Por qué se quieren desacreditar las encuestas
Las encuestas levantadas en mayo revelan una amplia ventaja en la intención de voto para López Obrador.
El agregador de encuestas de Bloomberg indica en su cálculo más reciente, correspondiente al 15 de mayo, una intención de voto por AMLO de 46.1 por ciento mientras que el más cercano competidor, Ricardo Anaya, registra 27.7 puntos.
Es decir, la ventaja es de 18.4 puntos.
Entre sectores políticos vinculados al Frente o al PRI, así como entre diversos grupos empresariales, ha surgido en los últimos días la inquietud de si realmente las encuestas están reflejando el sentir de los electores.
La inquietud ha llegado a tal grado que un grupo de los más grandes empresarios han encargado una gran encuesta, con un volumen de entrevistas muy superior a las que la mayoría de las encuestas levantadas en domicilio han reportado, pues piensan que la intención de voto de los electores mexicanos no es la que se ha mostrado en las encuestas publicadas.
Traducido al castellano, siguen sin aceptar que un candidato como López Obrador tenga la intención de voto que la encuestas arrojan.
Y se esgrimen argumentos de todo tipo. Por ejemplo, a muchos se les olvidan sus clases de estadística y señalan que una muestra de 1 mil o 1 mil 500 ciudadanos no puede ser representativa.
Otros dicen que las encuestas están fracasando por todo el mundo y hasta han inventado que lo hicieron en las recientes elecciones de Colombia.
Los más enterados dicen que la tasa de rechazo reportada por los encuestadores le quita toda representatividad a las encuestas que se han levantado.
Creo que estamos en la llamada “fase de negación”. Cuando a un paciente le detectan un padecimiento serio, hay una etapa en la que simplemente lo rechaza y dice que los análisis estuvieron mal; que la biopsia salió incorrecta; que él se siente diferente a lo que dicen los estudios.
Déjeme argumentar por qué creo que las encuestas reflejan una realidad que es correcta.
El tema de la falta de representatividad de las muestras es francamente frívolo.
En las elecciones de EU, con 137 millones de votantes, las muestras usadas fueron mayormente de 1 mil 500 personas.
Sólo para casos de una elección cerrada, las muestras mucho mayores son significativas.
El tema del fracaso en las encuestas es poco más que un mito.
Es increíble que analistas que se pretenden serios argumenten que las encuestas fracasaron en la primera vuelta de las elecciones de Colombia del domingo pasado.
Desde hace varias semanas, prácticamente la totalidad de los sondeos serios indicaban que Duque y Petro pasarían a la segunda vuelta.
El oficialista Vargas Lleras cuestionó frecuentemente la veracidad de las encuestas que lo colocaban en cuarto lugar.
Los resultados fueron tal y como señalaban la mayoría de los sondeos.
Con relación a la tasa de rechazo, es cierto, ha subido en México en los últimos años. Sin embargo, no parece tener ninguna conexión con la imprecisión de las encuestas.
En otras palabras, no encuentro elementos técnicos relevantes para pensar que las encuestas en México, en genérico, están mal.
Claro, nunca hay que dejar de considerar que el estudio de la opinión pública se trata de un ejercicio probabilístico que tiene un error intrínseco y no de una ciencia exacta.
Entiendo el interés de desacreditar las encuestas o de dudar de ellas, pero creo que no hay fundamento válido para hacerlo.