Morena, destruyó buena parte de la izquierda del PRD y se encargó de hacer pedazos lo que quedaba de la izquierda de Morena.
4. Y si dudan, hoy Morena es más bien la moderna versión del PRIAN. ¿Por qué? Porque sus cuadros emblema son ex priistas como el propio López Obrador, Manuel Bartlett, Elba Esther Gordillo, Ricardo Monreal, Napoleón Gómez Urrutia y muchos otros.
5. Pero además, Morena tiene la nada honrosa medalla de contar con dos ex presidentes del PAN; los chapulinesGermán Martínez y Manuel Espino, quienes por cierto fueron abucheados cuando López Obrador los llevó “trajeaditos” a su primera comunión ante la sociedad “chaira”.
6. Y si fuera poco, Morena tiene en el ultraderechista PES —Partido Encuentro Social— a uno de sus aliados fundamentales. Dicho de otro modo, resulta que Morena dejó de ser el partido emblema de la dizque nueva izquierda en México, para convertirse en el milagro de la unificación de la derecha, a secas, y de la derecha extrema.
7. Y si Morena representa lo más atrasado del viejo PRI —lo más corrupto y antidemocrático— y si además reúne a lo más rancio de la derecha y la ultraderecha, entonces estamos ante el mayor signo de que Morena puede ser todo menos un partido de izquierda. ¿Y quien mató a ese partido de izquierda? Todos lo saben. O mejor, “ya saben quién”.
8. Y en el caso del PRD, el desfondamiento que provocó la salida de AMLO y el “trasvase” de cuadros a Morena, obligó al partido amarillo a una de las más desventajosas alianzas de su historia; la alianza con el PAN de Ricardo Anaya; acaso el peor PAN de la historia. Dicho de otro modo: entre el PAN y el PRD, la lluvia fue sobre mojado.
9. Pero la historia no termina en la alianza PAN, PRD, MC. No, el problema mayor es que en esa alianza todos pierden. ¿Por qué? Porque el PAN se diluyó en algunas entidades, el PRD en otras y tanto los azules como los amarillos se diluyeron en el Distrito Federal.
10. Y es que el de la capital del país es el caso más patético de la alianza PAN, PRD y MC. Por más de dos décadas Ciudad de México fue gobernada por el PRD. Hoy los amarillos no existen más, en tanto los azules brillan por su ausencia.
Y por increíble que parezca, la pelea en Ciudad de México se da entre Morena y el PRI; el viejo PRI y el nuevo PRI, de un no priista, como Mikel Arriola.
Y en todo este cochinero, ¿dónde quedaron las llamadas izquierdas?
Hay un matón, que ya saben cómo se llama —ya saben quién—, pero que no mencionamos para evitar una demanda por presunta apología del crimen.
Al tiempo.