Una historia en la que solo hay huesos para contar
La policía ministerial de Veracruz investigaba la desaparición de un taxista. En 2013 hizo un servicio a la zona de Alvarado, y no lo volvieron a ver jamás.
Al recabar las entrevistas de rigor, los agentes fueron informados de movimientos inusuales en la Laguna de Alvarado: varios testigos refirieron la constante llegada de lanchas, de las que bajaba gente con bolsas negras en las manos. Esa gente se internaba en un terreno ejidal y no volvía a la orilla sino horas después.
Bolsas negras de plástico. El emblema siniestro de nuestro tiempo.
La Fiscalía General del Estado envió drones a explorar. Los drones detectaron compactaciones anormales en la tierra: puntos que desgraciadamente no podían ser otra cosa que fosas clandestinas.
Un equipo de ministeriales y peritos de la Fiscalía Especial para la Atención de denuncias por Personas Desaparecidas, se trasladó a la zona de la laguna. De acuerdo con algunos de los enviados, de inmediato comprendieron al alto riesgo en que se encontraban: comenzaron a rondar lanchas que tomaban fotos y reportaban por radio. La posición del terreno hacía factible una emboscada.
Comenzaron, sin embargo, a trabajar. Nunca habían visto algo como lo que encontraron. “Había restos descuartizados, embolsados, esqueletizados”, relata un miembro de la fiscalía. Cuando la zona entera terminó de ser explorada los peritos contabilizaban 33 fosas y un total de 175 cráneos. Una sola fosa arrojó 24 de estos. Hasta entonces, según datos de la FGE, el mayor número hallado en una fosa era de ocho.
“Cercenar a una persona toma tiempo, demanda mucha fuerza. No es fácil ‘desarmar’ a una persona —me dicen en la fiscalía—. El hecho de hallar 24 cuerpos desmembrados en una fosa nos habla de algo que debió demandar un trabajo de días. Les tomó días cortarlos, meterlos en bolsas (tres o cuatro por cada cuerpo) y luego llevarlos hasta ahí”.
En México, cada nuevo horror parece superar al anterior. Entre los restos había recibos, credenciales, chips de teléfono. Todos correspondían al año 2016: 175 homicidios fueron cometidos alrededor de estas fosas. Al igual que el taxista perdido en Alvarado, 175 personas no regresaron jamás.
“No era un lugar de asesinato, sino de depósito. Los llevaban ya embolsados, en lanchas empleadas exclusivamente para trasladar los restos”.
En 2016 esta zona ya era controlada por el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG. Dicho cártel había logrado imponerse a los antiguamente poderosos Zetas, y se hallaba en proceso de exterminarlos.
El líder del CJNG en Veracruz era Ricardo Arturo Pacheco Tello, El Quino. Fue el que ofreció 200 mil pesos por el asesinato del coordinador de la Policía Federal, Juan Camilo Castagné. No pagó a los sicarios que envió al restaurante en donde Castagné comía acompañado por otro agente federal, y por eso, al ser detenidos en el interior de un departamento, no dudaron en revelar el lugar al que su jefe había ido a esconderse.
La Marina ubicó a El Quino en un fraccionamiento de Chipilo, en Puebla. Cuando se dio cuenta de que estaba rodeado por los marinos, de acuerdo con los reportes, intentó escapar por el techo y abrió fuego. Ahí mismo fue abatido (los vecinos declararon más tarde que “solo habían escuchado una descarga”).
La hipótesis de las autoridades es que, luego de ser descubiertas las 125 fosas de Colinas de Santa Fe, los sicarios del CJNG decidieron moverse a la laguna de Alvarado y, con el presunto apoyo de la policía estatal de Javier Duarte (hay un proceso penal en contra del ex secretario de Seguridad Pública, el ex fiscal general del estado, el ex director de prisiones y 16 elementos del grupo policial conocido como Los Fieles, por su presunta participación en la desaparición forzada de personas relacionadas con los Zetas), continuaron haciendo exactamente lo mismo.
Había credenciales del INE, licencias, pasaportes, boxers, vestidos. La mayor parte de los restos correspondían a varones originarios de Veracruz, muchos de ellos con antecedentes penales, de acuerdo con la FGE. El número de bolsas negras era aterrador. En solo siete años, en Veracruz se han encontrado 1,178 cuerpos dentro de fosas. Hay más de 50 mil fragmentos sin identificar. Es la herencia siniestra que en ese estado dejaron Duarte y el priismo.
Una historia en la que solo hay huesos para contar.