En los últimos 20 años la cifra de divorcios aumentó en el país mientras que los matrimonios disminuyeron. Hechos que suelen atribuirse a la falta de compromiso de las nuevas generaciones o a la incertidumbre en la que viven los jóvenes. Tendencia que a futuro podría romper con el modelo en que se basa la sociedad actualmente
Casarse o no casarse: es el dilema en el que muchas parejas jóvenes en México se encuentran actualmente. Lo que es evidente, es que cada vez menos dicen “sí” a una propuesta matrimonial o ni siquiera piensan en ese tipo de compromiso y optan por otras figuras como la unión libre.
Tal es el caso de Christian Ramírez González, periodista gráfico, quien relata que decidió vivir en unión libre a los 29 años con su expareja luego de saber que serían padres.
Tras un año ocho meses de vivir juntos con su hija, Christian y su expareja decidieron separarse y debido a que no se unieron por un vínculo matrimonial, no tuvieron que pasar por el juzgado para que se tramitara un divorcio.
“Creo que los jóvenes no quieren casarse por la falta de interés en el matrimonio o por el temor a divorciarse más rápido de lo que se piensa”
De acuerdo con datos del Inegi, el número de matrimonios registrados en el país ha ido a la baja en los últimos 20 años y, en tendencia contraria, los divorcios van en aumento.
Mientras que en 1996 el Inegi informó la celebración de 670 mil 523 parejas que se casaron, para el 2016 este número fue menor en un 18 por ciento, con 543 mil 749 matrimonios.
Esto revela que en los divorcios la curva al alza es constante, debido a que en 1996 se disolvieron 38 mil 545 matrimonios y año con año fueron incrementándose hasta registrarse 139 mil 807 separaciones en 2016; es decir, casi cuatro veces más.
Las cifras nacionales de nupcialidad y divorcio tienen que ver con un factor generacional, explica Felipe Gaytán Alcalá, sociólogo e investigador de la Universidad La Salle.
“El aumento de los divorcios se ha dado sobre todo en la generación que nació en los años ochenta y ahora vemos una crisis donde se desencantaron del matrimonio. Y la (generación) actual ni siquiera se quiere comprometer, no quiere apostar por esta experiencia”, explica Gaytán Alcalá.
Las cifras nacionales correspondientes al 2016 señalaron que ese año la duración legal del matrimonio se encontró entre uno y cinco años en el 22 por ciento de todos los casamientos; entre seis y nueve años en el 16 por ciento de los casos; y entre 10 y 15 años en el 19 por ciento del total de matrimonios.
Aunado a ello, quienes más se divorciaron nacieron entre 1976 y 1986. Es decir, que hasta hace dos años esas personas tenían entre 30 y 40 años y eran las que se separaban con mayor frecuencia de sus parejas.
De continuar esta tendencia, el modelo en el que se basa la sociedad actual, es decir, la familia, sufriría una fractura cuyas implicaciones se verían reflejadas en un sinfín de aspectos tanto económicos, legales, comerciales e, inlcuso, religiosos.
Se empezará a crear una sociedad de personas cada vez más viejas, los planes para adquir créditos tendrán que modificarse y el sector comercial que está basado en la familia a partir del matrimonio se verá gravemente afectado.
¿Temor al compromiso?
Paulina Zermeño se casó al cumplir 18 años e imaginó que tendría una vida feliz con su pareja un año mayor que ella.
“Piensas que esa persona también quiere un matrimonio feliz, pero cuando te das cuenta que el otro no busca nada en serio ya es demasiado tarde”, recuerda Paulina, quien actualmente tiene 22 años.
La joven, estudiante de Criminalística y juicios orales, afirma que la inmadurez por su corta edad fue lo que llevó su relación a un rompimiento.
“Hay que ser muy maduro y muy centrado a la edad de 18 años para decir ‘ok, sí me voy a casar’, sabiendo los riesgos y los problemas que vas a tener después de un compromiso tan grande”, apunta y explica que en su caso ella tomó la decisión de casarse.
“Muchas personas a esa edad se casan por un embarazo o porque las presionaron. No fue mi caso, yo me casé porque quise”, expresa.
Las malas condiciones laborales y económicas han hecho que la idealización del matrimonio vaya desapareciendo en los jóvenes
Tras su matrimonio, fue a vivir a casa de su suegra para comenzar la nueva experiencia con el joven a quien conoció en la preparatoria.
El exesposo de Paulina viajaba constantemente a Los Ángeles a trabajar en una fábrica de productos de ropa, mientras ella estudiaba en la Ciudad de México. El poco tiempo para verse y las ideas distintas de ambos en torno a una vida juntos complicó cada vez más su matrimonio.
Un año después del casamiento, cuando la relación atravesaba su peor crisis, Paulina se enteró que estaba embarazada, pero ya estaba decidida: iniciaría la separación.
La joven cuenta que en sus visitas a la capital eran constantes las salidas de él sin su compañía y eso comenzó a resquebrajar la relación, además de una serie de infidelidades de las que ella supo.
“Platicaba con él de un proyecto de vida, pero con su falta de responsabilidad costaba mucho trabajo”, relata.
Para formar un compromiso de pareja es necesario entender que van a haber cosas buenas y cosas malas que deben trabajarse entre dos, explica la psicoanalista y terapeuta Xóchitl González.
“Hay que entender el matrimonio como un proceso, es decir, que es algo que se va construyendo. No es algo que de la noche a la mañana suceda. Últimamente las personas tienen la idea de la inmediatez. Todo tiene que ser rápido, que las parejas se consiguen en poco tiempo, y así no es”, expone González.
Las malas condiciones laborales y económicas aunadas al contexto social en donde la incertidumbre es una constante, ha provocado que la idealización del matrimonio con hijos y una casa vaya desapareciendo, provocando que los jóvenes prefieran no casarse, detalla Felipe Gaytán.
“La percepción de las condiciones de vida de la generación de los ‘millennials’ frente a la precariedad de los empleos y la falta de oportunidades para la compra de una casa y la expectativa de crecer con otra persona se ve como una carga en vez de una red de apoyo.
Sería un estigma decir que los jóvenes rehúyen al compromiso sin tener en cuenta que para la generación de ellos desapareció la oportunidad de adquirir una casa, el trabajo seguro y el tema de la relación familiar, porque antes las familias estaban fincadas en estos dos factores”, agrega el sociólogo.
Sin embargo, para la terapeuta González, a nivel psicológico, el temor al compromiso podría analizarse como algo normal de cualquier persona.
“A todo el mundo en algún punto de su edad le da miedo el compromiso, eso es normal, es una característica del ser humano (…) A muchas personas sí les cuesta trabajo entender que el matrimonio no se trata de un sometimiento, de tener que dejar cosas, sino que se trata de encontrar la manera de funcionar en una dinámica distinta”, explica Xóchitl González.
Si los jóvenes ahora no se casan es porque no hay mucho futuro económico ya que es muy complicado mantenerte
Por su parte, tanto Paulina como Christian comparten la idea de que el complicado panorama económico para la actual generación es una variante que desalienta a que se busque la figura del matrimonio como una de las primeras opciones para vivir en pareja.
“Si los jóvenes ahora no se casan es porque no hay mucho futuro económico, es muy complicado mantenerte. Más si tienes hijos…se acaban las libertades o el dinero”, sostiene Paulina.
“Por la situación económica ya no es tan fácil casarse, muchas personas la piensan y más cuando viene un hijo en camino”, comenta Christian Ramírez.
Separaciones exprés
En el tema jurídico, la separación legal es muy distinta a comparación de hace dos décadas.
Una de las características que se han modificado es que los trá- mites se han vuelto más ágiles, ahora un divorcio puede realizarse en dos o tres meses si existe voluntad por ambas partes.
“El hecho de que sean procesos más cortos de separación motiva a que las personas se divorcien más. En mi práctica, inclusive observo un poco más de desapego; esto ha hecho que se incremente”, dice el abogado Luis Balderas Villavicencio.
Antes del 2008, explica el abogado, la figura más práctica para separarse era mediante el divorcio administrativo, el cual tenía como requisitos que por mutuo acuerdo se quisiera disolver el vínculo matrimonial, siempre y cuando tuvieran la mayoría de edad los dos cónyuges; no tuvieran hijos, llevaran más de un año casados y el ré- gimen de la unión fuera por bienes separados.
No obstante, las últimas reformas al código civil en materia de divorcio, que entraron en vigor en el 2008, abrieron la posibilidad de que la separación se convirtiera en una solicitud, por lo que ya no es necesario que exista una causa, sólo la voluntad de no estar casados, incluso si es sólo por parte de uno de los cónyuges
“Se introdujo la modalidad del divorcio encausado, que se llama así porque no tiene causa y es el que comúnmente se conoce como ‘divorcio exprés’. Lo exprés está precisamente en el tema de que aunque uno de ellos no esté de acuerdo, no importa. Conteste o no conteste, no hay manera de que detengan la separación”, explica Balderas Villavicencio.
Sin embargo, a pesar de que el trámite ha sido cada vez más sencillo, para aquellos que buscan divorciarse de la manera más rápida posible, en dado caso de que no exista un acuerdo, el procedimiento puede complicarse hasta llegar a un juzgado, esta situación, comenta el licenciado en derecho, es más común cuando hay bienes mancomunados o hijos de por medio, lo cual puede extender el pleito legal varios años.
El primer paso en todos los divorcios es que se da aviso a la parte demandada, posteriormente, esa persona debe contestar y el juzgado debe citarlos a una audiencia. En este lapso, pese a que hay tiempos establecidos por la ley, que sería aproximadamente entre un mes y mes y medio, señala el abogado, los juzgados suelen argumentar una amplia carga de trabajo y puede extenderse.
En la primera audiencia, la autoridad les exhorta a las dos partes a que lleguen a un acuerdo. De no haberlo, se decreta esta negociación fallida y los temas como la pensión alimenticia, la guardia y custodia o el régimen de convivencias. En los matrimonios que cuentan con hijos, se deben hacer valer en una vía incidental y pasar a un juicio, lo que extiende más el proceso.
El hecho de que se hayan agilizado los procesos para llevar a cabo una separación motiva a que las personas se divorcien más
Hasta hoy, Paulina Zermeño continúa intentando separarse del padre de su hija. Argumenta que debido a que su caso ha sido llevado por un abogado de oficio en el juzgado, no ha podido beneficiarse de un tiempo tan corto como lo garantiza la ley.
“Decidimos divorciarnos por un mutuo acuerdo, pero hasta la fecha no me he podido terminar de divorciar con él porque tenemos problemas con la pensión alimentaria, con la patria potestad y las visitas”, relata.
Las últimas reformas al código civil en materia de divorcio abrieron la posibilidad a que se pudiera efectuar un divorcio sin que exista una causa
En contraste, Christian Ramírez, quien vivió casi dos años en unión libre con su expareja, apunta que esta elección lo llevó a tener una separación tranquila y de fácil asimilación.
No tiene por qué ser una catástrofe
Así como el matrimonio puede enriquecer la vida de dos personas que deciden compartir su rutina y conjuntarla, la separación no es tan negativa a pesar del marco cultural que se vive en México, donde el hecho de ser una persona divorciada puede llegar a tener una carga hasta de discriminación.
Aunque cada caso de separación es multifactorial, atraviesen por un procedimiento jurídico o no, siempre se debe evaluar si la separación es la decisión correcta y no una decisión tomada al vapor
“Aunque una de las consecuencias de una separación puede ser la frustración y una eventual depresión por la pérdida que derive en no querer volver a comprometerse, también existen cosas positivas después de que analizas en qué falló la relación, en qué fallaste”, detalla la experta en tema de pareja Xóchitl González.
En un inicio, Paulina asegura que se sintió frustración debido a que su matrimonio no funcionó como esperaba.
“Emocionalmente te deprimes y te causa un conflicto el decirte: ‘mi ideal era tener una familia’ y te das cuenta que no tienes ni familia, ni marido, ni nada por estar con él; y te causa un trastorno psicológico”, señala Paulina.
Entre los puntos positivos que resalta Christian Ramírez, es que gracias a la separación entre la mamá de su hija y él pudo deslindarse de problemas cotidianos que no le permitían avanzar en su relación como padre.
En México el hecho de ser una persona divorciada puede, incluso, llegar a tener una carga de discriminación entre la sociedad
“Me quité de mucha energía negativa. Ya los últimos meses juntos no llevábamos una vida de pareja y fue fácil asimilarlo. Aunque ahora me encuentro con mucha tranquilidad”, expresa el periodista gráfico quien actualmente vive con su hija.
La terapeuta González concluye que pese a que cada caso de separación es multifactorial, atraviesen por un procedimiento jurídico o no, recomienda que siempre se evalúe si la separación es la decisión correcta y no una decisión tomada sin meditarla lo suficiente.