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SERPIENTES Y ESCALERAS

 
 

La campaña que vivimos es bastante peculiar. Son ocho aspirantes, pero sólo tres candidatos con posibilidades reales de triunfo. En esas tres casas de campaña se respira un ambiente de confianza y nerviosismo, pero en ninguna ven más allá del primero de julio. ¿Con quién va a gobernar el próximo jefe del ejecutivo de Morelos?

 

En las campañas que estamos viendo hay tres posturas entre candidatos a la gubernatura de Morelos: 1- La de quien siente que ya ganó, 2- La del que afirma que ya alcanzó y 3- La de quien dice que va a remontar. Las actitudes son diferentes, pero coinciden en un punto: los equipos juegan de manera individual, sólo aceptan su realidad y no piensan más allá del primero de julio. Lo que no toman en cuenta ninguno de ellos es que una elección no es una guerra y después de la contienda necesitarán de todos los demás para gobernar. Se llama gobernabilidad.

La contienda transcurre en medio de ataques entre candidatos, problemas en los equipos de campaña, fake news y un profundo enfado ciudadano. Unos y otros tienen una visión limitada de las cosas, apuestan todo a la contienda electoral y no se detienen a pensar en lo que sucederá después de que los ciudadanos emitan su voto.

Los primeros se mueven con arrogancia, están convencidos de que las circunstancias les favorecen en todos los sentidos y por ello se dan lujos que en otro momento o en otras circunstancias serían electoralmente trágicos. Esos, los supuestos ganadores, pecan de confiados, se pelean entre sí, se ponen piedras en el camino y sienten que la fama personal y la inercia nacional son suficientes para ganar, aún sin hacer esfuerzo.

En este caso el discurso es duro, amenazan, ofenden y tunden por igual; a la cárcel con los corruptos, dicen, empezando por el gobernador; y luego resulta que para ellos los corruptos son todos: los políticos, los diputados, los partidos, los empresarios, los medios, los ciudadanos que simpatizan con su rival, los que no están de acuerdo con el cambio y en general todos aquellos que no aplauden, no le van al América ni hacen la cuauhtemiña.

El discurso de Cuauhtémoc Blanco es muy corto, pero sumamente duro y llamativo, se centra en el ataque, en la descalificación y en la ofensa. No hay pruebas de sus dichos ni tampoco propuestas concretas de nada; “apóyenos, dennos chance, háganos el paro...” palabras simples para un pueblo profundamente enojado. El resultado es el aplauso inmediato y el reconocimiento para quien se atreve hablar con absoluta claridad. Para campaña el discurso es bueno, pero deja muchos resentidos en todos los sectores y anticipa un arranque difícil de gobierno.

El futbolista es novel en política, pero ya es un político. No se puede hablar de ciudadanía (en el sentido que lo presume Cuau) cuando va por su segunda campaña y estuvo al frente de un municipio por más de dos años. Cuauhtémoc Blanco ya es político y dicho a manera de broma (pero muy en serio): hasta tiene más experiencia de gobierno que Ricardo Anaya.

El planteamiento de campaña de Cuauhtémoc Blanco es básico, pero no necesita más. Sólo dice que meterá a la cárcel a Graco y que actuará contra de varios de sus colaboradores; fuera de eso lo que declara es absolutamente político: ayudar, escuchar, no robar, reconstruir... nada concreto ni tangible, pero esperanzador para un pueblo que ha perdido la esperanza.

Lo que el equipo de Blanco y el propio Cuauhtémoc deben pensar, concediendo su hipótesis de que ya ganaron, es lo que vendrá después de la elección. Más claro: si lo que presumen en sus encuestas se traduce en realidad, el primero de julio Blanco Bravo será electo gobernador y en ese momento se convertirá en el dirigente de todos los morelenses, sin importar la preferencia política, simpatía electoral o equipo de fútbol al que le vayan.

Ahí comenzará un nuevo y muy difícil capítulo para el futbolista, porque para sacar adelante al estado se requiere de mucho (mucho) más que buenos deseos. En ese momento, quizá, el ex seleccionado nacional entenderá que su discurso se habrá agotado, que ya no podrá justificarse echándole la culpa a alguien más ni tendrá forma de confrontarse, como ahora, con quien estará (políticamente hablando) arriba de él, es decir, el presidente de la república.

No digo que Cuauhtémoc Blanco cambie su estilo ni mucho menos de que perdone a los pillos (¡a esos que los refunda en la cárcel!), lo que opino es que su equipo debe hacer la otra parte del trabajo, tener canales de comunicación con aquellos que necesitarán para gobernar y los que representan un factor de poder. Insisto: se le llama gobernabilidad.

En los otros dos casos la situación es similar: los que dicen que ya alcanzaron y los que están seguros de que remontarán no ven más allá de la campaña, emplean técnicas de ataque que no sólo han dejado de ser efectivas, también repiten la fórmula del primero: arrogancia. En una elección como la actual, con tantos factores externos influyendo, se debe actuar con mucha prudencia, cuidando los detalles y tomando en cuenta que en ningún caso hay victorias absolutas ni derrotas totales.

A pesar de lo que dicen los expertos que asesoran a Cuauhtémoc, personalmente no tengo claridad sobre el triunfo de ninguno de los tres contendientes (aunque estoy cierto que el próximo gobernador será uno de ellos), porque no siento en el ambiente lo que sentía en el año 2 mil cuando la ciudadanía hablaba del triunfo de Sergio Estrada o hace seis años que Graco Ramírez logró generar una enorme ola a su favor.

Me queda claro que casi todos consideran que Andrés Manuel será el ganador de la contienda presidencial y muchos pensamos que Morena trae una enorme simpatía, pero en el caso de Cuau, aunque evidentemente avanza en primer sitio, no noto en la ciudadanía esa misma alegría o la certeza que genera el probable triunfo de López Obrador.

Precisamente por eso creo que el equipo de Cuauhtémoc Blanco está pecando de confiado y sus rivales están actuando en consecuencia. Ni unos ni otros se mueven con la prudencia, ni mucho menos toman en cuenta lo que vendrá después del primero de julio.

Reitero: la que vivimos es una contienda electoral, no una lucha a muerte. Para sacar adelante a Morelos se necesita de la ayuda de todos... excepto los corruptos.

  • posdata

La violencia ya se metió a la campaña. Son diversos los hechos violentos que han involucrado a personajes de la vida pública: candidatos detenidos por estar vinculados al narcotráfico, otros capturados y luego liberados por un juez, pero con la sospecha de que andan en malos pasos. Unos más son amenazados, agredidos y ya tenemos el caso de un ex diputado que fue ejecutado.

Todo esto es sólo en lo que se refiere a la clase política, porque si hablamos de la delincuencia ordinaria la suma de ejecuciones supera las 285 víctimas.

El problema que está viviendo el estado es terrible y no puede perderse entre las campañas políticas. La complejidad del asunto es enorme y obliga a todos, a las autoridades actuales y a quienes pretenden estar al frente de las instituciones, a observar con detenimiento el asunto y pensar la manera como resolverlo.

Todos los candidatos hablan de la seguridad, algunos resaltando los logros de la estrategia del Mando Único y los demás acusando la gravedad del asunto; el tema está en todos los discursos, pero nadie, ni quienes se suponen expertos, dicen algo en concreto para resolver la crisis.

La delincuencia organizada ya se metió a la elección, amedrenta candidatos, les financia, les impone reglas y en algunos casos hasta los representa. A la par, insisto, está la violencia que vive el ciudadano común, a quienes asaltan, extorsionan, golpean o secuestran.

En poco más de siete semanas acabarán las campañas... pero la inseguridad seguirá.

  • nota

Al ritmo de Bronco, Choche Borbolla arrancó su campaña. Viene de menos a más, sorteando la crisis política, el fuego amigo de quienes ya no son sus amigos y las acusaciones políticas de quienes se sienten traicionados.

Pero la tormenta que amenaza a Choche es mediática y sólo es política, se discute en algunos corrillos partidistas y genera morbo en los pasillos de poder; afuera, entre la gente, el tema no trascendió ni mucho menos interesó. Más aún, quienes se dan cuenta que Borbolla no es el candidato de Cuauhtémoc, pero sí el de Morena, le abren la puerta del par en par.

Obvio: Cuernavaca es el municipio en donde el candidato de la coalición tiene más desgaste, aquí la gente lo observa con molestia por el grado de deterioro que tiene nuestra ciudad. Muchos le conceden a Cuau que no hizo un buen trabajo porque Graco no lo dejó, pero otros muchos, sobre todo en la capital se dieron cuenta que además de los ataques del tabasqueño hubo también mucha incapacidad para hacer las cosas. La curva de aprendizaje del tepiteño fue muy costosa para los cuernavaquenses.

Si los sabe aprovechar, esos elementos pueden ayudar al Choche Borbolla. José Luis no debe atacar al alcalde ni mucho menos criticar a su gobierno, es correcto que hable bien del futbolista en todos lados, pero resalte en su propaganda las siglas de Morena. De esa forma el candidato logra dos cosas: victimizarse y colarse por la puerta de la esperanza.

A cinco días de iniciadas las campañas ya se ve muy difícil que el equipo del futbolista pueda echar abajo la candidatura; los abogados y los asesores se equivocaron, los tiempos legales se les fueron y los caminos que debieron seguir para bajar a Borbolla no los entendieron. Hoy es tarde para todo: para recurrir a alguna argucia jurídica y para mandar a otro personaje a campaña; hacerlo sería absurdo y muy costoso para todos.

José Luis Borbolla ha iniciado bien su campaña, sonríe, cuida su discurso y su publicidad es mucho mejor que la de todos sus compañeros de la coalición, incluyendo la de Cuauhtémoc Blanco. Choche es político y entiende como se hace una campaña, le guarda cariño al PES, pero entiende perfectamente que lo que se vende hoy es Morena.

Eso puede ser la diferencia: si el candidato hace una buena campaña y se monta en la ola de la esperanza se va a meter en la pelea y le dará un susto a quienes sienten que ya gobiernan la capital.

La política no se hace a patadas.

  • post it

Rabín Salazar es una figura importante y respetada en Morena; muchos pensábamos (incluido él) que sería el candidato en Morelos, pero al final perdió por un gol.

Al senador le costó mucho procesar la decisión, se dobló anímicamente y tuvo una enorme depresión; pero institucionalmente aceptó la orden y obedeció sin chistar a su líder. Eso cuenta y cuenta mucho, se llama disciplina.

El pleito entre el equipo de Rabín y el #TeamCuau es evidente y muy fuerte, los ataques son constantes de uno y otro lado y a pesar de que hay algunos actores de ambos bandos interesados en resolver las cosas, la personalidad del futbolista no hace nada sencilla esa situación.

Rabín cometió varios errores en estos últimos meses, ha jugado las contras a la campaña de Cuau, pero también ha recibido muchas agresiones y groserías de ese equipo. Blanco tiene una gran fama pública, pero en Morena Rabín tiene el reconocimiento de mucha gente.

Es un error del equipo del americanista tener fuera de su equipo a un hombre como Rabín Salazar.

  • redes sociales

La candidatura de Jorge Meade está muerta, lo he dicho muchas veces. El gumaco no tiene ninguna oportunidad de ganar y por eso muchos se están bajando del barco tricolor.

Pero no es el único: la debacle del PRI es notoria por todos lados y ahora se presenta en la candidatura capitalina. Ayer por la noche Víctor Saucedo se quedó sin coordinador de campaña: Mauricio Vega Chavaje se bajo del barco porque se sintió traicionado en lo personal y en lo político, “el proyecto era uno y cambió”.

Cuando el candidato sabe que va a perder comienza a hacer negocio con la derrota y se lleva el dinero de la campaña; así lo hace Jorge y dicen, así lo está haciendo ya Víctor.

Como diría otro Gumaco: origen es destino.

es viernes

Y hoy toca.

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