El engaño del pasado
Dice Steven Pinker, uno de los psicólogos y lingüistas más prestigiados del mundo, que la principal razón por la que pensamos que todo tiempo pasado fue mejor… es por nuestra mala memoria.
Pinker ha dictado diversas conferencias en las que ha analizado las razones por las que un lema como el “Make America Great Again” tuvo tanto impacto entre los electores.
Personajes como Donald Trump apelan a la imaginación de los ciudadanos, que construyen en su mente la imagen de una “edad de oro”, que hubo hace algún tiempo, y que se perdió debido a la modernidad.
Las campañas políticas orientadas a despertar esa imagen y la oferta de volver a ese tiempo maravilloso, se han convertido en una constante a lo largo del mundo.
Pinker escribió un texto muy amplio, “Enlightenment Now”, en el que a través de decenas de indicadores compara el tiempo presente con el pasado y descubre que en términos generales casi todo tiempo pasado fue… peor.
Sin embargo, el proceso de globalización, modernización, avance científico y tecnológico, nos ha producido inseguridades y angustias y por eso se vuelven atractivas las ofertas políticas que nos llevan de nuevo al pasado.
En México, el caso más visible es el de AMLO.
Las evocaciones al pasado aparecen constantemente. En el debate del domingo pasado casi pasó de largo su referencia a la Alianza para el Progreso, esta política norteamericana establecida en 1961, en la administración Kennedy, que buscaba frenar una posible difusión del ejemplo castrista.
La realidad es que ese esquema nunca funcionó.
Se evoca también el desarrollo estabilizador y los tiempos en los que las empresas estatales como Pemex y CFE estaban llenas de dinero.
No hay que confundir la necesidad de aprender buenos desempeños económicos del pasado con la evocación de ese mito.
Desafortunadamente, la mala memoria es generalizada, y quienes debieran combatirla, recordando el pasado y contrastándolo con el presente, han sido muy malos para hacerlo.
Sólo por ponerle un ejemplo obvio, el PIB per cápita en México fue, al término de 2017, un 34 por ciento superior en términos reales al prevaleciente en 1980.
Y, eso, pese a las insuficiencias de nuestro crecimiento.
En términos generales, los niveles de vida del promedio de la población han crecido sistemáticamente en México en el último medio siglo.
Sin embargo, está profundamente arraigado el mito de que la edad de oro del país, como la del cine mexicano, fue en los 50 y en los 60.
Y por eso tienen eco los argumentos que dicen que hay que regresar a esos tiempos.
Primero, no hay manera de regresar. No se ha inventado la máquina del tiempo.
Y, segundo, aun si se pudiera regresar, estaríamos desencantados al encontrarnos una realidad mucho peor de la que imaginamos.
Una de las fórmulas más eficientes para combatir esta tendencia internacional y nacional que voltea hacia el edén perdido debiera ser simplemente el ejercicio de la memoria.
La mera presentación inteligente e ingeniosa de las evidencias de cómo era la vida en esa inexistente edad de oro, sería una de las fórmulas para combatir la mala memoria, clave para alimentar a esa visión retrógrada que se disfraza por todas partes de progresista y nacionalista.