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SERPIENTES Y ESCALERAS

 
 

Lo que vemos al final del sexenio perredista de Morelos no sorprende a nadie, el deterioro del ambiente social y político, el rechazo a la administración estatal, el desprestigio de los diputados y el odio a Graco Ramírez son cosas que se fueron cocinando a fuego lento desde el primer día del presente régimen. Lo que realmente sorprendería a los ciudadanos es que la ley alcanzara al tabasqueño y a los suyos.

 

Muy pocos pueden estar sorprendidos de lo que vemos al final del sexenio; las acusaciones contra el gobernador saliente y su familia, los abusos de la damota, las arbitrariedades de la pasada legislatura y el clima de zozobra que vemos en muchos sectores de la población no son un asunto menor, pero tampoco algo que pueda generar sorpresa. Los altos niveles de corrupción e impunidad, la imparable violencia y los índices de inseguridad tan elevados son la consecuencia directa del actuar del gobierno de Graco Ramírez. La verdadera sorpresa que nos llevaríamos los ciudadanos es si de verdad la justicia se aplicara en Morelos.

De principio a fin de este sexenio en la tierra de Zapata hemos sido testigos de arbitrariedades, abusos y discrecionalidad, desde el primer día de la administración Graco Ramírez marcó la pauta de lo que sería su gobierno, al tomar posesión del cargo en la explanada del zócalo de Cuernavaca en lugar del recinto parlamentario, como lo marcaba la ley, mostró que lo suyo no era la ortodoxia, ni mucho menos el respeto a las leyes.

De ahí hacia adelante todo fue una serie de carísimas ocurrencias que fueron hundiendo las finanzas públicas, rompieron el estado de derecho y acabaron con la división de poderes. Graco Ramírez actuó como un pequeño monarca y de la misma forma que en la fábula del Rey Desnudo*, el tabasqueño se volvió presa de sus fantasías, de sus mentiras y de la simulación de sus colaboradores.

Hacia afuera, con la gente, Graco Ramírez fue un dictador que nunca aceptó un no por respuesta, se convirtió en un Narciso enamorado de si mismo, de su voz y de sus discursos, reprimió a quienes se manifestaban en contra de sus políticas, persiguió a los que contradijeron su verdad y atacó a quienes se atrevieron a retarlo.

Hacia adentro, con su equipo, Graco Ramírez fue peor: como gobernador fue autoritario, irreflexivo y golpeador, sus colaboradores siempre le tuvieron miedo, pero a la vuelta del tiempo le tomaron el modo: nadie lo contradecía, todos le daban por su lado y al hacerlo, teniéndolo contento, dejaron de preocuparse por trabajar o dar resultados, bastaba con seguirle la corriente.

Seis años más tarde las consecuencias son lógicas: la personalidad ególatra del tabasqueño se mezcló con los traumas personales de su esposa, la irracionalidad de su hijastro y la simulación de su gabinete. Graco pudo en algún momento mantener a flote la administración, pero las cosas se fueron de control cuando la Damota asumió el poder real del estado y junto con su hijo comenzaron a tomar las decisiones. Ahí empezó la caída del gobierno y el hundimiento del estado.

Es llamativo como una familia pudo hacer tanto daño a todo un estado. Graco Ramírez fue un político de primera línea nacional, experimentado en la cosa pública y con muchas relaciones de poder que le permitieron levantarse o reinventarse en repetidas ocasiones durante más de 30 años. Lo que nunca pudo el perredista fue librarse del yugo de su esposa, de sus chantajes maritales ni de los traumas que la agobian por su origen familiar.

A lo largo de tres décadas Graco convivió y enfrentó a gobernadores, participó en diferentes luchas sociales, fue parte de movimientos políticos y ciudadanos y ocupó varias veces una curul en las dos cámaras federales de México. El tabasqueño era conocido por su mal carácter y sus traiciones, por darle la espalda a quienes le ayudaban y por no tener empacho en negociar con cualquiera con tal de obtener un beneficio personal. A pesar de ello (común en muchos políticos) el perredista era respetado porque le reconocían su habilidad y su olfato político. Como gobernador de Morelos perdió ambos.

A pocos sorprende que al final del sexenio el régimen, su titular y el estado se encuentren en tan malas condiciones. Quienes observan lo que ha sucedido en Morelos los últimos seis años tienen claro el rol que jugó la familia gubernamental y el papel particular de la Damota. Sus ambiciones, sus problemas mentales, sus excesos y la red de corrupción que crearon a través de la administración estatal dejaron como consecuencia lo que hoy estamos observando.

A Elena, Rodrigo y José Domingo se les identifica con el tráfico de influencias y con el manejo multimillonario de los recursos públicos, ellos palomeaban a los contratistas y dirigían las obras, las compras y todas las decisiones que tenían que ver con dinero; ellos ordenaban el sobreprecio en la compra de bienes, productos y servicios y también el deterioro político que hay en todo el territorio estatal. Pero sobre todo, a la Damota y al Hijastro se les debe que Morelos esté dividido, que muchos ciudadanos se encuentren enfrentados y que el ambiente social, la convivencia política y la calidad de vida de la gente se deteriorara tanto.

Para entender el tamaño de la maldad que existe en la mente de estas personas basta observar lo que hicieron con las donaciones para las víctimas del sismo, lo que han hecho con los recursos para la reconstrucción y la manera como han lucrado con la salud de miles de menores de edad que llegan al Hospital del Niño Morelense y han recibido tratamientos con medicamento caduco, alterado o rebajado. Hay niños con cáncer que, cuentan los médicos de la institución, han perdido la vida por el tipo de medicina que han recibido.

La actitud es la principal razón de la debacle del gobierno de Graco Ramírez. La soberbia, la irritabilidad, los arrebatos, las ocurrencias, los odios, las frustraciones, los traumas... muchos elementos conforman la personalidad de un hombre que nunca se pudo controlar, ni tampoco fue capaz de controlar a sus consanguíneos.

Con esa actitud y esa familia, a nadie debe sorprender que el gobierno de Graco Ramírez haya fracasado. El tabasqueño debe ser un ejemplo para Cuauhtémoc Blanco, representa todo lo que no debe ser ni hacer un gobernador.

  • posdata

Lo comentan algunos empresarios que han logrado cobrar sus facturas antes de que concluya el sexenio de Graco Ramírez:

“No fue fácil, desde hace dos meses suspendieron los pagos y hace unas semanas nos dijeron que de plano no nos iban a pagar... fueron muchos días de hacer antesala con el secretario de Hacienda (Jorge Michel) y el tesorero (Carlos Bermúdez), hasta que me recibieron. Michel fue prepotente y déspota, pero el Tesorero me escuchó; entonces vinieron las peticiones, las amenazas, los ruegos y finalmente la negociación: regresas el 30% del total de la factura y te liberamos el pago. No hay otra, nos tenemos que reportar con el tesorero y este con el secretario, para que nos paguen. Ya me pagaron”.

Dicen que Jorge Michel presentará su renuncia al cargo antes del 15 de septiembre, para hacer válida su jubilación; comentan incluso, que ya tiene preparado su viaje a Nueva York, donde se refugiará los próximos meses hasta que pase la tormenta que viene con la nueva administración. Jorge Michel Luna, recordemos, fue quien desde el gobierno de Graco Ramírez promovió la demanda en contra de Alejandro Villarreal, fue él quien aconsejó al gobernador perredista actuar en contra del tesorero municipal y también quien ha orientado al tabasqueño para que no entregue información al equipo de transición: “Si de todos modos nos van a perseguir, para qué les facilitamos el trabajo... que se tarden buscando la información, a ver si la encuentran”.

El cerebro financiero del régimen siempre ha sido Jorge Michel, incluso cuando la titular de la oficina era Adriana Flores. Todo lo que ocurrió en este sexenio, todo lo que se hizo, lo que se dejó de hacer y lo que se movió dentro y fuera de las cuentas institucionales del estado pasó por las manos de Michel Luna.

Un dato más: hace casi un mes el gobierno estatal recibió recursos frescos que se suponía eran para pagar a proveedores, así fue por unos días hasta que de manera repentina todos los pagos se suspendieron; después de eso, casualmente, quien comenzó a liquidar adeudos de campaña fue Rodrigo Gayosso.

Si el gobierno de Cuauhtémoc Blanco quiere saber cuál es la clave para descifrar las redes de corrupción del sexenio el camino es un hombre calvo que se acaba de jubilar y piensa irse antes de que concluya el mes a los Estados Unidos.

  • nota

En veinte días concluye el sexenio de Graco Ramírez. Al gobernador ya se le ve poco en actividades públicas, frecuentemente cancela su asistencia a eventos y sólo se reúne con algunos de sus más cercanos colaboradores.

El estado de ánimo del tabasqueño cambia constantemente, algunas veces se le nota sereno y confiado, pero otras, dicen, luce desencajado, preocupado y hasta temeroso. Pregunta a unos y a otros cómo ven las cosas, si los han buscado (del equipo de Cuau) y si saben de alguien que esté pasando información al gobierno entrante.

El ambiente en el gabinete es tenso, entienden que vienen tiempos difíciles y varios anticipan que serán perseguidos. Lejos quedó la actitud prepotente de hace seis años y la confianza de que controlaban todo y por tanto nunca pasaría nada.

Ya ni El Gayo asoma la cabeza, pocos lo buscan, muchos le dan la vuelta, su teléfono ha dejado de timbrar y sus principales aliados han dado un paso de lado y comienzan a trazar caminos distintos. Es el final merecido de una familia que hizo mucho daño a Morelos. Son gente mala.

  • post it

El traje nuevo del emperador (Keiserens nye Klæder), también conocido como El Rey Desnudo*, es un cuento de hadas danés escrito por Hans Christian Andersen. La historia es una fábula que muchas veces ha sido utilizada para explicar la ceguera que sufren muchas personas, personalmente políticos o gobernantes. Ésta es la historia:

“En un lejano país, su monarca se entera  que unos famosísimos sastres están de paso por su reino. Sin perder tiempo los convoca para que le confeccionen su mejor indumentaria.

Los sastres, luego de disfrutar un buen tiempo los beneficios que le brinda la vida en la corte  del Rey, le comunican que han terminado su trabajo y anuncian a quien quiera escucharlos que han confeccionado para el Rey el traje  invisible más hermoso del mundo, tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”.

Proceden entonces a quitarle la ropa al Rey y mediante aparatosos ademanes le colocan el nuevo traje invisible. Por supuesto que el Rey se ve desnudo, pero no lo reconoce porque no quiere aparecer como un tonto frente a tan famosísimos sastres. Convoca entonces a sus colaboradores, a quienes les pregunta por la belleza de su traje.

Superada la sorpresa de ver al Rey desnudo y enterados que semejante traje es tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”, toda su corte afirma que el traje es el “más hermoso del mundo”, lo cual convence definitivamente al Rey y los sastres siguen su viaje  con un suculento pago por su trabajo, dejando al rey y a su corte muy satisfechos y agradecidos.

Así el Rey paseaba desnudo por su palacio luciendo su traje invisible, el más hermoso del mundo. Un día  decidió que su pueblo merecía también disfrutar la hermosura de su traje y sale del palacio para recorrer su reino.

El pueblo lo ve desnudo, pero por temor a contradecirlo, no dice nada. Hasta que un inocente niño lo descubre y grita: “¡El Rey está desnudo!”

Recién entonces el rey se mira y descubre la verdad: había sido engañado.”

  • redes sociales

La 54 Legislatura no termina de tomar forma, siguen dando tumbos y mostrando su novatez. O se ponen las pilas pronto, o en breve el enojo contra los diputados pasados se volverá hacia ellos. La corrupción no se combate sólo con discursos y declaraciones.

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