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Por qué sí hacer caso a las encuestas

Circulan ampliamente en redes sociales y en conversaciones en el medio político las versiones que señalan que las encuestas que se han presentado últimamente, que dan una amplia ventaja a López Obrador, carecen de representatividad.

Las razones esgrimidas son fundamentalmente dos: hay una alta tasa de rechazo de los entrevistados a contestar el cuestionario de la encuesta, y existe una significativa proporción de indecisos.

Con estos argumentos se plantea que los resultados de las encuestas pueden estar muy lejos de las intenciones reales de voto.

Examinemos los argumentos.

1.- El tema de los indecisos. Alejandro Moreno dedicó por entero su artículo publicado el 1 de junio en El Financiero a este tema. La caracterización de indecisos es la que se refiere a quienes no han decidido su voto y no a quienes no contestaron a la encuesta. De acuerdo con la más reciente encuesta de El Financiero, ese porcentaje es aproximadamente del 15 por ciento de los electores.

Sobre la base de estudios previos, se considera que aproximadamente la mitad de quienes se declaran indecisos en realidad no votan. Son abstencionistas. De modo que aun suponiendo que los indecisos se inclinaran específicamente por un solo candidato, el efecto total en la votación estaría en 7 a 8 puntos.

La realidad es que en términos generales no hay un sesgo tan señalado hacia un solo lado. Salvo en circunstancias verdaderamente excepcionales, tienden a distribuirse aproximadamente con la intención de voto de quienes ya tienen decidido su sufragio.

En elecciones cerradas, este grupo podría ser relevante. En elecciones en las que hay ventajas amplias, su efecto es poco significativo.

2.- El tema de la no respuesta. El otro argumento usual es que la tasa de no respuesta es “elevada”, de un 47 por ciento en el más reciente estudio de El Financiero, lo que le quitaría representatividad a la encuesta. No hay ninguna conclusión respecto al significado de las tasas de no respuesta en la precisión de las encuestas electorales. Por ejemplo, en EU la tasa de “no respuesta” en las encuestas telefónicas realizadas en el proceso electoral de 2016 rondó el 90 por ciento. Y, sin embargo, la mayor parte de las encuestas serias tuvieron un excelente desempeño en los resultados nacionales, anticipando el triunfo de Hillary Clinton en la votación popular, como realmente ocurrió.

La mayor parte de las encuestas acertó en ese hecho y la mayor parte de los modelos de predicción erró al traducir esa votación a votos del Colegio Electoral. Los procedimientos de sustitución de entrevistados están previstos y si no cambia el perfil socioeconómico del entrevistado en las entrevistas domiciliarias, no se ha visto que haya efecto en la precisión de las encuestas electorales.

Es entendible que quienes van atrás en las encuestas intenten invalidar el resultado del estudio y busquen cuanto argumento esté a su alcance para hacerlo.

La realidad es que las encuestas bien realizadas siguen siendo un muy útil instrumento de investigación, claro, siempre y cuando se parta de la base de que las encuestas son un estudio de opiniones, con lo cambiantes que éstas pueden ser, y tomando en cuenta que se trata de un ejercicio muestral, que como tal, tiene un error estadístico inherente.

No les pidamos más de lo que pueden dar, pero tampoco las descalifiquemos.

Ámbito: 
Nacional