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LA RED

 
 

El PRI está ahora como una de esas grandes y antiguas empresas que inevitablemente van a la quiebra luego de un sinfín de errores en su administración, dejando atrás un largo historial de anécdotas, miles de trabajadores en la calle y a un centenar de directivos rematando lo que se pueda vender y robando hasta el último minuto los fierros viejos para intentar montar su propio nuevo negocio con la chatarra de lo que fue un gran consorcio.

Hace 5 años el PRI regresó al poder, y lo hizo en grande, gobernaban casi la mitad del país, lograron mayoría en el Congreso, y la presidencia de la república, el nuevo PRI que anunció Enrique Peña Nieto estaba más fuerte que nunca, pero las historias de corrupción, errores fatales como su estrategia de combate a la inseguridad y excesos, puso al tricolor en su peor momento.

Es prácticamente imposible que la caída sea estrepitosa el 1 de julio, todo apunta a que perderán la presidencia de la república, de 9 gubernaturas en juego tienen ventaja solo en Yucatán y si nada se modifica perderán el control de la cámara de diputados y la de senadores, volverán a ser tercera fuerza, pero esta vez corren el riesgo de derrumbarse hasta los cimientos.

La famosa maquinaria priísta nunca arrancó, su fiel militancia bajó los brazos, desanimada ante la mala reputación que los Duarte (Javier y César) Borge, Lozoya (Odebrecht), la casa blanca, el socavón y la estafa maestra, entre otros sonados casos, le dieron a un régimen la peor calificación a un gobierno en funciones, además desde la dirigencia nacional y la oficina del presidente Peña Nieto, todo fue equivocaciones en la designación de candidatos, el éxodo de seguidores se manifestó de inmediato como una hemorragia que no se ha podido controlar.

En 50 días René Juárez y un equipo de viejos liderazgos priístas pretenden recomponer lo que se hizo mal en 5 años, la versión oficial fue la de un relanzamiento de la campaña presidencial de José Antonio Meade, pero en los hechos, los cambios son una especie de medida de emergencia para evitar que el PRI termine siendo una ruina total.

Podrán ser muy malos para gobernar, pero en las altas esferas del partido saben que, si no “amarran” a su militancia, el cambio de colores de sus fieles seguidores es inevitable y mas aún, lo que saben es que la mayoría ira a parar a las filas de MORENA.

La pregunta ahora es ¿Cuántos votos de priístas irán a MORENA y cuántos a la coalición PAN-PRD-MC?, ya hay mediciones y las noticias son muy buenas para López Obrador, en casi todos los escenarios 6 de cada 10 serían para el tabasqueño, es decir, hay más identificación PRI-MORENA que con el PAN y el PRD.

El derrumbe del PRI significa en términos electorales mucho más que la derrota en las urnas, porque ahora no son solo los votos de los indecisos los que pueden modificar el resultado de la elección, lo son también los de miles de priístas que frente a la boleta tomen la gran decisión de abandonar el partido de sus amores.

Si hace 5 años que se fundó MORENA alguien hubiera vaticinado que el PRI sería determinante para el crecimiento exponencial del proyecto político de López Obrador nadie le hubiera dado crédito, pero hoy a la luz de los hechos y de las proyecciones, la debacle tricolor se transforma de inmediato en combustible para el movimiento del tabasqueño.

 

Elecciones en Morelos

Como si algo faltara en la crisis del PRI, la semana pasada el ex presidente del Comité Directivo Estatal en Morelos, Alberto Martínez, se llevó la nota y logró finalmente que su partido fuera el centro de atención y no precisamente por sus propuestas.

En evidente estado de ebriedad, el líder de los priístas morelenses chocó su automóvil en una importante avenida de Cuernavaca, lo detuvo la policía y se puso bravo, retó a golpes, lanzó insultos, su show se hizo viral y en una hora era tendencia nacional, hasta ahí el asunto bien pudo haber sido una anécdota más de las pifias de un personaje con marcadas limitaciones políticas y profesionales, pero faltaba el cierre con broche de oro que dio con su personal estilo el candidato a la gubernatura Jorge Meade Ocaranza.

En ayunas aún, Meade Ocaranza le jaló las orejas al presidente de su partido, le dio unos “cinturonazos” en público, le dijo que sus bochornosos actos no representaban su inmaculada imagen de servidor público y acto seguido lo corrió.

Jorge Meade mostró en una rueda de prensa, todos los desplantes de los que se ha quejando amargamente el priísmo morelense, la de un político atropellado, impulsivo y carente del más mínimo tacto, si la escena pudiera representarse gráficamente, lo que hizo fue patear en el suelo a un compañero de partido que se puso borracho y se quedó dormido en la calle.

Alberto Martínez se puso la borrachera, pero a Jorge Meade le dio “la cruda”; si la golpiza en redes ya era monumental, el candidato la convirtió en un suicidio, es probable que en su natural terquedad, piense que fue un acto de congruencia, pero cuando se va en tercer lugar en plena campaña hay cosas que se deben medir mejor y él no lo midió, con su violencia verbal terminó por distanciarse del priísmo al que Martínez representa y es que los priístas se hacen una pregunta ¿Por qué Jorge Meade nunca fue tan crítico y contundente con Graco Ramírez por ejemplo? Pero qué tal con su compañero de partido.

 

La de correr

No son ríos, son mares, no son montones, son montañas de dinero las que se reparten diariamente en forma de sueldos, despensas y “apoyos” a promotores, líderes que ofrecen como mercancía los votos de sus seguidores en favor de algún candidato (a).

Regalar dinero y comida es la practica más añeja en tiempos de campaña, pero ya no es precisamente la más efectiva. Después de años de denunciar e insistir la gente por fin ya se dio cuenta de algo, que pueden aprovechar este tiempo para recibir todo lo que puedan, a cambio de decir una “mentira piadosa” que sí van a votar por el candidato (a) regalador.

Uno sabe que la supuesta estrategia va camino al fracaso cuando la gente ya no guarda el secreto y cuenta con orgullo cuánto le están pagando, 6 mil pesos en efectivo paga Rodrigo Gayosso a los promotores de su red y un poco menos a quienes hacen labores de promoción y acarreo, esa es su apuesta, su proyección de triunfo es tan grande como su nómina, en MORENA están felices, él pone el dinero, la gente lo recibe y se organiza, gestiona, trabaja, pero en su contra.

Alguien incubó entre la gente una idea poderosa, recibe la despensa y el dinero, porque es lo que Graco y Elena Cepeda, papás de Gayosso les robaron a los damnificados, el argumento es demoledor.

 

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