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Se va uno de los grandes de la zona sur, Don Eloy Martínez falleció

Jojutla, Mor.- La voz de Don Eloy Martínez entró a cientos de hogares a través de la radio en lo que él bautizó como "La poderosa zona sur". Su carisma pero sobretodo su sencillez, fue lo que le ganó el cariño de la gente, que al enterarse de su muerte se volcó en gratos recuerdos de su persona.

Eloy Martínez Silva, Don Eloy, como lo conoce la gente, fue un icono de la radio en la zona sur; reporteros lo reconocen como su maestro pero a Don Eloy, esos reconocimientos públicos y alabanzas no le gustaban, al contrario, huía de ello.

En el año 2016, la Federación Mexicana de Comentaristas Deportivos (Femecrode) y el Instituto del Deporte y Cultura Física del Estado de Morelos (Indem), le entregaron un reconocimiento especial por 34 años de servicio informativo a la sociedad sureña "por mantener informado con la verdad a todo Morelos y los estados vecinos", tanto a través de la radio como en el mundo del Internet.

Por motivos de salud, Don Eloy se retiró de los micrófonos de la estación de radio que fundó "La señal informativa", antes la 1590; su última participación fue el 15 de mayo de este año, donde su audiencia se volcó en llamadas telefónicas saludándolo y manifestando su gusto por volver a escucharlo después de tanto tiempo. Doy Eloy nunca se fue.

Aproximadamente a las 20:30 horas del sábado 14 de julio, la familia Martínez Rojas informó el sensible fallecimiento.

Un escritor anónimo dedicó estas líneas al maestro Eloy Martínez:

Don Eloy, al igual que yo teníamos un terror inmenso al reconocimiento público (yo lo odio, es lo peor que me puede pasar, huyo de los reconocimientos y las despedidas, me rompen y me incomodan terriblemente)

En el año 2011 en Zacatepec hicimos con Jesús Zavaleta, la Feria de la Caña; yo estaba detrás del escenario cuando de pronto en una esquina lo vi, discreto seguro de que nadie (si no hablaba), lo reconocería.

De pronto se me ocurrió una idea macabra, tome un trapiche en miniatura (réplica que utilizamos como reconocimiento) y le pedí al animador que lo invitará a recibirlo; una sonrisa discreta, una rubor en sus mejillas y un terror intenso en sus ojos fue el detonador de mi arrepentimiento.

Subió y agradeció el gesto con el brazo en alto, bajó discreto del escenario; sentí que le había robado el deleite que tiene la gente común de pasar desapercibido.

 

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