La figura de Juárez tiene una carga política e histórica para el gobierno de López Obrador, pero también puede dar indicios de cómo será la relación con Estados Unidos
Dicen los que saben que “en política nada es casualidad”
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el virtual presidente electo de México, eligió un retrato del expresidente Benito Juárez para custodiar su primera fotografía con la administración del presidente Donald Trump.
La fotografía muestra al tabasqueño viendo de frente al secretario de Estado, Mike Pompeo, mientras en el fondo se encuentra el retrato de Juárez flanqueado por las banderas de México y Estados Unidos.
A lo largo de su carrera política, AMLO se ha definido como juarista, es decir, cercano a los ideales liberales del hombre que presidio el país de 1858 a 1872. Juárez es recordado por haber consolidado la separación entre la iglesia y el gobierno.
La figura de Juárez tiene un peso simbólico innegable para la política contemporánea. Por ejemplo, cuando Vicente Fox Quezada llegó a Los Pinos como presidente de México, ordenó retirar el retrato del expresidente.
El cuadro pendía de una de las paredes de la oficina Benito Juárez, en la parte alta de la residencia Lázaro Cárdenas de Los Pinos. Fox es un hombre emanado del Partido Acción Nacional (PAN), un organismo ligado históricamente con la iglesia católica (sí, esa que Juárez separó del Estado).
Además de sus raíces religiosas, Fox también ordenó retirar el retrato -que mostraba a Juárez investido con la banda presidencial, mientras coloca la mano derecha sobre la Constitución- por haber sido un símbolo del priismo durante su etapa de esplendor.
De hecho, López Obrador utilizó el Águila Juarista cuando tomó posesión como “presidente legítimo” de México el 20 de noviembre de 2006. Este símbolo era el que utilizaba Juárez en la guerra que sostuvo contra los conservadores durante la segunda mitad del siglo XIX.
“Ya no queremos más el águila mocha de los conservadores, de los reaccionarios, el águila de la derecha que el pueblo repudia; esto es símbolo de que vamos a restaurar la República”, dijo López Obrador días antes de autoproclamarse presidente.
La frase más recordada de Juárez es “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajenos es la paz”; palabras que cobran mucho peso por el estado de la relación entre México y Estados Unidos.
El presidente Trump no sólo insiste en construir un muro en la frontera con México para frenar el paso ilegal de migrantes, sino que ha llamado a los mexicanos “asesinos y “violadores”. La frase de Juárez sería la respuesta perfecta al discurso del mandatario estadounidense.
¿Cómo fue la relación de Juárez con Estados Unidos?
La relación de Juárez con los Estados Unidos quedó marcada por el Tratado McLane-Ocampo, formalmente conocido como Tratado de Tránsito y Comercio; por el cual el expresidente de México ha sido sumamente criticado por distintos historiadores.
El tratado permitía a los Estados Unidos el libre tránsito por el Istmo de Tehuantepec, además de una concesión de dos derechos de paso en el norte de México, uno entre Nogales y Guaymas y el otro entre Matamoros y Mazatlán.
Estas concesiones de tránsito fueron firmadas a perpetuidad, aunque México conservaría la soberanía de los tres pasos. A cambio, el gobierno de Juárez obtendría cuatro millones de dólares y el reconocimiento estadounidense a su administración.
El tratado fue negociado entre el embajador de los Estados Unidos en México, Robert Milligan McLane y el político liberal y juarista, Melchor Ocampo. Los gobiernos de Juárez y el presidente James Buchanan firmaron el tratado el 14 de diciembre de 1859, sin embargo, éste nunca fue ratificado por el Senado de los Estados Unidos.
El tratado nunca entró en vigor, aunque si dotó de legitimidad al gobierno de Juárez, sobre el bloque conservador.
Este convenio fue criticado años después por Justo Sierra y José Vasconcelos, pues consideraban que permitir libre paso a los estadounidenses por aquellas zonas clave habría puesto en riesgo la estabilidad del país; principalmente, por el pasado expansionista del vecino del Norte.
Por ejemplo, el Dr. Ricardo Méndez Silva del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM señala que “los conservadores presentan el Tratado McLane-Ocampo como prueba de las traiciones de Benito Juárez con el fin de socavar su papel histórico en la construcción definitiva de la nación”.
También expone que “quienes guardan lealtad al legado juarista le sacan vuelo al episodio y con argumentos endebles intentan justificar la firma del instrumento a cambio del reconocimiento de Washington en medio del fragor de una guerra en la que ambos bandos, el de los conservadores y el de los liberales, perseguían apuntalar el rumbo ideológico del país”.
El tratado aún es analizado por los más importantes historiadores, sin embargo, es una clara muestra de que la relación entre México y Estados Unidos siempre ha sido compleja, y llena de intereses encontrados.
“En política nada es casualidad”