Las cuatro crisis de fin de sexenio
¿Recuerda usted los tiempos de las crisis de fin de sexenio? Si no tiene la edad suficiente, quizás sólo las conozca por lo que dicen los textos de historia, pues se presentaban hace ya muchos años.
Le hago un repaso muy breve.
La primera se produjo en 1976. Concluía el tormentoso sexenio de Luis Echeverría. Ya había resultado electo José López Portillo en una contienda electoral en la que fue candidato único.
El 31 de agosto del año electoral, las autoridades financieras del país anunciaron que terminaban 22 años de paridad fija del peso frente al dólar y ocurrió la primera devaluación de los tiempos modernos. Luego vino la expropiación de tierras en Sonora durante el mes de noviembre y el país llegó al cambio de gobierno en medio de una profunda crisis financiera y política.
La siguiente crisis se presentó poco menos de seis años después. En febrero de 1982, ya como candidato Miguel de la Madrid, vino otra devaluación de grandes proporciones. En agosto de ese año, poco después de las elecciones, México anunció que no podía pagar su deuda externa y el 1 de septiembre, López Portillo anunció la estatización de la banca.
Nuevamente el país cambió el sexenio en medio de una profunda crisis económica y social.
El sexenio de Miguel de la Madrid fue una sucesión de crisis. Y llegamos al año de la sucesión, 1988, tras la peor inflación de la historia y en medio de una crisis política tras la fractura del PRI que dio lugar al nacimiento del PRD.
La última de las crisis de cambio sexenal de la que tenemos registro ocurrió seis años después.
Durante 1994 se presentaron acontecimientos políticos sin precedente. Estrenamos el año con la rebelión zapatista; luego vino el asesinato del candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, y meses después el de Francisco Ruiz Massieu.
Todos estos factores propiciaron una enorme salida de capitales, que llevó a que a los 21 días del gobierno de Zedillo ocurriera una devaluación y luego una crisis económica sin precedente en la historia moderna de México.
Fue hasta el año 2000, justo cuando se produjo la primera alternancia, que pudimos tener la primera transición sexenal de la era moderna sin sobresaltos financieros.
Desde entonces, hemos terminado cada sexenio e iniciado el siguiente sin aquellas cíclicas crisis sexenales.
En 2018, con la tercera alternancia en el Poder Ejecutivo, podemos seguir con esa historia… pero aún no hay que cantar victoria.
Los factores que podían detonar una crisis se han ido debilitando, pero no están desterrados.
Es poco probable, pero no es imposible que se vayan a pique las negociaciones del TLCAN. Hasta hoy todo está bien, pero con Trump en la Casa Blanca, nada está garantizado.
Lo segundo es el efecto que pueda tener el próximo gobierno en la confianza de la inversión.
Igualmente, hasta ahora todo ha ido bien. Pero, si se cancelara el proyecto del nuevo aeropuerto o se echara para atrás la reforma energética, no está claro qué es lo que sucedería con esa confianza.
Ojalá lleguemos a la cuarta transición sexenal en la que no hay crisis financiera, así como hubo crisis en las cuatro anteriores.
Los indicios hasta hoy así lo señalan, pero tendremos que observar con cuidado y detalle el proceso que estamos viviendo para no recibir sorpresas.