¡Estás despedido!
El mundo entero ya le tomó la medida a Donald Trump. Jefes de Estado, gobiernos, medios de comunicación ya saben que los exabruptos tuiteros del presidente de Estados Unidos son eso: exabruptos tuiteros, que difícilmente se convierten en acciones. La eficacia de sus amenazas verbales o escritas ha disminuido, pero el país en el que manda es demasiado grande, demasiado poderoso como para desdeñar a su presidente.
Esto lo saben también los colaboradores de Trump. Y ya se ve que le están tomando la medida. Quizá por eso sorprendió entre el equipo mexicano de renegociación del TLC que cuando estaban a punto de cerrar un trato, cuando todo apuntaba en esa dirección, cuando recibieron todas las señales de la Casa Blanca de que la primera quincena de mayo podrían anunciar un Acuerdo en Principio… no pasó.
¿Por qué no pasó? En el equipo mexicano, me dicen fuentes bien informadas, lo atribuyen a una sola persona: Robert Lighthizer, el jefe del equipo negociador estadounidense. Porque el yerno y súper asesor Jared Kushner estaba en la ruta de amarrar el trato, lo mismo el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el director del Consejo Económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow.
Pero Lighthizer no. Y circuló en Washington que su negativa se debía a una sola cosa: en el momento en que terminara de renegociar el TLC, Lighthizer perdería todo poder en la política interna, toda influencia en la agenda nacional y toda cercanía con el presidente Donald Trump. Si termina el conflicto del TLC, ¿qué le queda a Lighthizer? Quizá una sola cosa: el “you’re fired!” de Donald Trump, el “¡estás despedido!” que popularizó el presidente cuando era protagonista de un reality show de televisión. Entonces sus incentivos serían a arrastrar los pies en la renegociación, estirarla lo más posible, retrasar un acuerdo para no dejar de ser relevante.
La apuesta de Lighthizer tiene, desde mi punto de vista, dos componentes políticos. El suyo, el de Estados Unidos, es que no quiere perder poder e influencia antes de las elecciones para renovar su Congreso, en noviembre. Pero los que lo respaldan están también calculando que el gobierno mexicano que está renegociando el TLC va a salir muy debilitado de la elección presidencial del 1 de julio y entonces va a ser más fácil arrinconarlo: el gobierno débil frente a la potencia, argumento en el que han coincidido López Obrador y Ricardo Anaya para pedir que se suspenda la renegociación hasta después de los comicios. La semana pasada declaró Ildefonso Guajardo, secretario de Economía mexicano, que para él, hay 40 por ciento de probabilidad de amarrar un trato antes de la elección mexicana de julio y sube a 80 por ciento de anunciarlo antes de la elección estadounidense de noviembre.
Al parecer, el “never” que tuiteó el presidente Peña Nieto como respuesta a la insistencia de Trump en un mitin de que México pagará el muro y hasta lo disfrutará, también queda en esa esfera de intercambios tuiteros. Veremos si los porcentajes de Guajardo se modifican en los próximos días.