Segundo debate
Si de generar emoción se trata, el segundo debate de los candidatos presidenciales quedó a deber.
Serán más memorables, de lejos, los últimos diez minutos de la final del futbol entre Toluca y Santos y la alarma sísmica que precedieron el encuentro de los cuatro fantásticos, antes que cualquier cosa que éstos pudieron decir a lo largo de una hora y tres cuartos.
Aun así, hay cosas que destacar del debate.
1.- Se vio a un Andrés Manuel López Obrador completamente distinto al del encuentro anterior. Al diablo con el amor y paz. El candidato llegó a Tijuana dispuesto a contestar todos los señalamientos de sus contrincantes e incluso se lanzó al ataque. Su lenguaje no verbal fue infinitamente mejor al de la otra vez.
2.- Habrá que ver cómo le resulta esta nueva estrategia. Su actitud pasiva del primer debate no parece haberlo dañado en las intenciones de voto. Esta vez se enojó, y más de una vez. Personalizó demasiado el enfrentamiento con Ricardo Anaya, al que, de hecho, elevó a la condición de retador. A ver cómo le resulta ante el electorado.
3.- Expresiones de López Obrador dirigidas a Anaya, como las de “cuido mi cartera”, “Riqui Riquín Canallín” y “engaña tontos” volvieron demasiado personal la confrontación para un candidato que suele repetir que nada ni nadie puede evitar su triunfo. Anaya lo hizo explotar muy rápido al repetir su estribillo de que el tabasqueño hará huir las inversiones como sucedió cuando fue jefe de Gobierno capitalino. “Mentiroso”, le respondió a la cara. “Dices puros disparates”, acusó el queretano.
4.- Anaya lució bastante menos seguro que en el primer debate, cuando emergió como el ganador. Mal rasurado, con el labio inferior partido, no tuvo el dominio ni de los temas ni de los tiempos que mostró hace un mes. Aun así, logró un par de momentos emotivos, como cuando celebró la forma en que Tijuana había acogido a los migrantes haitianos y cuando lanzó un “carajo” para reclamar la falta de atención a los connacionales deportados por Estados Unidos.
5.- Si hubiese que declarar a un ganador por el conocimiento de los temas de migración y política exterior en los que debía centrarse el debate, José Antonio Meade se llevaría el título de calle. Sin embargo, no logró anclar un solo elemento de discusión y quedó marginado del pleito personal que rápidamente se estableció entre López Obrador y Anaya. El tabasqueño sólo se ocupó de él para decirle que representaba lo mismo que Anaya.
6.- A diferencia del primer debate, esta vez la participación de Jaime Rodríguez El Bronco resultó intrascendente. Pudo haber no ido. Tuvo que recurrir a pedir a López Obrador que abrazara a Meade y a Anaya para hacerse notar. O no se preparó para este encuentro o el discurso basado en la crítica a la partidocracia se le acabó. Los tres aspirantes de coalición simplemente le hicieron el vacío.
7.- Si por algo será recordado este debate será por ser el menos acartonado de todos. Para bien y para mal, la espontaneidad fue la tónica del cotejo. Se notó tanto en el tiempo de duración –que se pasó por casi diez minutos de lo que estaba programado– como por lo redundante de algunos ángulos del tema migratorio. Sin duda debe destacarse que éste fue el primer encuentro de candidatos presidenciales en el que los participantes se dicen cosas a la cara y no mientras sonríen a la cámara.
8.- La participación de ciudadanos en el debate fue una buena iniciativa, pero no logró cuajar. Preguntas muy buenas de los asistentes, como qué hacer para reintegrar a los deportados y qué hacer en caso de que impere el proteccionismo y se acabe el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, terminaron sin respuesta.
9.- Si alguien debió quedar contento con lo discutido anoche debió ser Donald Trump. El Presidente estadunidense recibió un verdadero masaje de ego por parte de quienes aspiran a ser su homólogo e interlocutor en México a partir de diciembre. Fueron más de veinte veces las que los candidatos pronunciaron su nombre.
10.- Sinceramente, yo esperaba más del debate. Conceptos más claros, frases mejor elaboradas, incluso ataques, pero redondos e informados. Algo que diera a los indecisos una razón para votar. Todo quedó en propuestas de sobra conocidas y ofensas de baja estofa. Fuera de ratificar que ésta es una carrera de dos –Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya–, no creo que lo ocurrido anoche haya sido determinante para el resultado de la carrera presidencial. Veremos qué pasa en lo 40 días que quedan para la elección