La condición atlética, su fortaleza y el descuido de un delincuente fueron vitales para que el futbolista Alan Pulido pudiera someter, desarmar a un plagiario y pedir ayuda a las autoridades con el teléfono celular de uno de los tres agresores que participaron en su secuestro el sábado pasado, cuando salió de una fiesta familiar acompañado por su novia Ileana Salas.
Venían de un rancho que se localiza en la carretera Interejidal, al sur de Ciudad Victoria, Tamaulipas. Habían estado en una albercada, por eso llevaba traje de baño y camiseta sin mangas cuando fue rescatado horas después.
El futbolista estuvo 24 horas en manos de una célula de la organización criminal más sanguinaria de México, Los Zetas, grupo que tiene una fuerte presencia en Tamaulipas y que excepcionalmente deja vivas a sus víctimas.
A las once y media de la noche el seleccionado nacional e integrante del Olympiacos de Grecia prácticamente se jugó la vida, cuando solicitó ayuda de las autoridades por medio de una llamada telefónica al número de emergencias 066.
El joven de 25 años, originario de Ciudad Victoria, aprovechó que uno de sus victimarios, regordete, que tenía el encargo de custodiarlo, dormitaba.
Pulido se zafó de las ataduras que tenía en las manos y en los pies; se abalanzó contra Daniel Fernández Morales, de 38 años, originario de Veracruz, a quien golpeó sin compasión en el rostro, dejándolo en mal estado, la cara tumefacta; lo desarmó y le arrebató el teléfono celular.
Con el teléfono en sus manos, Pulido sabía que tenía una sola oportunidad de pedir ayuda, en una entidad donde manda el crimen organizado y monitorea las frecuencias de la policía.
Alan marcó. Le dijo al operador de radio que había sometido a uno de los secuestradores, que el resto de los delincuentes no se encontraba en la casa, asomó la cabeza por una de las ventanas y describió que el inmueble era blanco, de dos pisos, con dos autos enfrente, uno gris y otro rojo. Luego colgó apresuradamente.
El deportista sabía que tenía que tratar de escapar a toda costa, porque en cualquier momento podían regresar los delincuentes. Desconocía en qué zona de Tamaulipas se localizaba. Más tarde se supo que la casa de seguridad está en el número 233 de la calle República de Costa Rica, colonia Pedro Sosa, al sur de Ciudad Victoria.
Ante el temor de que los demás zetas volvieran, Pulido comenzó a romper los vidrios de puertas y ventanas, pero su esfuerzo fue inútil, porque todos los accesos a la vivienda estaban bajo llave.
El futbolista escuchó ruido y se percató que la policía había llegado a la casa. Los miembros de las fuerzas del orden pensaron por un instante que se trataban de balazos, por el estruendo de los cristales. Un policía hizo un disparo hacia el inmueble.
El futbolista se armó de valor de nuevo y realizó una segunda llamada. Le comentó al operador de radio que los uniformados habían arribado al lugar. El operador le pidió a Pulido hacer un disparo con el arma de su captor para comprobar que se encontraba en el mismo lugar que los policías. El seleccionado dijo que la pistola no tenía balas.
Para evitar ser confundido con uno de los secuestradores, le dijo al interlocutor que estaba vestido con un short y una playera, ropa que utilizó en la albercada en la que estuvo con sus padres, hermanos, amigos y su novia. Después terminó la llamada.
Cuando los policías ingresaron al inmueble, Pulido volvió a llamar al operador de radio para informar que ya estaba con “agentes de confianza”.
El futbolista presentaba lesiones en una de sus manos, debido a los vidrios que rompió, aunque también fue resultado de los golpes que le dio a su agresor.
El joven fue llevado al hospital general de Ciudad Victoria para recibir atención médica, sitio al que también fue trasladó el secuestrador amarrado en una camilla.
Cuando Pulido era atendido en el nosocomio arribó el gobernador Egidio Torre Cantú, para conocer lo que había ocurrido. Hace casi seis años, a una semana de las elecciones, su hermano, Rodolfo Torre, quien era el candidato del PRI al gobierno del estado, fue asesinado.
El reporte de alerta
Armando Pulido, hermano del seleccionado, dio la noticia de que su consanguíneo había sido secuestrado a las once y media de la noche del pasado 28 de mayo.
La familia del futbolista fue alertada por Ileana Salas, novia de Alan. Narró que en la calle Interejidal, a cinco minutos de distancia de un bunker de la procuraduría local, había ocurrido todo. A las once con treinta minutos de la noche Alan viajaba con su novia en su automóvil BMW en una zona donde hay ranchos y palapas que se alquilan para festejos. Ahí fueron interceptados por dos vehículos, de lo que descendieron cuatro personas armadas.
Alan fue sometido por los zetas y se lo llevaron. A ella, la dejaron a bordo del vehículo de su novio.
Ayer, Pulido mando un mensaje de agradecimiento a través de Twitter, en el que expresó: “Muchas gracias a todos por su oración, nos ayudaron mucho en esta terrible experiencia”.